_
_
_
_
Tribuna:LA LUCHA CONTRA EL TERRORISMO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

'Ertzainas', no 'gudaris'

Critica el autor que se aplique, siquiera retóricamente, la denominación de 'gudaris' a los 'ertzainas' asesinados, porque no hay que confundir a un policía con un soldado nacionalista

Un dirigente nacionalista pronunció un emotivo discurso con ocasión de los asesinatos de los policías autonómicos Ane y Javier, acontecidos en Beasain. Pero cometió un error -para mí grave, aunque perdonable- que consistió en confundir ertzaina con gudari. 'Sólo Ane y Javier merecen llevar el nombre de gudaris', dijo. Aunque la solemnidad del momento diera pie a cualquier digresión, es tónica del nacionalismo confundir los términos, cambiar los nombres de las cosas para que respondan no tanto a lo que realmente son como a lo que el nacionalismo quiere hacer de ellas.

Porque gudaris fueron los soldados vascos nacionalistas de la guerra del 36. Sólo los soldados vascos nacionalistas merecieron tal nombre en aquel momento, y en años sucesivos el nacionalismo ha continuado reservándose el nombre para ellos, de tal modo que en aquella guerra no todos los soldados participaron de aquel nombre. No fueron, precisamente, los gudaris los combatientes más numerosos en aquella contienda por lo que respecta a los vascos opositores a la sublevación franquista; a los demás se les llamó de muchas formas, pero casi nunca gudaris.

Por tanto, llamar gudari a un ertzaina es llamarle nacionalista y es restringir el papel del ertzaina a su participación en una guerra imaginaria que, actualmente, no se está desarrollando en Euskadi. Conviene distinguir entre un policía y un guerrero, sobre todo en este país tan necesitado, por desgracia, de lo primero y tan sobrado de lo segundo. Conviene distinguirlo para no caer en el error continuado del nacionalismo de creer que es más vasco lo nacionalista, cuando no que sólo lo nacionalista lo es. Puestos a utilizar un lenguaje distorsionado, el mismo dirigente continuó con una afirmación gratuita: 'Ane y Javier (...), que lucharon por Euskadi y dieron su vida por ella...'. Pues no, con toda seguridad, no. Tal vez haya algún policía autonómico que lo sea para servir a Euskadi, su patria, pero eso formará parte del convencimiento íntimo de cada uno, y nada más.

El cuerpo policial tiene unas características muy concretas; su objetivo es garantizar la seguridad para, de ese modo, favorecer la convivencia en libertad de todas las personas. Su cometido no es precisamente 'luchar', porque sus actuaciones se desarrollan en tiempo de paz, previniendo el desorden que pudieran producir quienes no están dispuestos a aceptar las reglas del juego, los respetos humanos y la convivencia pacífica. Para que actuaran como gudaris, los ertzainas debieran dejar de ser policías; tal vez porque no les dejaran serlo o porque una involución indeseada dejara el Estatuto de Autonomía lo mismo que un erial. Esto de confundir un policía vasco con un guerrero nacionalista es una aberración que el PNV protagoniza muy a menudo. Es confundir la democracia con un campo de batalla. Es convertir en exclusivamente suyo lo que es de todos.

Hay muestras evidentes de este exclusivismo en el nacionalismo. Célebres nacionalistas, en los últimos tiempos, han protagonizado dichos y escenas de difícil interpretación. 'Han matado a uno de los nuestros', dijo visiblemente agitado Román Sudupe ante el cadáver de un vasco asesinado, como si hubiera asesinados que no fueran nuestros. Recientemente, el vonsejero de Justicia, ante el cadáver del último juez asesinado, decía que, aunque perteneciera a la Administración del Estado, ya le contábamos como nuestro. Parece que la lectura moral de tanta barbarie ha de supeditarse a la procedencia y pertenencia de los asesinados. Sin embargo, el nacionalismo hace tiempo tenía que haberse dado cuenta de que los asesinos no son capaces de discernir por demasiado tiempo, ni tienen otro objetivo que conseguir el dominio de todos usando cualquier medio a su alcance, medios que quiten de en medio a quien no comparte sus medios y fines, tan difíciles de compartir.

