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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Lo que queda de la globalización

Joaquín Estefanía

EN EL ÚLTIMO DECENIO ha sido tanta la aceleración histórica que hemos aprendido a solemnizarla, lo que a veces nos ha impedido distinguir la anécdota de la categoría, lo permanente de lo coyuntural. Esta exageración es aún superior en los medios de comunicación, tan sometidos al corto plazo. Lo del cambio histórico se lo hemos atribuido a la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, al momento en que se arrió la bandera de la hoz y el martillo en el Kremlin poco después, a la llegada de la sociedad de la información y de la nueva economía basada en la generalización del uso de Internet en Occidente, a la globalización financiera, etcétera. Ahora pensamos que los atentados del 11 de septiembre también suponen un cambio histórico.

Hay un cambio en el ritmo de la globalización: más fronteras, menos turismo, menos capitalismo popular, menos multiculturalismo, menos sociedad permisiva. Todo parece ir a peor. Y sin embargo, nada es seguro ni estable

Pero no todo es histórico, y pocas cosas son seguras. El domingo pasado todavía se pensaba que la resistencia de los talibanes iba a ser larga y que se necesitaba entrar en una nueva fase del conflicto. Siete días después, vencidas algunas de las principales plazas afganas, el avance de la oposición parece imparable y fluido. ¿Lo será la próxima semana? Hay que poner en cuarentena muchos de los análisis que hacemos, o introducir siempre que sepamos el beneficio de la duda.Viene ello a cuento de las tendencias transformadoras del ritmo de la globalización. Veamos algunas de estas alteraciones, que han dejado out lo existente, basándonos en la descripción del periodista de La Stampa Pierluigi Battista:

- Las fronteras: fin de la época sin fronteras. Con el conflicto contra el terrorismo global, los viejos límites de los territorios retoman sus derechos. Mayores dificultades para el libre movimiento de personas. Viajar era uno de los efectos más estimulantes de la globalización. Este sector se está retrayendo y pasando dificultades.

- El multiculturalismo: la quimera del mestizaje ha sufrido un serio golpe. Nuestro vecino que llega de otra cultura, practica otra religión o lleva otros vestidos, representa un peligro potencial y las diferencias se acentúan en detrimento de los puntos comunes.

- La ficción: la ficción aparece de repente más real que la realidad, y el miedo inducido por el cine, la literatura o la publicidad ha llegado a ser demasiado real para que se pueda establecer una distancia emocional suficiente. Censura y autocensura de las escenas donde uno ve a los invasores venidos de otro planeta, rascacielos en llamas, calamidades naturales.

- Estilo de poder: fin de la ostentación manifiesta del poder. Los poderosos, objetivo de los terroristas, adoptarán una nueva sobriedad, prefiriendo el perfil bajo a la ostentación. Los comercios están sufriendo las consecuencias de esta humildad sobrevenida.

- El capitalismo popular: desfondamiento de las bolsas de valores (aunque coyunturalmente las buenas noticias eleven sus índices más representativos). Era previo a los atentados y previo a la recesión global en la que parece adentrarse el mundo. Estaba presente desde abril del año 2000, cuando los valores de la nueva economía, las llamadas puntocom, se fueron al traste.

- La defensa: mientras se discute si el conflicto es una guerra en el sentido convencional, parece claro que es un tipo de guerra nueva en la que la nación en armas que defiende a la patria es sustituida por tropas especiales especializadas.

- La sociedad permisiva: parecemos encaminarnos a una supuesta hiperseguridad al precio de una infralibertad. Como ha dicho Cardoso, la lógica del miedo es aquella que pone en jaque nuestros valores porque podemos llegar a actuar en contra de ellos para frenar el terror; podemos llegar a tener tanto miedo que utilicemos instrumentos que no sean aceptables.

Todo ello indica que, como la mayoría de los procesos históricos, la globalización es inestable y lleva en su interior las semillas de su propia destrucción. Como pasó en las dos guerra mundiales o en la Gran Depresión.

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