Lecciones de un maestro
Este libro reúne seis trabajos del venerable maestro de Heidelberg, repartidos tanto por los volúmenes de sus obras completas como por el derrotero de su larga vida. Entre el primero y el último median casi sesenta años. La introducción sí está escrita para la ocasión, hace dos años, cuando Gadamer tenía 99. Él mismo ha revisado estos escritos, como hace con todas sus obras. Lleva años dedicado al cuidado de su edición completa, que así no será póstuma. Póstumo es más bien él a sí mismo.
Esta misma editorial publicó hace tiempo El inicio de la filosofía occidental, otro libro recopilatorio sobre el tema presocrático, evocado por el propio Gadamer en la introducción y centrado en Parménides. A los artículos del que comentamos (cuyo título quizá hubiera sido mejor traducir como El inicio del saber) les da cierta unidad el central y más extenso, sobre Heráclito. Aquél acababa con el final del fragmento introductorio del poema de Parménides, sin indagar en los trozos sueltos que quedan del resto, donde el eléata seguramente revelaba las palabras que la diosa ponía en boca de los mortales. Éste, en torno a Heráclito y al atomismo antiguo, investiga esa física de los mortales dejada en el primero. Aquél recorría caminos lógico-ontológicos. Éste, los de la antigua filosofía de la naturaleza, que prosigue históricamente en los dos artículos finales hasta nuestros días, en los que esa filosofía olvidada se llama 'ciencia'.
EL INICIO DE LA SABIDURÍA
Hans-Georg Gadamer Paidós. Barcelona, 2001 145 páginas. 8,56 euros
En ambos se trata de lo mis
mo: preguntarse de qué modo ejercieron Heráclito, o Parménides, su función de transmisores de los inicios del filosofar griego. (La vuelta o salto al origen en busca de nuevo sentido). Y para ello Gadamer interroga a la propia obra de ambos tratando de poner el acento en otro sitio en que lo pusieron Platón y Aristóteles, que ya habían generado categorías propias de comprensión e interpretación de esos inicios, con las que han tutelado desde entonces el pensar occidental respecto a esto y otras muchas cosas. (Un ejercicio hermenéutico).
Y el inicio griego del saber, de la filosofía, no fue más, ni menos, que hacerse cargo de la formidable situación de expósito que vive el hombre en el ahí del mundo donde está, en el pequeño espacio abierto de libertad que el todo ordenado del ciclo natural permite al querer y poder humanos. Situación que se hace consciente precisamente en el pensar y que llevó y lleva a preguntas tremendas como: ¿qué había en el principio?, ¿qué significa que algo sea?, ¿significa algo la nada? Las respuestas iniciales se fundaron sobre todo en dos cosas: la physis, el 'ser-ahí-desde-sí en el orden del todo', define Gadamer, y el logos, la intelección e inteligibilidad de este todo. El método, la objetivación, la voluntad de dominio de la ciencia moderna convirtió la naturaleza en simple materia sometida a leyes y el espíritu en pura metodología trascendental e instrumentalizadora. Perdió ese horizonte de la existencia y del orden de las cosas que se mostraba desde sí mismo, regulado por sí mismo, en los inicios del pensar filosófico.
Estos inicios nos interpelan
siempre. Nos hacen conscientes de la confrontación irredenta entre mundo comprensible, el de la vieja physis, y mundo dominable, el de la técnica moderna. Su legado actual y permanente es la consciencia de los límites de la objetivación racional. ¿Hasta qué punto la herencia antigua ofrece una verdad que se nos mantiene oculta bajo las particulares condiciones de conocimiento de hoy? 'Podría ser que tanto en la desacreditada filosofía de la naturaleza como en el recuerdo del concepto antiguo de physis se hicieran visibles nuevos horizontes de problemas', se pregunta y se responde Gadamer.
La traducción de este libro podía haber sido mejor. Ella y algunas erratas contribuyen a que haya cosas -pocas, a pesar de todo- que cuesta entender en el maestro de la claridad.
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