Asomo a la oquedad
Los lectores de Javier García Sánchez, los que leyeron novelas rotundamente románticas (neorrománticas las tildó algún crítico) y apasionadas como La dama del Viento Sur o La historia más triste, encontrarán que en su último libro el autor barcelonés da la sensación de dominar más su materia, de no ceder a su ya conocido impulso verbal, de atender más a las exigencias de desarrollo y arquitectura que toda novela exige que se respeten. Es verdad que en La vida fósil, Javier García Sánchez ya ensayaba la exposición de un drama individual próximo a los lectores, absolutamente alejado de esas pasiones autodestructivas y con cierto toque exótico que configuraban sus libros más celebrados. En Falta alma el argumento cede terreno a una rápida identificación social y la escritura se convierte en un medio descriptivo (y ¡humorístico!) absolutamente alejado de aquellos torrenciales monólogos. Falta alma está escrita en tercera persona. Ésta no es una cuestión baladí en esta novela. La voz omnisciente lo es con todas sus consecuencias, no hay indicios que hagan suponer que alguien en la trama de esta novela focalice la acción, aunque sí se nota demasiado que hay un interés pronunciado en que lo se dice o se expone (como quien expone una opinión o un estado de ánimo) sea atendido (y tal vez asentido) por el lector. Veamos su asunto central. Una chica, María, acude a un anuncio en el que se solicita una persona para cuidar a un anciano de ochenta años y con Parkinson. Antes de ser presentada a Rafael Grande, que así se llama el octogenario, María debe enfrentarse a sus dos sobrinas, Leonor y Begoña, que no paran de presentarle un cuadro de lo más desalentador. María supera la situación y accede a cuidar a Rafael. En realidad, la novela se divide en dos amplios escenarios: el que muestra a María con las incómodas sobrinas y el que muestra a María con Rafael en una especie de duelo, curiosamente, no menos teatral que el primero con las dos mujeres. Rafael es un erudito en música clásica. Sus conocimientos son apabullantes, lo son tanto, como lo son sus afinidades literarias (muy sospechosas en un personaje que lo imaginábamos adicto a la literatura de Valle-Inclán y Baroja y nos sale, en un eclecticismo inverosímil, lector de James y Hermann Broch). De María no sabemos nada, cosa también curiosa en un personaje que está llamado a ser la única persona que ablande al cascarrabias de Rafael. En un momento se dice en la novela que Rafael 'se ríe de sí mismo y de todo el mundo'. Esto radiografía perfectamente al héroe de García Sánchez, un personaje que no muestra nada más que eso y sus vastos conocimientos musicales. A María le cabe, parece ser, el honor de encontrar en ese hombre con demasiados atributos la metáfora de un mundo falto de alma.
FALTA ALMA
Javier García Sánchez
Planeta. Barcelona, 2001
288 páginas. 2.600 pesetas
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