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Tribuna:ARTE Y PARTE
Tribuna
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Puig i Cadafalch frente a Ildefons Cerdà

Este primer año de siglo se ha dedicado -en los ambientes de la cultura local- a Josep Puig i Cadafalch, arquitecto, historiador, político y promotor cultural, una de las personalidades catalanas más insignes del siglo XX, un equilibrio inteligente entre el modernismo y el noucentisme. El año ha dado resultados plausibles, aunque no se han superado aportaciones anteriores, como el texto crítico de Alexandre Cirici (1966), la biografía de Enric Jardí (1975) y la exposición organizada por La Caixa (1989). Ni siquiera se han acabado de clasificar sus ideas urbanísticas, especialmente en su ferviente oposición al Ensanche de Ildefons Cerdà, una de las polémicas más interesantes de la primera mitad de siglo XX.

Dejando aparte las primeras críticas al Plan Cerdà que se basaban en diversas contraposiciones políticas y, sobre todo, en la incomodidad que representaba la extemporánea imposición del Gobierno de Madrid sobre las decisiones del concurso convocado por la ciudad de Barcelona, la primera oposición razonada apareció con la nueva mentalidad noucentista, centrada en las radicales afirmaciones de Puig i Cadafalch, ejerciendo a la vez de político y de arquitecto.

Los dicterios anti-Cerdà están muy bien seleccionados en el libro Inicis de la urbanística municipal de Barcelona, catálogo de una exposición dirigida en 1985 por Manuel Torres i Capell. La argumentación de Puig se resume en los tres artículos que publicó en La Veu de Catalunya en diciembre de 1900 y enero de 1901 y responde todavía a las visiones románticas del modernismo: contra la inexpresiva monotonía, contra la falta de jerarquía, contra la geometría copiada de 'les ciutats cursis de l'Amèrica del Sud', contra la falta simultánea de artisticidad, pintoresquismo y monumentalidad, todavía bajo la aureola ochocentista de Camilo Sitte.

En 1904 se convoca un concurso internacional para resolver los enlaces con las poblaciones agregadas que se interpreta enseguida con un objetivo mucho más ambicioso: la modificación del Plan Cerdà. El proyecto vencedor de Leon Jaussely y su posterior simplificación un poco provinciana (1917) son ya la proclamación de una idea noucentista de ciudad que sustituye la 'cuadrícula cursi' y el 'racionalismo desalmado' del Ensanche por unos trazados Beaux Arts según los modelos de las grandes capitales europeas de la segunda mitad del siglo XIX. Eugeni d'Ors proclama a Jaussely noucentista preclaro en su Glossari de 1907. Puig es el capitán de esa operación y sólo acepta a Cerdà en la operación de apertura de la Via Laietana, después de introducir en ella los mejores detalles paisajísticos con la valoración de los testimonios históricos y de las visuales pintorescas del Casc Antic, además de construir en ella la casa Guarro, el mejor edificio noucentista de la avenida.

El plan Jaussely era un documento importante, quizá uno de los más significativos de la ola urbanizadora de los arquitectos centroeuropeos durante las primeras décadas del siglo. Pero no encontró en Barcelona la capacidad económica ni la gestión política que requería. Sirvió, en cambio, para mantener consensuada la crítica al plan Cerdà. En la década de 1930 los escasos jóvenes racionalistas del GATCPAC intentaron una revisión de Cerdà incluyéndolo en las propuestas modernas de lo funcional y lo sociológico. Pero el plan no fue realmente enaltecido hasta los años cincuenta del siglo XX, en que se celebró su centenario. Aparecieron unos reivindicadores -yo, modestamente, entre ellos-, la mayor parte de los cuales acabaron convirtiéndose en unos fanáticos. El Plan Cerdà se presentaba como el punto culminante del urbanismo moderno y progresista: homogeneidad social, respuesta a la nueva tecnología circulatoria, utopía socialista, antimonumentalismo urbano, respuesta formal al análisis de las condiciones de vida de la clase obrera.

Durante estos años de euforia cerdista han sido olvidados algunos defectos reales del plan. Nadie se ha atrevido a hablar de la ingenuidad de su trazado rectangular, que tiene antecedentes históricos muy claros, ni del fracaso del intento igualitario superado por una definitiva discriminación social, ni de la falta de puntos significativos que sugirieran alteraciones de convivencia, ni de la ausencia de proyectos fiables de espacio urbano, ni del grave olvido de una realidad geográfica como la plaza de Catalunya, ni del pésimo diseño de lo que tenía que ser el nuevo centro de la ciudad -hasta hoy fracasado por culpa de ese mismo diseño- en la plaza de las Glòries Catalanes. Por no hablar del error más importante: la equivocada dimensión de las densidades de edificación que él mismo intentó corregir con un nuevo proyecto, generador precisamente de toda la posterior degradación especulativa. No fue la avara povertà la que acabó consumiendo las posibles cualidades del Ensanche, sino su propio diseño equivocado. O su falta de diseño arquitectónico.

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Ya que se está acabando el periodo fanático, convendría ahora criticar desapasionadamente al Ensanche. Y, para ello, matizados y modernizados, atender los viejos argumentos de Puig i Cadafalch no sólo como consideración crítica, sino como programa para establecer posibles mejoras en todo el barrio. Por ejemplo, me parece un error el intento de recuperar los paupérrimos restos de los patios de manzana, el esfuerzo para unificar estéticamente las fachadas, el orden minucioso de la continuidad viaria, la regulación de alturas y alineaciones. No estaría mal recordar discretamente a Jaussely -y a Puig i Cadafalch- para crear puntos insólitos, alternancias de perspectivas, diagonales extemporáneas, disonancias que permitieran superar la 'cursilería de la cuadrícula', como en su tiempo intentaron Domènech i Montaner con el hospital de Sant Pau, Gaudí con la Sagrada Familia y La Pedrera, el propio Puig con la casa Serra, Mitjans en el cruce de Balmes y Diagonal, Antoni Bonet en la calle del Consell de Cent, anulando la manzana y el protagonismo sumiso del vulgar chaflán. Seis obras que hoy, con las actuales ordenanzas estéticas, estarían prohibidas.

Oriol Bohigas es arquitecto.

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