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Reportaje:LA CRISIS ARGENTINA

¡Pobre Argentina!

Primero empezó en las ventanas de algunas casas. Airados vecinos hacían sonar sus cacerolas en la tórrida noche porteña. El ruido descendió a la calle y en las esquinas se formaron los primeros grupos. Cacerolas, potes, platos, bandejas, hasta botellas de plástico eran las únicas armas de la protesta. La convocatoria espontánea corrió como la pólvora. El aviso se difundió boca a boca, a través de la radio y de Internet. ¡Todos a la casa de Cavallo! En menos de una hora miles de ciudadanos se habían concentrado frente a la vivienda del denostado ministro de Economía del Gobierno de Fernando de la Rúa, en el barrio de Palermo. Llegaban de distintos sectores de Buenos Aires. Era la primera vez, desde los años cincuenta, que la conservadora clase media salía a la calle para decir basta. El ministro dimitió aquella misma noche del 20 de diciembre y el presidente siguió sus pasos al día siguiente. El primer cacerolazo había dado la puntilla final a un gobierno moribundo.

Tito Cossa: 'En 1970 éramos 22 millones, de los cuales dos eran pobres. Ahora somos 36 millones y hay 14 de pobres. Quiere decir que de los nuevos 14 millones, 12 son pobres'
El empleo público es prácticamente un tercio del trabajo que hay. En Corrientes o Salta, la mayoría depende económicamente del Gobierno provincial
Marcos Aguinis: 'Los políticos viven encerrados dentro de su corporación. Creo que con el 'cacerolazo' se les rompió un poco esa campana en la que vivían'
La ley puede ser burlada. Por encima están los caudillos que la arreglan a su manera. Eso genera un clima de impunidad extremadamente perverso
Morales Solá: 'EE UU, a raíz de la depresión de 1930, perdió el 20% de sus depósitos en dos o tres años. Nosotros perdimos el 24% en seis meses'

La movilización se repitió una semana después. Con las mismas armas en la mano, miles de porteños bajaron de nuevo a la calle para protestar, en esta ocasión, contra políticos de oscuro pasado nombrados por el presidente provisional Adolfo Rodríguez Saá. Apenas una semana duró aquel mandatario histrión que anunció a bombo y platillo la suspensión de pagos de la deuda externa y prometió crear en un mes un millón de empleos. Las cacerolas resonaron por tercera vez la primera noche del año nuevo, tras la designación del peronista Eduardo Duhalde como quinto presidente de Argentina en 15 días. Aquel inofensivo utensilio de cocina se ha transformado en dos semanas en la espada de Damocles que pende ahora sobre todos los políticos, sin distinción.

Marcos Aguinis, 66 años, psicoanalista y escritor que hizo un delicioso retrato de sus conciudadanos en El atroz encanto de ser argentinos, explica la repentina fuerza de la protesta popular contra unos políticos más debilitados que nunca. 'Los políticos viven encerrados dentro de su corporación, y la vida de ellos consiste en estar todo el tiempo midiéndose con sus colegas y temiendo que el otro le gane un espacio a costa propia, en vez de tenerle miedo a la sociedad. Me parece que con el cacerolazo y con el voto del 14 de octubre, también a los políticos se les rompió un poco esa campana en la que vivían encerrados'.

Falla el 'software'

Uno de los misterios indescifrables de Argentina es el símil informático que establece Aguinis. 'Contamos con un hardware maravilloso, porque tiene recursos naturales intactos y tiene recursos humanos que son muy buenos, con un excelente nivel cultural y una sociedad pacífica que aspira a mejorar su calidad de vida. Sin embargo el software falla porque tenemos una mala justicia, impunidad, corrupción, clientelismo político. Argentina tiene como asignaturas pendientes una profunda reforma de la justicia para que se depure de la cantidad de jueces corruptos que se incorporaron desde que recuperamos la democracia'.

