La otra muerte de Miguel Hernández
La voracidad de algunos no conoce límites. Entre las muchas presidencias que ostenta Eduardo Zaplana está también la de la Fundación Miguel Hernández. Pero está visto que todo lo que roza, lo trastoca. Estos días la familia de Miguel Hernández ha anunciado su intención de abandonar la fundación que lleva el nombre del poeta de Orihuela. Los descendientes de Miguel Hernández y el Gobierno de Zaplana no se ponen de acuerdo. Las discrepancias de criterios sobre el futuro del legado del poeta han acabado por precipitar una crisis largamente larvada.
Sectarismo, inactividad y asfixia económica son las tres causas combinadas que configuran el parte de defunción. 'Reto a Zaplana a que explique cuántas actividades ha realizado la fundación en los últimos tres años', dijo hace diez días Lucía Izquierdo, nuera del poeta. Un mes antes, Izquierdo había dirigido una carta certificada a Zaplana en la que denunciaba 'intromisiones oscuras' en la Fundación. La misiva estaba suscrita también por los dos nietos del poeta, María José y Miguel Hernández. La respuesta fue el silencio.
La Fundación lleva tres años y medio sin director. La familia había propuesto un nombre, pero el PP lo ha vetado por ser socialista... menos mal que no era comunista, como Miguel Hernández. La voracidad de algunos no conoce límites y aunque se llenen la boca hablando del protagonismo de la sociedad civil, no dudan en entrar a saco en todo tipo de entidades y asociaciones. Lo han hecho en los consejos de administración de las cajas de ahorro, rebajando la representación de los impositores y ahora pretenden excluir a los representantes de los demás partidos. Han intentado hacerlo con las asociaciones de padres de alumnos, con las de jubilados y ahora pretenden el control absoluto de las universidades. Se han atrevido incluso a promocionar ONG's afines para trapichear con los fondos de cooperación internacional en oscuros apoyos a presidentes acusados de corrupción. Han utilizado las subvenciones y la publicidad institucional para intentar amordazar a la prensa crítica y promocionar a sus palmeros. Y que se vayan preparando los bingueros y ludópatas porque ahora van a entrar en los negocios del juego. Pretenden que nada escape a su control, ni siquiera quien se supone que debe controlarlos, la oposición por un lado y el Síndic de Greuges, por otro. Por presidir que no quede, desde corridas de toros a partidos de fútbol, fundaciones, congresos y comités. Y ya es triste, hasta son capaces de dejar de asistir a un funeral por una cuestión de protocolo.
La voracidad de algunos no conoce límites y ahora pretenden apropiarse de la memoria de un poeta como Miguel Hernández. La operación viene de lejos y no es casualidad que cuando dividieron, a golpe de boletín oficial, la Universidad de Alicante, para intentar crear una afín, le dieran a ésta el nombre del poeta. Ahora, por segunda vez han intentado matar a Miguel Hernández. La primera lo consiguieron encerrándolo en la cárcel, donde se lo llevó la enfermedad y la tristeza. Hoy es imposible que lo hagan porque la memoria de un poeta son sus versos. Y los versos, como vimos en El cartero de Neruda, no son, ni siquiera, de quien los escribe, sino de quien los necesita. Los de Miguel Hernández los lleva el viento del pueblo, que los ha hecho suyos en antologías y canciones, en una memoria que no se puede matar. Por algo será.
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