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Tribuna
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Sexo, clero, talibanes y dinero

Aunque no está de moda practicar anticlericalismo, el sexo de la Iglesia estuvo, durante un tiempo en candelero; al menos, el suficiente para que nuestras eminencias en Dios respondieran que en el fondo se trataba de un contubernio de los medios de comunicación. Vaya, que los teníamos rodeados. Al final, como recordarán, la clave de la interpretación fue que la culpa de esos arrebatos se debía al 'peso de las culturas propias'.

Luego nos enteramos de que no habían renovado los contratos laborales a tres profesoras de Religión porque para enseñar Religión una tiene que comportarse como Dios manda. ¿Casada con un divorciado? -ah, no, nuestra juventud tendrá un mal modelo de lo que dicta la moral católica sobre el santo matrimonio. ¡Pero, monseñor, si resulta que una servidora está en contra del aborto y del divorcio! No importa, no vas todos los domingos a misa. Pero, padre, si los chiquillos me quieren mucho y los padres están muy contentos con mi labor pedagógica. Nada, nada, no puede seguir trabajando con nosotros (aunque les pague el Estado).

¿Que se toma una copas a la salida de clase con los compañeros? ¡Qué desfachatez, qué falta de seriedad, adónde vamos a llegar! Así se rumiaba en el obispado de Málaga (es que tengo más a mano lo sucedido en Monda por mi condición de malagueño en Madrid) y los demás obispados de España, cuyos guardianes de la Palabra de Cristo convertida en 'asignatura' se rasgaron las sotanas al enterarse, era ya el colmo, de que una profe de Religión era o había sido concejala de Izquierda Unida. Total: otra fuera y nuestro Gobierno mirando estos atropellos desde la barrera que le otorga el concordato con el Vaticano.

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Hablando de estas cosas en la sobremesa un día nos dio por enseñarles a nuestros hijos (es que hicieron Ética) algunas cosillas de la vida de Jesús que aprendimos en el colegio. Yo no creo en Dios, mucho menos voy a creer que tenga un Hijo. Pero, las cosas como son, tres pasajes del Nuevo Testamento me siguen haciendo tilín, ya que dicen algo de la psicología del tal Jesús. Eso de escuchar los consejos de su marchosa madre y cambiar en una boda el agua en excelente vino para que no se rompiera la alegría de los comensales, a mí me parece propio de una persona con talento para los milagros. JesuCristo, cuando quería, estaba sembrao; dicen que nunca llegó a reírse pero el milagro de la alegría con los demás, ese puntito festivo alrededor de una buena mesa, lo hizo él posible. San Juan: II, 11. Amén.

Otro día les dimos a leer lo de la puta. Esto sí que tiene gracia y desvela la generosidad de este 'noble hebreo' (son palabras de Nietzsche) que, según cuenta san Lucas en VII, 38, fue invitado a casa de un fariseo, un tal Simón. El cuento sagrado dice: 'y arrimándose por detrás a sus pies, comenzó a bañárselos con sus lágrimas, y los limpiaba con los cabellos de su cabeza y los besaba, y derramaba sobre ellos el perfume'. María Magdalena, una mujer de mala vida, ¡estaba tocando a Jesús! El fariseo va y se mosquea: ¿qué pasa?, ¿éste va de profeta y no sabe que es una fulana? Y Jesús, que sabía calar muy bien a estos chupaodios y señoritos de la buena conducta, le sorprende echándole en cara algo tan elemental en las relaciones humanas como esto: tú, que vas de lo que vas, no me has dado el ósculo de paz, no me has dado un beso de bienvenida, mientras que 'ésta' desde que llegué no ha parado de besar mis pies.

Primera conclusión: para nuestros actuales príncipes de los sacerdotes, ni Cristo ni la Magdalena hubieran dado la talla para poder dar clases de Religión.

En esto llega Gescartera y el Espíritu Santo especulativo, que el ataque a EE UU deja en un segundo plano. Está a punto de otoño y de verse renovado el eterno retorno de lo memo de nuestros creyentes, de los que por encima de todo necesitan creer, necesitan ser consumidos. Resulta que el mejor cliente de Gescartera Dinero es el Arzobispado de Valladolid cuyo cepillo asciende a unos mil millones de pesetas. No es un caso aislado, sino práctica generalizada: Monjas Cistercienses, Agustinas Misioneras, Hermanas Escuelas Cristianas, Arzobispado de Burgos...

Segunda conclusión: ¿que esto no es un ejemplo de 'doble moral'? De manera que -'La Verdad os hará libres'- por un lado se critica los domingos desde el púlpito ciertas prácticas 'capitalistas' anticristianas, al fin y al cabo, repiten con la boca chica, mi reino no es de este mundo; pero nuestros obispos, arzobispos y demás instituciones religiosas son captadas, qué malos los gescarteristas, qué inocentes y buenos los gescarteristas beatos, por la cultura bursátil del pelotazo. La España-cañí-va-bien. El fin justifica los medios. 'Un puntito más', decía recientemente un alto clérigo en el programa de Victoria Prego, como si no estuvieran hablando de especulación. Queda por ver de dónde saca la Iglesia tanta pasta gansa, porque si encima fuera del Estado sería para morirnos de la risa por nuestra estupidez. Y si se demuestra que, aunque la verdad nos haga libres, hay que saber engañar a la CNMV para recuperar parte de lo perdido que, me encanta este país, pertenecía a la Policía, entonces que mi X de Hacienda se la den a Zidane.