Ahora que ETA se permite disparar en la nuca de los ertzainas es, más que nunca, urgente que todos los vascos, nacionalistas o no, nos armemos de valor y homologuemos nuestros lenguajes para que nadie se sienta excluido de la lucha contra la violencia, ya que nadie puede sentirse excluido del riesgo de la muerte. Y además, hay que liderar a todos los vascos en la misma empresa y dirección: la convivencia en paz y libertad. Tenemos que evitar exclusivismos y exclusiones en el lenguaje diario. Llamando gudaris a los ertzainas estamos tergiversando peligrosamente la realidad. ¡Qué más quieren los que ofrecen homenajes a los etarras fallecidos! En sus insoportables discursos ellos sí hablan de gudaris. A ellos les interesa. A nosotros nos tiene que interesar justamente lo contrario.Un dirigente nacionalista pronunció un emotivo discurso con ocasión de los asesinatos de los policías autonómicos Ane y Javier, acontecidos en Beasain. Pero cometió un error -para mí grave, aunque perdonable- que consistió en confundir ertzaina con gudari. 'Sólo Ane y Javier merecen llevar el nombre de gudaris', dijo. Aunque la solemnidad del momento diera pie a cualquier digresión, es tónica del nacionalismo confundir los términos, cambiar los nombres de las cosas para que respondan no tanto a lo que realmente son como a lo que el nacionalismo quiere hacer de ellas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Porque gudaris fueron los soldados vascos nacionalistas de la guerra del 36. Sólo los soldados vascos nacionalistas merecieron tal nombre en aquel momento, y en años sucesivos el nacionalismo ha continuado reservándose el nombre para ellos, de tal modo que en aquella guerra no todos los soldados participaron de aquel nombre. No fueron, precisamente, los gudaris los combatientes más numerosos en aquella contienda por lo que respecta a los vascos opositores a la sublevación franquista; a los demás se les llamó de muchas formas, pero casi nunca gudaris.

Por tanto, llamar gudari a un ertzaina es llamarle nacionalista y es restringir el papel del ertzaina a su participación en una guerra imaginaria que, actualmente, no se está desarrollando en Euskadi. Conviene distinguir entre un policía y un guerrero, sobre todo en este país tan necesitado, por desgracia, de lo primero y tan sobrado de lo segundo. Conviene distinguirlo para no caer en el error continuado del nacionalismo de creer que es más vasco lo nacionalista, cuando no que sólo lo nacionalista lo es. Puestos a utilizar un lenguaje distorsionado, el mismo dirigente continuó con una afirmación gratuita: 'Ane y Javier (...), que lucharon por Euskadi y dieron su vida por ella...'. Pues no, con toda seguridad, no. Tal vez haya algún policía autonómico que lo sea para servir a Euskadi, su patria, pero eso formará parte del convencimiento íntimo de cada uno, y nada más.

El cuerpo policial tiene unas características muy concretas; su objetivo es garantizar la seguridad para, de ese modo, favorecer la convivencia en libertad de todas las personas. Su cometido no es precisamente 'luchar', porque sus actuaciones se desarrollan en tiempo de paz, previniendo el desorden que pudieran producir quienes no están dispuestos a aceptar las reglas del juego, los respetos humanos y la convivencia pacífica. Para que actuaran como gudaris, los ertzainas debieran dejar de ser policías; tal vez porque no les dejaran serlo o porque una involución indeseada dejara el Estatuto de Autonomía lo mismo que un erial. Esto de confundir un policía vasco con un guerrero nacionalista es una aberración que el PNV protagoniza muy a menudo. Es confundir la democracia con un campo de batalla. Es convertir en exclusivamente suyo lo que es de todos.

Hay muestras evidentes de este exclusivismo en el nacionalismo. Célebres nacionalistas, en los últimos tiempos, han protagonizado dichos y escenas de difícil interpretación. 'Han matado a uno de los nuestros', dijo visiblemente agitado Román Sudupe ante el cadáver de un vasco asesinado, como si hubiera asesinados que no fueran nuestros. Recientemente, el vonsejero de Justicia, ante el cadáver del último juez asesinado, decía que, aunque perteneciera a la Administración del Estado, ya le contábamos como nuestro. Parece que la lectura moral de tanta barbarie ha de supeditarse a la procedencia y pertenencia de los asesinados. Sin embargo, el nacionalismo hace tiempo tenía que haberse dado cuenta de que los asesinos no son capaces de discernir por demasiado tiempo, ni tienen otro objetivo que conseguir el dominio de todos usando cualquier medio a su alcance, medios que quiten de en medio a quien no comparte sus medios y fines, tan difíciles de compartir.

Ahora que ETA se permite disparar en la nuca de los ertzainas es, más que nunca, urgente que todos los vascos, nacionalistas o no, nos armemos de valor y homologuemos nuestros lenguajes para que nadie se sienta excluido de la lucha contra la violencia, ya que nadie puede sentirse excluido del riesgo de la muerte. Y además, hay que liderar a todos los vascos en la misma empresa y dirección: la convivencia en paz y libertad. Tenemos que evitar exclusivismos y exclusiones en el lenguaje diario. Llamando gudaris a los ertzainas estamos tergiversando peligrosamente la realidad. ¡Qué más quieren los que ofrecen homenajes a los etarras fallecidos! En sus insoportables discursos ellos sí hablan de gudaris. A ellos les interesa. A nosotros nos tiene que interesar justamente lo contrario.

Josu Montalban es portavoz del PSE en las Juntas Generales de Vizcaya.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_