Presos bajo control electrónico
18 reclusos en tercer grado se colocan una pulsera de control telemático para no tener que ir a prisión ni a dormir
Prisiones acaba de poner en la calle a 18 reclusos en tercer grado, de ésos que sólo van a dormir a la cárcel, a los que mantiene controlados a distancia mediante un sistema de vigilancia electrónica. El mecanismo es sencillo. El preso se coloca en el pie o en la muñeca una pulsera con el inocente aspecto de un reloj electrónico sumergible que emite una señal al aire. En su casa se instala un receptor con un módem conectado a Instituciones Penitenciarias. Si el recluso no acude a su casa a las horas que se le han marcado (con un margen de cuartelillo), la alarma se activa. Si se intenta quitar la pulsera, salta.
El mecanismo permite al interno tener una vida más normalizada y no tener que dormir entre rejas. Las pulseras ya fueron probada durante el año pasado y parte del actual en presos en tercer grado (más de 10% de la población reclusa) que cumplían determinadas condiciones, como tener trabajo estable o una vida socialmente normalizada, un buen historial en prisión y una colección de informes penitenciarios favorables. Fue un éxito, según Prisiones.
Pero a pesar del éxito, no está previsto por ahora que se anille con estas pulseras magnéticas a personas en libertad bajo fianza u otras medidas cautelares (presentación periódica en juzgados), con arresto domiciliario o de fin de semana ni con penas cortas de cárcel. De haber sido así, podría haberse aplicado a personas como Carlos Ruiz Santamaría, el narco huido recientemente tras salir de prisión por un 'trastorno bipolar', o a otros casos; como los permisos u otros supuestos con riesgo de fuga. Quizás por eso, la administración penitenciaria catalana también se está embarcando en un sistema similar.
'No está legislado aún para que pueda aplicarse a otros supuestos, sino sólo para los terceros grados', explican fuentes de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias. La única ley que lo contempla por ahora es la Penitenciaria, cuyo artículo 86.4 sentencia que los presos en tercer grado están obligados a pasar un mínimo de ocho horas entre rejas, 'salvo cuando, de modo voluntario, el interno acepte el control de su presencia fuera del centro mediante dispositivos telemáticos'. Las pulseras antisabotaje.
La experiencia piloto de las pulseras magnéticas ha sido desarrollada durante 18 meses con 15 reclusos del Centro de Inserción Social (CIS) Victoria Kent (Madrid). 'Los que participaron lo hicieron de forma voluntaria, ya que se trata de una alternativa a dormir en prisión que ha funcionado francamente bien', según afirman las citadas fuentes.
Superadas las pruebas, Instituciones Penitenciarias sacó el 4 de julio a concurso público la adjudicación del suministro de los sistemas de control (pulseras, módem, ordenadores, receptores, comunicadores). El servicio se denomina oficialmente de 'monitorización (vigilancia remota) de internos'.
El concurso fue adjudicado a la empresa israelí Elmo-tech, la misma que había facilitado los equipos para el programa piloto. Yoav Reisman, presidente de la citada firma, afirmó el pasado mes de octubre en Tel Aviv que el programa tiene un presupuesto de 800.000 dólares anuales (unos 150 millones de pesetas), a razón de un precio medio de 870 pesetas por recluso monitorizado y día. Instituciones Penitenciarias dispone de un presupuesto de 200 millones para desarrollar el asunto durante 2002. El instrumental elegido se denomina EMS-2000i.
El programa se va a implantar inicialmente en 34 centros, en cada uno de los cuales dos funcionarios de los módulos de régimen abierto han recibido cursos de cuatro días sobre el sistema. 'La idea es que en los primeros meses se aplique a 150 presos, todos en régimen de tercer grado, aunque podría llegarse a 300', aseguran fuentes de Prisiones.
La alternativa podría aliviar las cárceles españolas, donde viven casi 36.000 personas, de las que 4.645 ya tenían el tercer grado el mes pasado. Lo que se sustituye es el tener que ir a dormir a prisión a una hora determinada por el tener que llegar a casa a una hora pactada, para que el sistema remoto avise de que el preso está cumpliendo su parte del trato. Incluso está prevista la posibilidad de instalar una terminal de control en el lugar de trabajo del recluso.
Los primeros 18 beneficiarios del programa han salido a la calle esta semana con su pulsera puesta y sin incidencias, cinco en el área penitenciaria de Madrid, siete en Galicia, tres en Bilbao, uno en Málaga y otro en Valencia. Las pulseras suministradas son para los pies. Las reclusas se han quejado porque no pueden ponerse falda. En Estados Unidos, existe el modelo collar: el que intente quitárselo, se queda seco. Aquí, pita.
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