Los periodistas y la guerra

Como armas sólo tenían su pluma y su cámara fotográfica. Estaban allí no para combatir, sino para observar, narrar, analizar. (...) Han pagado con su vida su curiosidad profesional, su valor ante los riesgos que deben afrontar (...) para contar la realidad del mundo. Como tantos otros antes que ellos, (...) cuatro periodistas han caído bajo las balas víctimas de una emboscada asesina. (...) Porque aman descubrir territorios desconocidos y culturas ignoradas, lejos de las comodidades de las grandes capitales. Porque piensan que van al encuentro con la historia, la de ayer y la de hoy. Y, sobre todo, porque tienen la pasión por la información, que es el fundamento de su profesión, a la que han decidido consagrar su vida. La lista de víctimas es dramáticamente larga. De acuerdo con la asociación Reporteros Sin Fronteras, 32 periodistas han muerto cuando realizaban su trabajo en 2000. Y ya son 20 los que han corrido la misma suerte en lo que va de año. (...) Sin duda, estas muertes repetidas son la demostración del desorden del mundo, un mundo desgarrado por conflictos que ya no se parecen a las guerras organizadas de antaño, en las que los frentes eran reconocibles, en las que los corresponsales de la prensa internacional estaban mejor protegidos, en las que la violencia de las bandas armadas estaba más controlada.

Estas tragedias son asimismo el reverso trágico del auge de los medios de comunicación, que obliga a multiplicar el número de periodistas para informar mejor al público, lo que les expone, desarmados, sin defensa, a las balas perdidas. Le Monde les rinde un homenaje.

París, 21 de noviembre