Pero no es sólo doble moral, sino una profunda falta de caridad (lo señaló otro que va para el Infierno: mi admirado Carlos Castilla del Pino) hacia el prójimo que había invertido en el chiringuito financiero. Amor al prójimo, amor del bueno, hubiera sido la voz de alarma que el Arzobispado de Valladolid tendría que haber dado. Pero lo mismo se queda sin el famoso cheque que Gescartera le da meses antes de que se descubriera el pastel.

Volviendo a mis hijos, nos acordamos del cabreo que un día coge Jesús al entrar al templo y ver que, lo cuenta san Marcos en XI, 17, había sido tomado por los cambistas. Los expulsa diciéndoles: '¿Por ventura no está escrito: mi casa será llamada de todas las gentes casa de oración? Pero vosotros habéis hecho de ella una guarida de ladrones'.

Ahora bien, que conste que yo no creo en esto, los que creen y entienden como nadie estas cosas de la vida de Jesús ya sabemos a qué agencia de valores acuden.

Tercera conclusión: ¿qué nos separa del fundamentalismo islámico kamikaze? ¿Que nuestros 'imanes' son santos? Tan sólo que nosotros podemos escribir estas cosas sin temor a perder la vida porque, y a diferencia de lo que, en líneas generales, ha ocurrido en la religión islámica, las revoluciones modernas llevadas a cabo por la ciencia, el laicismo y la democracia han puesto a la Iglesia en su sitio: bien lejos de sus naturales anhelos políticos fundamentados en la teocracia. Y esto no quiere decir que el Papa no se merezca el respeto como se le debe a cualquier ser humano; sino que cabe modernamente ironizarlo, burlarse y criticar ciertas ideas evangélicas como las que recomiendan en pleno Tercer Mundo llevar una vida sexualmente sana; sanidad que no entiende desde el punto de vista de la salud y bienestar públicos civiles, nada de preservativos ni de píldoras, fuera parches, sino como modelo de santidad cristiana. Y no engañan a nadie, pues para la Iglesia la auténtica vida en Cristo pasa por hacer de la vida de Jesús el modelo de salvación para los cristianos. Afortunadamente, la Inquisición es un vago recuerdo del poder terrorífico que un día tuvo nuestra religión 'del amor'. Ahora más que nunca conviene hacer algo de memoria y comparar.

Estas consideraciones deberían ser suficientes para orientarnos y salir al paso de nuestros intelectuales críticos de Occidente, antinorteamericanos como manda la prueba del nueve freudiana para saberse aún de izquierdas (mea culpa: metí la pata en las polémicas suscitadas por la guerra del Golfo). Pero es más difícil de lo que suponemos orientar al que ya no estaba orientado. Recientemente, en una mesa redonda en la mexicana Universidad Autónoma de Querétaro (qué bella ciudad) sobre el 11 de septiembre, se le tuvo que recordar al público que el gran antinorteamericano Noam Chomski no sólo era norteamericano sino, y sobre todo, que escribía contra EE UU desde EE UU. Preguntado a uno de los profesores hipercríticos de USA acerca de los disidentes cubanos, iraquíes, iraníes, etcétera, tan sólo pudo balbucear algún que otro nombre de escritor marroquí... residente en París.

'Esto no significa exactamente', le escribía Malcolm Lowry en 1950 a su amigo el profesor Downie Kirk, 'que la democracia, la Coca-Cola, o el socialismo británico vayan a ser nuestra salvación, pero sin duda una gran mayoría de gente repartida por todo el mundo piensa lo mismo en el interior de lo que solíamos denominar 'alma'. El resto es una simple repetición de titulares. Y puesto que me puse a escribirte esta carta para paliar tu colitis, en caso de que la sufrieses, y no para transmitirte el cólera asiático hablándote de purgas, será mejor que declare que me siento optimista'. El novelista le explicaba a su amigo que la idea de Ortega y Gasset de 'el hombre como novelista de sí mismo' constituía, literariamente, la mejor defensa del liberalismo y, negativamente, y en esto se adelantaría tanto a Kundera (el espíritu de la novela es ontológicamente contrario al totalitarismo) como a Rorty (la novela de crítica moral es el auténtico género de Occidente), el mejor argumento contra el comunismo. El novelista de sí mismo tiene que inventarse como persona, individuo; pero para todo tipo de talibán, 'ay, amigo Sancho, con la Iglesia hemos topado', no cabe ya invención alguna: ni en la forma de amar, ni en la de pensar o escribir, ni en la de perder el tiempo, ni en nada. Todos, hombres y mujeres, cuando nacemos ya tenemos puesto el burka de una Tradición que, antinovelísticamente, antimodernamente, pretende quedar al margen, como la momia de Stalin o el brazo incorrupto de santa Teresa, de la necesaria e incorregible irrupción osmótica del devenir. Para los celosos y 'desinteresados' guardianes de la Tradición siempre habrá algún Giordano Bruno que quemar en vivo, destrozarlo con bomba lapa o tiro en la nuca o fusilarlo, junto a otros tres periodistas, como en la lejana Afganistán.

Cuarta conclusión: a pesar de todo, nosotros, como españoles, tenemos razones de peso para sentirnos optimistas. Frente a cualquier tipo maligno de fundamentalismo loco, nos queda un as en la manga, Agustina de Occidente, ah, nuestra preparadísima Celia Villalobos.

Julio Quesada es escritor y catedrático de Filosofía de la UAM.

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