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Tribuna
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Vergüenza Social

Durante años se nos dijo que el maltrato doméstico que sufren muchas mujeres era un asunto privado. Enmascarado bajo el disfraz de 'problemas domésticos', muchas esposas, novias, hijas, hermanas, madres... han sufrido en sus carnes tratos vejatorios de personas que supuestamente les quieren. Las mentiras, sin embargo, son difíciles de mantener en el tiempo y hoy sabemos, que lejos, de ser una 'cuestión familiar' el maltrato a las mujeres es un problema que se repite ea lo largo y ancho del mundo, en países de cualquier grado de desarrollo económico, de oriente y de occidente, en familias de cualquier estrato social, de cualquier ideología. La ONU ya recoge en su larga lista de días de el 25 de noviembre como el Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres y la celebración de este día cada año adquiere mayor repercusión.

La violencia contra las mujeres tiene su raíz en la situación estructural de desigualdad real en la que se encuentran las mujeres dentro de la sociedad. La dependencia económica, el reparto de papeles y funciones dentro de la familia (donde la mujer sigue teniendo la consideración de subordinada), el mantenimiento de estereotipos sexuales, son causas profundas que posibilitan estas agresiones contra las mujeres. Las víctimas se encuentran en la mayor indefensión, en el refugio supuestamente más seguro, que se convierte para ellas en el más peligroso: su propia casa.

Mujeres de todo el mundo son víctimas del maltrato porque las tradiciones sexistas desgraciadamente son prácticamente universales. Afortunadamente, también la reacción contra estas actitudes es universal. Hace más de diez años un grupo de hombres de Toronto, Canadá, decidió mostrar públicamente que ellos no compartían esa extraña concepción que confunde amor con posesión y posesión con humillación. Con un lazo blanco en sus solapas, un 25 de noviembre salieron a la calle para declarar públicamente su compromiso a no ejercer jamás la violencia contra las mujeres, a no consentir a su lado casos de maltrato y a no permanecer en silencio cuando ocurrieran tales casos.

Desde entonces la campaña del lazo blanco va ganando adhesiones cada 25 de noviembre, también en nuestra comunidad. Hoy cada persona y cada institución puede colocarse un lazo blanco para que los maltratadores se vean cada día más acorralados, más solos, más rechazados porque sólo el día en que el que desaparezca hasta el más mínimo atisbo de consentimiento hacia estas situaciones, las mujeres podrán sentirse libres.

Hoy unimos nuestras voces para denunciar estas situaciones y reclamar el final de las agresiones. Es una más de una larga lista de iniciativas.

Hoy en la calle, pero también mañana, en nuestro trabajo cotidiano, en nuestra convivencia diaria tenemos que demostrar nuestro compromiso en la consecución de una sociedad justa.

Uno a uno tenemos que ir poniendo los ladrillos que construyan el muro que frene esta intolerable violación de los derechos humanos de las mujeres y una vez más hacernos eco del sufrimiento de las mujeres afganas y exigir con ellas a la Comunidad Internacional que garantice su participación directa en el nuevo orden social y político de este país.

Txaro Arteaga Ansa es directora de Emakunde.

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