El trajín de Paraguay
'QUÉ CALIDÁ'. Ésta es la expresión que nos repetían a menudo, al enterarse los paraguayos de que no íbamos a su país como miembros de ninguna Iglesia, ni a vender (ni a traficar) nada; que éramos simples turistas. Un poco pioneras, quizá. La única guía que pudimos encontrar nos la proporcionó la Embajada de Paraguay en Madrid.
Nos aventuramos a hacer un recorrido que no aparecía siquiera en la guía. Se trata de un itinerario muy recomendable si no se es escrupuloso y se tiene pasión por los espacios abiertos, la naturaleza y lo más genuino de cada país. Resulta una rica experiencia agarrar -no coger, claro- un barco, el Alquidabán, que sale todas las semanas de Concepción, a 410 kilómetros al norte de Asunción, y disfrutar de la travesía por el río Paraguay, amplio y hermoso hasta el pantanal, observando su deslumbrante fauna de yacarés, capibaras, pirañas, boas y una infinidad de pájaros. Igualmente impactantes son las orillas siempre verdes y esas nubes tan especiales, compactas, blancas, brillantes, tan al alcance de la mano como luego están las estrellas por la noche.
El viaje está repleto de actividad: toda clase de mercancías van y vienen, y hay un constante trajín de gente encantadora que sube y baja, con quienes puedes compartir lo mismo una agradable conversación que la omnipresente bebida nacional, el tereré. Sólo por esto merecería ya la pena venir hasta aquí, pero si se quiere algo más, se pueden visitar sus parques naturales o sus muchos lagos, algunos inmensos, como el Ypacaraí, cerca de la capital. Y, por supuesto, ya que están muy cerca de Ciudad del Este, las cataratas del río Iguazú. Un espectáculo único, impresionante, que, por mucho que se describa, nunca se puede hacer justicia a la experiencia de encontrarse allí, viendo, escuchando, sintiendo.
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