El declive definitivo de los partidos tradicionales empezó a vislumbrarse en las elecciones parlamentarias del 14 de octubre, porque el 40% del electorado no votó, lo hizo en blanco o invalidó la papeleta. Y las dos agrupaciones tradicionales perdieron un enorme caudal de votos. Los radicales, englobados en la Alianza gobernante, cinco millones, y los peronistas, dos millones y medio. Ninguna encuestadora duda que aquel 40% de voto de rechazo o voto bronca, superaría el 50% si hoy hubiera elecciones. El desgaste de los dos principales partidos es de tal magnitud que algunos empiezan a pensar en un cambio de nombre de sus agrupaciones, en una especie de solución a la italiana, donde demócratascristianos y comunistas modificaron su denominación de origen tras la acción de la justicia contra la corrupción. Ocurre en el radicalismo y es más que probable que el peronismo haga lo mismo.

Roberto Tito Cossa, 67 años, nacido en Buenos Aires, periodista y autor de más de 20 obras teatrales, hace la siguiente reflexión: 'El cacerolazo es la protesta de la clase media, que venía pauperizándose y que cuando le tocaron el bolsillo, con el famoso corralito, provocó el desmadre. Y como Buenos Aires es una ciudad básicamente de clase media, es donde más se nota. Es una protesta urbana, espontánea, convocada a través de internet, lo que es muy de clase media. A mí el cacerolazo me trajo un recuerdo ominoso. Las cacerolas las usó la burguesía en Chile para derrocar a Salvador Allende. Por eso, me producen cierta irritación'.

Las cosas han cambiado en Argentina hasta el estallido social, que comenzó con los saqueos a supermercados y continuó con los cacerolazos.

Es otro país, la irrealidad de los argentinos, en palabras de Tito Cossa. 'La realidad va por un lado y el argentino va por otro. Creo que esto está tocando fondo, porque es una crisis demasiado profunda y palpable'. Es inédito en Argentina que la mitad de la población sea pobre. 'En 1970 éramos 22 millones, de los cuales dos eran pobres. Ahora somos 36 millones y hay 14 de pobres. Quiere decir que de los nuevos 14 millones, 12 son pobres. Es una relación brutal. Estamos en medio de la ola y no sabemos hacia dónde va'.

El periodista y columnista Joaquín Morales Solá, 51 años, recurre a un anécdota para descifrar la explosión social de las últimas semanas. 'Hace dos meses fui a tomar un café con el delegado en Argentina de las Naciones Unidas y me comentó: 'He estado leyendo las estadísticas de pobreza, desocupación. ¿Por qué este país no está en llamas?' Esta es una pregunta que me hago desde 1995. Porqué esta sociedad aguanta tanto. Durante cinco años nos preguntamos porqué la gente no salía a la calle. Ahora la pregunta es cuándo volverá a casa. Duhalde no había pronunciado el discurso de investidura y ya estaban con las cacerolas'.

Además de la clase media, que ha salido a la calle angustiada por la congelación de los depósitos bancarios -muchos creen que si les devolvieran los plazos fijos se acabarían los cacerolazos-, el otro actor que ha protagonizado acciones más violentas es una clase popular muy golpeada y un amplio sector de marginales, que se apuntan a cualquier cosa. En los actos de violencia de los últimos días se nota una marginalidad, que ha sido utilizada con fines desestabilizadores. Las condiciones de hambre existían y alguien abrió la puerta, sobre todo en los saqueos del cinturón del Gran Buenos Aires y en el asalto al Congreso, donde una quincena de jóvenes fueron capaces de traspasar los enormes portones del palacio y realizar toda clase de desmanes en el interior y exterior del recinto. La policía apareció cuando las llamas devoraban parte del mobiliario.

El cacerolazo es un fenómeno esencialmente urbano, originado en Buenos Aires que se ha extendido a pocas provincias. Por ejemplo, fue mucho más ostensible en la ciudad de Rosario (1,2 millones de habitantes) que en la capital provincial Santa Fe (400.000 habitantes). Juan Luis Correa, productor agropecuario de Santa Fe, explica que la gente que salió con las cacerolas en Rosario era 'toda de clase media alta' para rechazar a los dirigentes nacionales y no provinciales. El interior sintió los efectos de la crisis económica mucho antes que Buenos Aires. Por ejemplo, ante la falta de liquidez, varios gobiernos provinciales emitieron bonos para pagar salarios de empleados públicos.

