¿Quién llora por ti, Argentina?
Buenos Aires es, y ha sido siempre, la ciudad más cruelmente sentimental del orbe. El folclor, la añoranza de Europa y la fina inteligencia de los argentinos les han empujado siempre hacia la melancolía. A pesar de ello, los altivos porteños se han considerado siempre los latinoamericanos más cultos, occidentales y avanzados. Pero en los últimos años las cosas no son como antes. A la pujanza argentina de la primera mitad del siglo XX han seguido unas décadas devastadoras en lo social, en lo político y en la economía. Antes, en los años treinta, los parámetros macroeconómicos de Argentina eran casi idénticos a los de Canadá. Hoy, el país está al borde de la suspensión de pagos, con menos fe en sí mismo que nunca. La clase media ha sido diezmada, la autoestima colectiva está pulverizada, y la economía, para desastre de propios y extraños, no para de desangrarse.
Las limitaciones a los movimientos de capital impuestas por el Gobierno podrán ser tildadas fácilmente como inconstitucionales
A sólo pasos de la catástrofe, el ministro Domingo Cavallo acaba de echar mano a una herramienta de dudosa legalidad, pero que parece haber puesto freno esta semana al vertiginoso camino que amenazaba acabar con el sistema financiero y herir de muerte el delicado mecanismo de reestructuración de la deuda pública argentina.
Mediante un simple decreto gubernativo, se establecieron a partir del pasado lunes drásticas modificaciones a los movimientos de fondos de los depositantes argentinos. Y ello pese a que dos meses atrás, el Congreso había aprobado una ley que aseguraba la intangibilidad de los depósitos captados por las entidades financieras.
El polémico decreto de esta semana -que ya obtuvo un fallo adverso por parte de un juez en lo contencioso administrativo a solicitud de un particular- podrá fácilmente ser tildado de inconstitucional tanto por afectar la garantía de la propiedad de los depositantes, como por su pretensión de modificar lo dispuesto mediante una norma legal de jerarquía superior, procedimiento vedado por la Constitución argentina. Baste, como botón de muestra del sentir popular tras las medidas, nuestra propia experiencia como abogados presentes en Argentina: desde el pasado viernes trabajamos en la constitución de una asociación de damnificados por estas medidas.
Sin embargo, los mercados han reaccionado favorablemente, y hasta la Bolsa de Madrid recompuso sus valores tras la buena acogida inicial a las medidas del Gobierno de De la Rúa. Este fin de semana, Cavallo se encuentra en Washington tratando de que el FMI dé marcha atrás en su negativa a entregar a la Administración De la Rúa 1.260 millones de dólares por incumplimiento de los objetivos fiscales del tercer trimestre.
Todo esto se desarrolla en un contexto de fuerte aislamiento y debilidad del presidente De la Rúa, quien gobierna sin vicepresidente desde octubre de 2000 por renuncia de Carlos Álvarez, y que acaba de desayunarse con la designación de un presidente del Senado perteneciente a la oposición, que permite al peronismo colocar un virtual vicepresidente, tras su reciente victoria en las elecciones legislativas, y que parece encaminarse a lo que siente como su hábitat natural: el Poder.
Muchos argentinos, tan críticos hoy consigo mismos, no conocen el popular dicho que a muchos extranjeros comentan otros expatriados al llegar al aeropuerto de Ezeiza: 'Los argentinos trabajan de día para destruir lo que la naturaleza construye de noche'. El país, uno de los mejor dotados de recursos de todo el orbe, se enfrenta a una hora decisiva. La crisis amenaza con devorarlo todo, incluido el propio sistema. Pero, aunque Argentina pueda tocar fondo, no morirá.
Javier Cremades y Juan Pablo Gallego son, respectivamente, presidente de Cremades & Calvo Sotelo y socio director de su oficina de Buenos Aires.
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