"La música no es cualquier cosa en Euskal Herria"
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Alejandro Zabala (Azpeitia, 1954), formado como pianista en Bilbao, Madrid, Zúrich y Salzburgo, habla con devoción de la soprano rumana Ileana Cotrubas. Conocer y trabajar con 'su musa, su consejera, su amiga' supuso 'una catarsis', que marcó su carrera, especializada en el acompañamiento vocal.
La agenda de conciertos del pianista Alejandro Zabala para la temporada 2001-2002 ya se encoantraba cerrada cuando aceptó el pasado verano el cargo de director artístico del Centro Superior de Música del País Vasco. Con las clases ya en marcha, ahora compagina la interpretación, la docencia y la responsabilidad de marcar la línea artística del Conservatorio.
Pregunta. ¿Qué hace un pianista en un trabajo de despacho?
Respuesta. No tengo un trabajo burocrático, soy un director artístico. El director artístico es la cabeza visible, la imagen externa del centro y también quien marca las directrices filosóficas, quien indica por donde debe caminar en los planteamientos académicos. No se ocupa de la mecánica académica, sino que genera ideas.
P. ¿Y cuáles son las suyas?
R. Podíamos habernos limitado a hacer un conservatorio al uso. Buscar los profesores que den las asignaturas que la ley marca, organizar la mecánica para que los alumnos obtengan un título y se acabó. En lugar de eso, hemos apostado fuertemente por la calidad de la enseñanza, con unos profesores que, a nuestro criterio, son los mejores en cada especialidad. Hemos buscado profesores en activo, que están pisando escena, que puedan aportar su técnica actualizada y les hemos dado libertad absoluta de presencia en el centro. Es decir, total y absoluta libertad de horarios. Son criterios de diferencia con cualquier otro centro, porque el criterio base es la calidad de la enseñanza. A lo mejor al profesor lo ven cada 15 días o una vez al mes, pero compensa con creces. Yo, personalmente, opto porque la trabazón del esqueleto del centro no sea obstáculo para que los profesores puedan desarrollar su propia personalidad pedagógica. Muchas veces nuestros conservatorios han ahogado la personalidad didáctica de los profesores por las trabas burocráticas.
P. ¿Qué es lo que se debe aprender en este nivel musical?
R. Hay que formar un profesional solvente, en la especialidad que sea; hay que darle los medios técnicos que necesita para funcionar y competir en Europa. No queremos hacer hincapié sólo en el aspecto técnico del instrumentista que toque, del compositor que componga, del docente que enseñe; eso tiene que estar unido a un bagaje humanístico que le conforme como un músico integral. Nosotros lo tenemos claro, la especialidad es el tronco de la enseñanza de este centro. Los profesores de las asignaturas mal llamadas complementarias, están en función de la especialidad.
P. ¿Y cuál es la respuesta de los alumnos?
R. Son los primeros interesados. El que viene al centro superior ha hecho la opción de ser músico profesional. Debemos conseguir que pueda ganarse la vida con ésto. Todas las asignaturas son necesarias para conformar su personalidad, para estimular su imaginación y para que pueda crecer como músico, pero nunca ahogar el tiempo que necesita para la especialidad. El instrumento es una cosa muy esclava, hay que entrenar todos los días, porque hay una esclavitud muscular, es nuestra gran tragedia. Es otra de nuestras directrices.
P. ¿Estudiar música tiene futuro?
R. Indudablemente, por supuesto que sí. Si no tuviera futuro, no tendría sentido que este centro se creara. Ciñiéndonos sólo al País Vasco hay muchos campos profesionales que están vírgenes.
P. ¿Cómo van a ser las relaciones del centro con las instituciones musicales del entorno?
R. Todas las que podamos. Por ejemplo, el profesor de Dirección de Orquesta va a ser uno de los titulares de la Orquesta Sinfónica de Euskadi (OSE) [Gilbert Vargas] y los alumnos van a tener la posibilidad de trabajar con la OSE. Necesitamos tiempo para aprovechar las posibilidades que tenemos en el país, que son muchas.
P. ¿Está de acuerdo con el tópico de la gran afición musical de los vascos?
R. Creo que sí. En la tradición coral no creo que haya dudas. No es habitual en todas las sociedades que haya un coro en cada pueblo. Responde a un tipo de sensibilidad. La música no es cualquier cosa en Euskal Herria, es una parte de la cultura muy importante.
P. ¿50 profesores para 55 alumnos no es un lujo?
R. La enseñanza musical tiene que ser así. Si el alumno de aquí no sale, habría que llevarlo a la Bastilla, a que lo guillotinen. Los músicos vascos, para tener lo que tienen aquí, han tenido que peregrinar por todo el mundo. Ahora lo tienen aquí.
P. ¿Qué opina de la polémica sobre la ubicación del centro en San Sebastián?
R. Cuando yo leía eso en la prensa no me tocaba, todavía no había recibido la invitación para ser director artístico, pensaba que eran fricciones interterritoriales, a las que estamos tan acostumbrados. Y de la misma forma tangencial lo sigo viendo ahora. Primero, no nos compete la decisión política de ubicarlo aquí. La polémica no existe, es un hecho consumado.
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