Protestas diferentes

'En Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja... la gente protesta de otra manera. En lugar de golpear las cacerolas, quema las cubiertas. Las protestas se dieron en el cien por ciento de todo el país, de una u otra manera. Las cacerolas surgen como idea madre de aquellos que no están embanderados con ningún partido político. No queda sólo en una queja, sino en el pedido o el reclamo de que es necesario un plan serio y creíble', dice Marcelo Daniel Martínez, abogado y consultor municipal de Córdoba, la segunda provincia argentina.

'Basta de la corrupción, empecemos de nuevo y saquemos a estos corruptos del poder', exclama Marina Lalli, odontóloga del Viso, en la provincia de Buenos Aires. Algunos dicen que los argentinos son ingobernables. A mí me parece que es al revés, que somos demasiado mansos. Nos dejamos usar hasta que salió el cacerolazo. Pero para mí el cacerolazo es altamente positivo y significativo de que la gente en general se cansó de que la usen y que le mientan'.

Carlos Hoevel, filósofo y profesor de la Universidad Católica Argentina (UCA), en Buenos Aires, opina que el origen del cacerolazo 'es la combinación de dos cosas: un rechazo general a los políticos, y a la bancarización, que precipitó los acontecimientos. Porque de hecho no ocurrió frente a otros acontecimientos políticos igual de graves en otras épocas'.

En provincias como Corrientes o Salta el silencio de la población significa miedo, porque la mayoría depende económicamente del Gobierno provincial, el primer empleador. Los puestos públicos son prácticamente un tercio del trabajo que hay. Una rebelión contra las autoridades provinciales sería como escupir al cielo. 'Hay mucha gente que tuvo que ver con el Estado. La gente que tiene poder es la que está o estuvo con el Gobierno. Aquí se ha vivido mucho del Estado porque no hay industria', dice Cecilia Vila, gerente de una empresa de calzados de la ciudad de Corrientes. 'El hartazgo político popularmente no se manifiesta de forma tan clara como en Buenos Aires. Ésta es una ciudad más chica, todos están comprometidos directa o indirectamente, van a ser marcados. Todos hablamos pero a espaldas. De frente, no nos animamos'.

Elsa Peretti, directora del colegio Santa María en Salta, explica que en su provincia apenas hubo manifestaciones en la calle. 'El salteño de por sí es bastante pacífico y nos conformamos con demasiado poco. Además, aquí el Gobierno no deja espacio para manifestarse, porque hay un temor de que si quieres estar dentro del sistema estás y si no, te vas'.

Para Fernando Mantilla, abogado de empresa de Buenos Aires, 'todo el que golpea una cacerola no está protestando por una misma cosa. No hay un objetivo, ni es un mecanismo que lleva a una propuesta concreta. El que golpea cacerolas no necesariamente está de acuerdo con el de al lado. Permite expresar el descontento, pero no decir cuál es ese descontento, qué es lo que se quiere. Pero para los políticos es un toque de atención muy grande. Tiene de bueno que es una protesta fácil, pacífica y no violenta'.

Demasiado silencio

Hay un antes y un después de la protesta de las cacerolas. 'La sociedad va a demorar mucho en regresar a casa', señala Morales Solá. 'Inexplicablemente, estuvo demasiado tiempo sin expresarse. Hizo una advertencia pacífica el 14 de octubre con aquel 40% de voto bronca. Nadie la escuchó. Y ahora la tenemos en la calle. Aquí ya no aguanta todo. Un cambio muy importante después de lo que ha sucedido las últimas semanas es que los que se saben corruptos no vuelven nunca más al Gobierno. Pasó con Carlos Grosso . Ningún presidente va a designar a alguien con un mínimo prontuario judicial. El problema de las cacerolas es que este país no tiene margen para tomar decisiones económicas que le gusten a la gente, por lo menos durante un plazo razonable. Si se empiezan a tumbar decisiones económicas con las cacerolas, la solución será muy difícil'.

