Roberto Benigni interpreta con 49 años un 'Pinocho' adulto y complejo
El director de 'La vida es bella' lleva al cine el clásico de la literatura italiana.
En un momento poco grato para la humanidad como éste, Pinocho es una manifestación de alegría incontenible'. Es decir, una especie de terapia de felicidad en tiempos dramáticos. Lo dice Roberto Benigni en el mágico escenario de cartón piedra construido en la nave inmensa de una antigua fábrica de abonos, en Papigno (Umbría), cerca de Roma, donde rueda Pinocho desde hace cinco meses. A un paso del final, Benigni decidió romper el secreto de uno de los rodajes más caros en la historia reciente de la cinematografía italiana y abrir las puertas del plató a la prensa. Después del éxito internacional alcanzado por La vida es bella, la película que le valió la Palma de Oro en Cannes en 1998 y posteriormente tres oscars de Hollywood, el actor y director toscano se enfrenta a un nuevo reto de proporciones colosales, la producción de Pinocho, con un coste de 45 millones de euros (unos 7.000 millones de pesetas).
Un centenar de técnicos, a las órdenes del escenógrafo Danilo Donati -premiado también con un Oscar-, han recreado en la fábrica de Terni el mundo imposible de Pinocho, la historia del muñeco de madera que se hace humano, escrita entre 1880 y 1883 por el italiano Carlo Collodi, que habría de convertirse en uno de los más populares cuentos infantiles del mundo.
'Pinocho es el libro más vendido del mundo, después de la Biblia y el Corán', dice Benigni, divertido de sus propias exageraciones, y añade, con una sonrisa provocadora: 'También es fundamentalista, pero representa el fundamentalismo de la alegría, y de la despreocupación. En un momento poco grato para la humanidad como éste, es una manifestación de alegría incontenible para el cine'. El director y actor cómico habla en el escenario del pequeño teatro de marionetas de Geppeto, reconstruido en los estudios de la Melampo, la sociedad cinematográfica independiente que posee junto a su mujer, Nicoletta Braschi, y a la familia de ésta, con la que ya produjo su película más popular.
El éxito de La vida es bella ha permitido a Melampo lanzarse a este nuevo desafío en el que Benigni interviene (obviamente en el papel estelar) acompañado por Nicoletta Braschi, en el papel del hada madrina de Pinocho. Benigni ha contado con el mismo guionista, Vincenzo Cerami, y también en esta ocasión será Miramax la encargada de distribuir internacionalmente el nuevo filme. 'Dentro de Pinocho', dice el director y protagonista, 'están todos los seres vivos. Es el personaje más difícil con el que me he tropezado, una mezcla de Fausto, Hamlet, Edipo y Don Quijote. Hace reír, llorar, desesperarse. Te produce ganas de arrancarte la cabellera y de abrazar a todo el mundo'. El suyo no será un Pinocho convencional, aunque no sea más que por la edad del cómico, que roza los 50 años. 'Ya tengo la edad de Geppetto', bromea Benigni, 'pero interpretar a Pinocho de mayor es un poco como hacer Don Quijote de pequeño. Una maravilla'.
El actor asegura que interpretar al muñeco de madera que cobra vida era un viejo sueño. 'Quería interpretarlo desde antes de conocerlo: no hay nada más atractivo, bello, ligero, seguro. Pero es también un filme complejo. Fácil y complejo. Una historia simple, franciscana, que, sin embargo, hay que realizar con mucha riqueza imaginativa. Están los gigantes, los grillos habladores, las carrozas tiradas por ratones, y además me crece la nariz. Palabra de Pinocho. Lo juro'.
Un mágico país de muñecos
Las cifras de la producción dan una idea de las dimensiones de este nuevo filme que estará en las salas cinematográficas de todo el mundo en las Navidades de 2002. A las órdenes de Benigni trabaja un equipo de 150 personas, entre actores y técnicos, además de 4.000 figurantes y un centenar de artesanos y especialistas que han confeccionado todo lo que se ve en los distintos escenarios recreados en las inmensas salas de los estudios: centenares de juguetes gigantes, caballitos de tío vivo, patos, gallinas, cisnes, tartas de colores, y muñecos enormes para dar vida al país de los muñecos. Hay además un laberinto de grandes figuras geométricas cubiertas de espejos sobre los que se han pintado escenas que recuerdan la escenografía de la Italia del siglo XIX. En Papigno, la producción ha recreado en todos sus detalles el universo de Pinocho. Junto al País de los Juguetes, está el País del Mar, donde predominan los colores pastel, y un poco más lejos, el País de Geppeto, dominado por grises y marrones, creado todo con hierro, poliestireno y resina de vidrio. Se puede contemplar la suntuosa carroza de las hadas, toda de plata con un gran baldaquino y dos angelotes que sostienen los farolillos, que será arrastrada por centenares de ratones, gracias a los efectos especiales.
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