El castellano en Cataluña
En el artículo publicado el 10 de diciembre bajo el título El castellano en Cataluña, Vicenç Villatoro postula dos afirmaciones básicas. Según la primera, el autor está convencido de que el castellano está en Cataluña para quedarse. Es decir, el castellano en Cataluña no es un accidente y permanecerá y será hablado por futuras generaciones. En la segunda se postula que la supervivencia del catalán sólo estará garantizada si existe un cambio de estatus jurídico de Cataluña que permita un mayor poder político.
A la primera afirmación sólo me gustaría poner de relieve su obviedad. La realidad de Cataluña es que casi la mitad de los ciudadanos catalanes tienen como primera lengua el castellano. No creo que el hecho de que el nacionalismo catalán reconozca esa realidad sea relevante. Con todo, es un giro interesante, en la medida en que hasta ahora ese mismo nacionalismo simplemente la ignoraba. En cuanto a la segunda afirmación, me permito invitar al autor y a todos los lectores interesados en este tema a que lean el magnífico ensayo de Albert Branchadell La hipòtesis de la independència, editado por Empúries. Branchadell sostiene la tesis contraria, a saber, que la independencia de Cataluña no sólo no sería beneficiosa para el proceso de normalización del catalán, sino que incluso podría perjudicar su consolidación. Para ello se basa en unos argumentos de gran solidez, manejando tanto estadísticas de carácter sociolingüístico como normas de derecho internacional que regulan y protegen a las minorías.
En conclusión, vaticino que si el sistema actual de normalización se inclinase hacia un mayor grado de monolingüismo, es decir, se asemejase al sistema de enseñanza de lenguas vigente en Bélgica o en Quebec -donde cada comunidad lingüística sólo conoce y utiliza su propia lengua-, cometeríamos un grave error y los más perjudicamos seríamos los propios catalanes al perder la oportunidad de poder comunicarnos en castellano.
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