El sistema financiero está al borde del colapso. Con las medidas bancarias decretadas por el ex ministro Cavallo, el 80% de los depósitos retenidos son inferiores a 20.000 dólares. La clase media baja tiene sus ahorros bloqueados. Pero hasta llegar a aquella medida desesperada, las reservas y depósitos habían caído hasta niveles alarmantes. Los 25.623 millones de dólares en reservas que en enero del 2001 respaldaban la convertibilidad, quedaron reducidos a 14.608 millones a finales de diciembre pasado. Es decir, se fueron 11.015 millones de dólares. Los depósitos en dólares y pesos disminuyeron en 19.181 millones.

Retirar los dólares

Con anterioridad a la corrida bancaria de última hora, las principales empresas del país, entre ellas las privatizadas, retiraron la mayor parte de sus depósitos en dólares ante los tiempos difíciles que se avecinaban. Cuando ya había culminado el grueso de la fuga, Cavallo firmó el decreto que impide a todo ciudadano retirar más de 250 pesos o dólares a la semana o mil al mes. 'Estados Unidos, a raíz de la depresión de 1930 perdió el 20% de sus depósitos en dos o tres años. Nosotros perdimos el 24% en seis meses. Esto es un buen parámetro para medir la gravedad de la crisis', dice Morales Solá.

Tras el desmoronamiento del Gobierno de De la Rúa, la alternativa posible era el peronismo. En palabras de Tito Cossa, 'es el único movimiento que puede gobernar porque es el único que junta a las clases dirigentes con las populares, y establece un equilibrio. Los radicales caen siempre porque tienen a los peronistas de opositores. Los peronistas son muy astutos con la clase económica, son un dique de contención del pueblo, que es lo que hizo Perón. Es como la Iglesia: caben todos, los peores y los mejores'. La ideología peronista es tan amplia que cualquiera la puede abrazar y decir 'yo soy peronista y no pago la deuda' (Rodríguez Saá); 'yo soy peronista y tengo relaciones carnales con Estados Unidos' (Menem).

Aguinis define el peronismo con su faz populista, 'que ha sido muchas veces visto como un fascismo tardío, que no logra ser resuelto porque produjo cosas buenas que es una intensa movilización social y satisfizo muchas demandas de la población marginada en su momento. Pero era una corriente que practicaba el culto de la personalidad, que era corporativa, que no toleraba la oposición política, que no era democrática, que estableció un asistencialismo desenfrenado que llevó la corrupción a niveles muy altos y eso activó los defectos crónicos de la Argentina que estaban frenados por la corriente decente ilustrada, democrática, liberal que existió en el país desde la independencia'.

Estaban las dos tendencias: la autoritaria y la democrática. Incluso casi todos los golpes de Estado fueron apoyados por un sector civil que respondía a esa corriente autoritaria. El restablecimiento de la democracia, no sólo en Argentina sino en el resto de Latinoamérica, ha tenido deformaciones graves (desde la década de los ochenta para acá). Hay una falla muy grave en cuanto a la majestad de la ley. La ley puede ser burlada. Por encima de la ley están los caudillos que la arreglan a su manera. Por lo tanto eso genera un clima de impunidad extremadamente perverso que impide que la sociedad avance por carriles previsibles.

Elementos feudales

'No es una casualidad que la mayor parte de los líderes peronistas sean caudillos de provincias donde existen elementos feudales, donde ellos controlan los medios de comunicación de esa zona. De la Rúa perdió una oportunidad histórica de lograr superar a ese tipo de peronismo porque en su coalición había peronistas decentes que querían alejarse de esa corriente, pero cometió graves errores desde el comienzo: se aisló de los partidos que lo apoyaron (UCR y Frepaso) y él, como personalidad, era un individuo que le costaba tomar decisiones', recuerda Aguinis, que ocupó la cartera de Cultura en el Gobierno radical de Raúl Alfonsín (1983-1989).

