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Columna
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Reformas con valeriana

Volvió Julio Anguita hace unos meses a su escuela pública, a enseñar con la Logse a la muchacha de la Eso, y manifestó que no veía que la situación escolar hubiese evolucionado para bien durante las últimas décadas. Llevaba el hombre muchos años coordinando Izquierda Unida, y entraba entonces en contacto con la realidad de unas reformas educativas que habían introducido expertos pedagogos de despacho que no de pizarra. En esas mismas declaraciones, el buenazo e izquierdista Anguita manifestaba su opinión sobre algunas realidades y evidencias educativas. Realidades y evidencias que resultan tabú o cuyo comentario viene a ser políticamente incorrecto en ámbitos pseudoprogresistas, que por las venas de los adolescentes de la Eso no circulan conceptos como sobriedad y sentido del deber; que los chicos no han asumido que estudiar es su obligación o que todo derecho lleva aparejado un deber...

Vino a decir el ex dirigente comunista que en la escuela había encontrado poca educación en valores y todavía menos nivel o interés académico entre los alumnos. Y no culpaba de ello al profesorado, como con harta frecuencia hacen los teóricos padres de la Logse, sino que señalaba con su didáctico índice al sistema educativo y a determinadas realidades sociales extraescolares. No hemos leído ni visto en los medios de comunicación social que los mencionados teóricos de la educación se sometieran, tras las declaraciones de Anguita, a una tratamiento a base de valeriana, esa herbácea tan antiespasmódica, estomacal y sedante.

Tampoco sabemos de la poca o mucha inclinación que tenga Pilar del Castillo por la infusión. Sabemos que inauguró la ministra de Educación, Cultura y Deporte un curso en una Universidad de Otoño, y que se despachó con un discurso en torno a la escuela comprensiva o Comprehensive school, es decir, el modelo educativo de la Logse. Hizo la ministra un análisis sobre ese sistema educativo de nombre tan lindo como poco operativo y poco eficaz. Es el sistema educativo al que el pragmático laborista Tony Blair intenta enmendarle la página, porque ha creado en los territorios de su graciosa majestad británica más analfabetos funcionales de los necesarios y no ha servido para superar desigualdad social alguna. Aquí, sin prisa pero sin pausa, la Logse va dirigiendo alumnos a la escuela concertada o privada, y queda la conflictiva pública como subsidiaria de las anteriores. Lo sabe Pilar del Castillo, como lo saben los maestros y lo saben en los sindicatos. Pero es a la ministra a quien le deben urgir las medidas legales oportunas, tomadas con serenidad y con valeriana y con consenso, que frenen una degradación de la escuela pública ya reconocida casi por todos. En su lugar, sin embargo, a la ministra le urgen las reformas de la Universidad sin valeriana y sin consenso, cuando toda reforma en el sistema educativo ha de ser, por principio, apartidista y de consenso social. Levanta con ello un oleaje peor que el que tuvieron que sufrir nuestras costas mediterráneas hace apenas nada. Tiene prisa y se olvida de que la calidad de la enseñanza se origina en la escuela primaria, germina en la secundaria y da sus frutos en una Universidad de calidad y en una formación profesional de calidad que desean la inmensa mayoría de los ciudadanos, los que salen a la calle y los que reflexionan en casa. Las reformas necesitan reflexión, análisis de la realidad y valeriana, y que comiencen por la escuela primaria y secundaria, por las bases. Por esa base que tanto le preocupa a Julio Anguita.

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