'En la UE los Estados miembros seguirán teniendo la última palabra'
Eurodiputado del Partido Popular desde 1989, Íñigo Méndez de Vigo ha protagonizado en el Parlamento Europeo en los últimos años todos los debates sobre el futuro de la UE. Por eso representará a la Eurocámara en el Presidium u órgano directivo de la Convención, que presidirá el francés Giscard D'Estaing y que debe responder a las preguntas incluidas en la Declaración de Laeken. Nacido hace 45 años en Tetuán, Méndez de Vigo, abogado, ya tiene amplia experiencia en estas lides, porque fue uno de los impulsores y redactores de la Carta de Derechos de la UE proclamada el año pasado por los Quince. Europeísta convencido, apuesta por una Constitución de la Unión y por la elección directa del presidente de la Comisión.
'El papel más regresivo sobre el futuro europeo lo ha tenido Joschka Fischer'
'En la Unión Europea íbamos en un tren sin derecho a preguntar cuál era el destino'
Pregunta. La UE parece sufrir una crisis de identidad cuando llega el euro, el proyecto más importante de la Unión por sus consecuencias económicas y políticas.
Respuesta. No creo que estemos en crisis. La UE avanza mucho en terrenos que se habían quedado en el corazón de la soberanía de los Estados. La UE había hecho hasta ahora mucha política agrícola común, mucha política estructural, y eso a la gente le da igual. Cuando lo que hace es moneda, es política exterior, es defensa... Cuando se acomete una ampliación a 27 o 28, o se habla de jueces y policía, la gente ya se plantea preguntas y problemas.
P. Como las preguntas incluidas en la Declaración de Laeken para saber adónde va Europa.
R. La Declaración constituye una ruptura con el pasado. En los cincuenta empezó a construirse Europa sin saber adónde se quería llegar. En Laeken, por vez primera, hay 64 preguntas sobre qué Europa queremos. Hasta ahora parece que íbamos en un tren sin derecho a preguntar cuál era la estación de llegada, el precio del billete o cuánto iba a durar el trayecto.
P. ¿Cuál es la pregunta clave?
R. El tema clave es saber si la UE va a ser, como hasta ahora, una organización de integración en que se ponen en común competencias supranacionales o va a ser un organismo de cooperación internacional.
P. Es el debate entre quienes defienden que ya es suficiente con la situación actual o quienes luchan por una unión política.
R. Las comunidades europeas eran un mercado común y nada más. Desde el primer documento constituyente de la Unión, la declaración del 9 de mayo, se habla ya de un objetivo final, una federación europea, una unión política a fin de cuentas. No tiene ningún sentido quedarse en un mercado, para esto ya existía la EFTA, la asociación de libre comercio. Creo que, además, el empujón definitivo lo dará el euro. Cuando circule en nuestros bolsillos veremos cómo el sentimiento de identidad europea saldrá reforzado.
P. ¿Cree que cada día es más clara la fórmula final de una federación de Estados-naciones?
R. No voy a planteamientos nominalistas, pero creo que los Estados continuarán siendo los dueños del proceso. Y me parece bien. Europa son los Estados, los que tienen que estar presentes en el Consejo y definir los intereses nacionales. Habrá fórmulas para que las regiones o las corporaciones locales participen, sobre todo en la ejecución, pero los Estados seguirán teniendo la última palabra.
P. Pero la Declaración de Laeken tiene claro tono federalista.
R. Entendiendo por federación que hay una serie de competencias que se ponen en el centro y que de allí se ejecutan de forma descentralizada. Entendiendo así el federalismo, entonces sí.
P. Por primera vez se introduce a las regiones en el debate sobre el reparto de competencias.
R. Pero no se refiere a una repartición tripartita de competencias, que hubiera sido conflictivo. Laeken no dice que tenemos tres niveles de repartición, sino dos: los Estados y las instituciones europeas. Muchas disposiciones de la UE son ejecutadas al final por las regiones, pero no creo que las regiones sustituyan a los Estados. No está en Laeken, ni creo que fuera bueno.
P. Usted suele insistir en que hay un foso entre los ciudadanos y las instituciones. ¿Se reducirá si la UE acaba teniendo una Constitución?
R. Creo que sí. Debiéramos tener un texto básico, conciso, en el que se determinen las reglas de juego, que es lo que los ciudadanos comprenden. La gente comprende perfectamente qué es una Constitución. Ya tenemos el precedente de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, que en 49 artículos deja todos los principios muy claros. Debiéramos tener algo como la Constitución americana, que todo el mundo se sabe de memoria.
P. ¿No es sorprendente que esas referencias a la Constitución las hayan aceptado también el Reino Unido y los nórdicos?
R. El papel más regresivo sobre el futuro de la Unión lo ha tenido Joschka Fischer , al pretender eliminar la política de cohesión renacionalizando los fondos estructurales, regionales. Si esto se recubre luego con el manto de la Constitución y de la federación, yo no lo quiero. Me ha gustado la reacción de británicos y nórdicos, porque así se ha logrado algo que jamás se hizo: abrir el debate.
P. ¿Defenderá usted, como representante de la Eurocámara, la elección directa del presidente de la Comisión?
R. Sería una buena cosa y ayudaría incluso a las elecciones al Parlamento Europeo. Me sorprende que el 40% de la gente vaya a votar a las europeas. Es un milagro. Hay que buscar la legitimidad democrática del presidente de la Comisión.
P. ¿Es partidario de un Gobierno europeo?
R. Ya existe, y es la Comisión. Es cierto que también el Consejo tiene competencias ejecutivas, además de legislativas, que debería realizarlas en público, pero tendrán que convivir como ahora. No quiero un Consejo que sea una Cámara alta. La Comisión tendrá que ser un órgano más político.
P. La crisis provocada por el 11 de septiembre ha puesto en claro los límites actuales de la política exterior de la Unión.
R. Sin duda. Las cosas han cambiado de una forma dramática en el mundo, pero al mismo tiempo nos ha sacado de una situación de cierto letargo. Si no nos movemos, tenemos el riesgo de quedarnos fuera. Y la UE se ha movido. En el terreno de la justicia y la seguridad, ha habido un avance sideral. La guerra de Afganistán nos ha planteado toda la cuestión del sistema europeo de defensa. Vivimos muy cómodamente bajo la OTAN, pero ahora tenemos que tomar decisiones para ver si, al menos en nuestro patio, Europa quiere ejercer su poder de decisión.
P. ¿Cómo analiza la próxima presidencia de la UE que corresponde a España?
R. La presidencia española no lo tiene fácil. Los capítulos a negociar sobre la ampliación son muy difíciles. El programa es ambicioso y, a la vez, se han creado muchísimas expectativas.
P. Esos difíciles capítulos se negociarán en plenas elecciones francesas y en periodo preelectoral en Alemania, lo cual aún complicará más los acuerdos en la política agrícola común o los fondos europeos.
R. Sí, sí. Creo que hay que ser muy prudentes. Hay que dejar un poco al lado ese ardor guerrero de ánimo y ser muy realistas. En la UE se habla de 'presidencia milagro', y quizás convenga ser más realista.
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