'Creo que estamos pasando por una experiencia muy dura. Sobre los momentos de gran incertidumbre y de gran desencanto que he vivido en este país quizás ninguno ha sido tan intenso como éste', confiesa el escritor. 'El desencanto, la incertidumbre es realmente muy profunda y va a marcar al país. De allí que la sociedad está deseosa para que el nuevo gobierno tenga éxito. Y la breve experiencia de Rodríguez Saá que tuvo rasgos deplorables en cuanto a un triunfalismo omnipotente, mezquino, parcial que donde la mayor parte de los gobernadores peronistas estaban felices por la caída de De la Rúa, se han dado de narices, porque no solamente se toma el poder sino que hace falta manejarlo bien. Ahora Duhalde aprendió de esa lección, evitó que se cante la marcha peronista, pidió el himno nacional en su lugar y está llamando a la unidad nacional. Dándose cuenta de que lo que la sociedad está pidiendo de una manera muy elocuente es sensatez, conciliación, grandeza, buenas ideas y eficacia para salir adelante. La sociedad está muy desencantada porque se ha sentido engañada, manipulada, usada'.

¿Será Duhalde el acto final de una generación política? ¿La última carta? Contesta Marcos Aguinis: 'No lo creo. El peronismo siempre encuentra la forma de resucitar de sus cenizas. Muchas veces se lo dio por muerto pero vuelve a aparecer, se permite tener nuevas oportunidades a través de nuevos dirigentes, que en última instancia, son más de lo mismo'.

Un grupo ataca a los seguidores de Duhalde ante el Parlamento el día 1.
Un grupo ataca a los seguidores de Duhalde ante el Parlamento el día 1.AP

El mensaje de las cacerolas

'NO QUEREMOS QUE los políticos sólo se bajen el sueldo, queremos además que todas las estructuras administrativas nacionales, provinciales y municipales se reduzcan el 50%. No queremos a políticos que pelean por el poder y se preocupan más por las elecciones de marzo que por resolver los problemas que ellos crearon'. Así comienza un mensaje enviado a través de la Red por un argentino harto, que convocaba a sus conciudadanos a golpear las cacerolas en vez de tirar petardos el 31 de diciembre a las doce de la noche, 'para decirles a estos políticos 'estamos atentos' y no aceptaremos más sus desmanejos e irresponsabilidad'. Mensajes del mismo tono llegaron a miles de hogares de la clase media porteña en los días previos a los cacerolazos. Allí se plasmaba la indignación por los privilegios que goza no sólo la clase política, sino también el poder judicial. Además, se manifestaba el descontento por las nuevas medidas bancarias impuestas por el ex ministro de Economía Domingo Cavallo. El cansancio generalizado por la corrupción del sistema y el rechazo de toda la clase política, incluidos Alfonsín, Menem o Cavallo, entre otros, y de militares y sindicalistas, fue otro de los ejes. El texto concluye invitando a todos los argentinos a un nuevo cacerolazo para demostrar, una vez más, el repudio de toda una sociedad que exige un cambio. Pero no fue el único. En estos días también circulaba en muchos de los ordenadores del país una presentación de los hechos dramáticos que ha sufrido Argentina durante la última quincena de diciembre pasado. Fotografías impactantes ordenadas cronológicamente. Cada una, acompañada por un texto que ilustra los saqueos, el cacerolazo, la huida del ex presidente De la Rúa en helicóptero, las manifestaciones en Plaza de Mayo, el Congreso y el Obelisco, símbolos históricos de las protestas sociales en ese país. Además, refleja en imágenes la brutal represión policial, con balas de goma y gases lacrimógenos, que dejó un saldo de 35 muertos y 4.500 personas detenidas (la mayoría ya liberadas). No faltan los manifestantes violentos que aprovecharon la situación para incendiar locales, autos y bancos. Pero también incita a la reflexión. Describe la enorme riqueza natural que posee Argentina, desperdiciada desde hace años por una ineficiente Administración pública. '¿Quién fue el creador de esta bomba? Políticos incompetentes, malos administradores, diputados y senadores corruptos, sindicalistas traidores, empresarios avaros', finaliza la presentación. Y remata: 'Y vos'. Echándole la culpa a un 'pueblo ingenuo y conformista que lo permite', e invitando a todos los ciudadanos 'a tener la cacerola en mano' a partir del 20 de diciembre en adelante, para llamar la atención de un Gobierno que parece no escuchar los reclamos de una 'sociedad cansada'.

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