Barça: crisis al cuadrado
Desde hace un tiempo el Barcelona viene emitiendo en la Liga una serie de signos preocupantes y de difícil interpretación, puesto que están en clara contradicción con su firme transitar por la Copa de Europa. Los azulgrana sólo han ganado nueve de los últimos 27 puntos disputados en el torneo español mientras que en la Liga de Campeones han saldado con victoria seis de sus siete partidos, el último en Anfield.
Puede ser que al Barça le pase lo mismo que al Deportivo y lo que en su día le ocurrió al Madrid. Empeñados en alcanzar el invierno como líderes europeos, los grandes vienen llevando la Liga sin prestarle mayor atención que la de no perder comba, vigilándose de reojo. Ni deportivistas ni barcelonistas han ido a por el campeonato de buenas a primeras. Les entró el vértigo a la que se pusieron los primeros, una concesión que ha agradecido el Madrid, que ahora aparece como el equipo más armado, en oposición al Barça, que, de repente, se presenta como desfigurado.
Los azulgrana han aflojado en la Liga, en la que no actúan con la misma determinación que en la Champions, en la que quizá los rivales le tienen menos calado y la competitividad es menor. Hasta hace bien poco la defensa sostenía a los medios y los delanteros. De la mano de Rexach, el Barcelona se había vuelto un equipo convencional, que anteponía la zaga de cuatro al juego de los dos extremos y el ariete, el resultadismo al espectáculo. Y la hinchada se lo ha consentido hasta que cuenta sus partidos por derrotas.
Tres errores en dos partidos de Andersson han desmontado al que parecía el Barça más endurecido de los últimos tiempos, un equipo al que de nuevo se acusa de frágil y estéril, falto de un jugador bandera, poco dañino, defensor de un fútbol ya caduco. Hoy todo vuelve a ser cuestionable, desde el central al extremo izquierdo, pasando por el medio centro y el media punta, y se reprocha por igual los goles recibidos que la poca capacidad para marcarlos. Ya no se habla de corregir, sino de cambiar.
Rexach ha dado ciertamente muchos tumbos y cambia el dibujo a cada partido, reflejo seguramente de su falta de autoridad y fiabilidad. Pero más que su proceder en el campo ha sorprendido su respuesta en el vestuario: tras afrontar la Copa como una excursión a Figueres, ha concentrado dos días al equipo en el Muntanyà a la espera del Galatasaray y amenaza con dejar a los jugadores sin vacaciones de Navidad.
El ruido de Charly ha ido acompañado del trasiego del presidente y el director deportivo. Todos a una han comparecido en el camerino para solidarizarse no se sabe bien con quién. Lejos de delimitar y relativizar el problema, lo han agrandado, de manera que las dudas y la desconfianza han aumentado hasta hacer creer que el Barça tiene una crisis de identidad. El Madrid ya pasó por un apuro parecido, pero lo resolvió porque el club aguantó al equipo. No dudó de Zidane. En el Barça, en cambio, es el equipo el que aguanta al club. Y hoy ni se sabe cuál es el papel de Saviola.
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