Críticas a la LOU
Mucho ha llovido desde que el 12 de octubre de 1936 Millán Astray sentase, en la Universidad de Salamanca, las bases del programa educativo más conciso y, no obstante, más diáfano y completo de la historia. No podía imaginar que, 65 años después, su célebre '¡muera la inteligencia!' se vería elevado a rango de ley orgánica del Estado en virtud de su aprobación mayoritaria por parte de un Parlamento elegido democráticamente con el apoyo de los nacionalistas catalanes. Hoy, como entonces, cabe afirmar que 'en el país de los ciegos, el tuerto es el rey'.
Con los rectores en el punto de mira, me viene a la memoria don Miguel de Unamuno. Vencer, han vencido. La aritmética parlamentaria es tajante. Convencer, convencerán. Con una campaña donde se presente al profesorado como un hatajo de incompetentes, como unos privilegiados en razón de su sueldo y sus vacaciones (acusaciones comunes a otros niveles educativos), al alumnado como unos seudoterroristas y al conjunto de ambos como un colectivo donde anidan los peligros más increíbles contra la estabilidad democrática y el sistema y, en un par de semanas, las encuestas del CIS reflejarán cómo el problema prioritario del populacho hispano es su universidad por encima de Bin Laden o la situación vasca.
Corren malos tiempos para la educación en España. Herida de muerte la secundaria, sólo les restaba introducir el bisturí allí donde pervivían mínimos reductos de libre pensamiento, de reflexión, de debate, de discrepancia. Elevemos nuestra oración por la fenecida Universidad, dinamitada, como las escalas inferiores de la enseñanza, por un Gobierno supuestamente centrista con la complicidad de una oposición anestesiada, más pendiente de la fotogenia que de los problemas reales de este país.-
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