'En nombre del patriotismo se han cometido barbaridades'
El escritor António Lobo Antunes (Lisboa, 1942), uno de los grandes maestros de la literatura portuguesa, presentó ayer en Madrid sus Crónicas publicadas en el diario lisboeta Público, y Conversaciones con António Lobo Antunes, de María Luisa Blanco (ambos en Siruela). Hombre solitario, hermético y con fama de poco sociable, pero de una poderosa humanidad, Lobo Antunes muestra en Conversaciones las entrañas del hombre y el escritor, sus angustias y sus obsesiones.
'No he hablado mucho de la guerra. Es algo muy difícil que, creo, guardaré conmigo hasta la muerte'
'Me preocupa la decadencia de los escritores. Trabajamos con la memoria, y cuando falla, te quedas prisionero de las mismas ideas'
António Lobo Antunes ha reunido sus crónicas publicadas en el periódico portugués Público, y en sus Conversaciones con María Luisa Blanco, redactora jefa de Babelia, se desnuda abiertamente. La editorial Siruela prepara también para el próximo año la reedición de Manual de los inquisidores, actualmente agotado, y la traducción de sus dos últimas novelas, ya editadas en Portugal.
Pregunta. ¿Es consciente del interés que despierta en España?
Respuesta. El público español ha sido siempre muy generoso y ha demostrado un gran interés en comprender mi trabajo. Recibo muchas cartas de España. Es muy curioso. A veces me pregunto por qué tardé tanto en entrar, aunque eso mismo me ha ocurrido en otros países. De cualquier forma, siempre he sentido un gran entusiasmo y simpatía de España.
P. Es un hombre tímido y aparentemente muy cerrado. Sin embargo, se ha desnudado por completo en Conversaciones.
R. Nunca hablo de mi vida privada. Es la primera vez que lo hago y creo que es un mérito de María Luisa Blanco. Es la radiografía de un hombre, de un escritor, no importa cuál. Es un retrato implacable, sin piedad, pero muy objetivo. Hay cosas que no me gustan, como cuando te miras al espejo, pero es un gran trabajo que además se lee como una novela. Al principio, fue un poco difícil, pero luego perdí el miedo. Vi que se trataba de un trabajo honesto y mis defensas naturales desaparecieron.
P. El libro revela que estudió Medicina por obligación y que comenzó a escribir a escondidas. ¿Cómo surgió su pasión por la literatura?
R. No lo sé muy bien. Me acuerdo de mí siempre escribiendo. Tenía muchos hermanos, pero jugaba solo. Dividía el tiempo entre el deporte y la literatura. No sé muy bien, pero creo que empiezas escribiendo lo que te gustaría leer...
P. Siempre ha dicho que, de joven, no tuvo influencias de grandes escritores, sino de libros de aventuras.
R. Claro. Desconfío de esos autores que comenzaron con Homero, Dante. A mí me gustaban las novelas de capa y espada, de espías y detectives. Me encantaba Dumas, Stevenson. Luego vas evolucionando y tus lecturas evolucionan contigo. Si no me gustaban esos finales, buscaba mis propios finales.
P. Su primera mujer guardaba una colección de novelas sin terminar.
R. Sí, nunca pensaba que fueran a publicarse. Escribí de forma clandestina hasta los 33 años. Luego llevé una novela a un editor que, por supuesto, la rechazó. Más tarde sería publicada con el título de Memoria de elefante (1979). Y tenía varias más, pero llegó el éxito y se quedaron en el cajón.
P. ¿No ha sentido la tentación de recuperar alguna?
R. No. Tu idea de la literatura va cambiando. Lo que hacías hace cinco años ya te parece viejo.
P. ¿No ha sido doloroso recordar algunos pasajes de su vida, como la guerra colonial en Angola o la pérdida de sus dos grandes amigos: el escritor Cardoso Pires y el capitán Melo Antunes, el ideólogo de la revolución de los claveles?
R. No he hablado mucho de la guerra. Es algo muy difícil que, creo, guardaré conmigo hasta la muerte. Es curioso. Soy incapaz de cazar o pescar, pero participé y, en más de una ocasión, tomé la iniciativa en cosas horribles, horribles. En esa época no me preocupaba porque lo que quería es estar vivo al día siguiente. Ahora me sorprende cómo aquellos muchachos-soldado hacíamos esas cosas. Si tomas parte en una guerra, te conviertes en un criminal de guerra. Lo éramos todos. Ahora vamos a juzgar a los yugoslavos. ¿Y los americanos? ¿Y los españoles durante la guerra civil? Los de los dos frentes. Nos entrenaban para matar y matábamos. Son técnicas que todos los Ejércitos usan. Poco a poco vas entrando en eso sin darte cuenta. La gente se sorprende de los locos que lanzaron los aviones contra las Torres Gemelas, pero si hubieras sido entrenado para eso, lo harías. Quizás no matarte, aunque algunos estaban dispuestos a morir en Angola.
P. Sigue siendo un gran trauma...
R. ¿Quién soy yo para decir que hay criminales de guerra? Tienes que aceptar que has participado en eso. Te miras a ti mismo y piensas que eres un hombre honesto, aunque has hecho cosas horribles y es bueno que te acuerdes de eso. Y nosotros los latinos somos muy crueles. En la guerra contra los árabes, los cristianos éramos mucho más crueles. La conquista de Lisboa fue una carnicería horrible. Los portugueses, como los gallegos, somos aparentemente más tranquilos. Bueno, Franco era gallego. Hablo poco de la guerra porque es algo muy personal. Lo apartas inconscientemente.
P. ¿Y los amigos?
R. La amistad dura toda la vida. La amistad entre hombres es uno de los sentimientos más sagrados para nosotros. Creo que las mujeres no entienden eso. Siempre he tenido pocos amigos. A los amigos hay que admirarlos, amarlos y respetarlos. Y eso es muy difícil. La amistad con mujeres, para mí, es muy complicada. Hay que desasexualizar toda la relación y eso es muy difícil, porque la amistad es completamente asexuada.
P. Sus últimos libros son una inmersión en el universo femenino, los travestis, las drogas...
R. Es un desafío. Si no tienes desafíos, no vale la pena escribir. Los travestis, el mundo de la droga y la homosexualidad, que me son desconocidos, he tenido que inventarlos. No sabía nada. Y cuando intenté documentarme, no conseguía nada de interés. ¿Qué sabemos nosotros de lo que es una menstruación, un orgasmo o tener un hijo para una mujer? He tenido la sensación de que, mientras escribía, estaba aprendiendo mucho sobre las mujeres, y que eran ellas, los personajes, quienes me enseñaban. También he aprendido mucho de mis hijas.
P. Dice que va escribir dos novelas más y se retira.
R Sí, con esos dos trabajos ya tengo para cinco años. Es muy difícil escribir y creo que no voy a tener energía para más. Ahora me gustaría haber ido a Afganistán. Me gustaría escribir cosas que no fueran ficción, pero no sé lo que voy a hacer.
P. ¿No cree que lo echará de menos?
R. Sí, no sé hacer otra cosa. Bueno, no sé lo que sé hacer, pero esto es lo único que hago. Me preocupa la decadencia de los escritores. Empiezan a repetirse. Nosotros trabajamos con la memoria, y cuando la memoria falla, te quedas prisionero de las mismas ideas. No me gustaría llegar a eso. Tengo miedo de hacer mal las cosas no por mí, porque sólo soy un hombre, sino por respeto a mi trabajo. Tu trabajo es tu tiempo, tu esperanza y tu salud. Hay que respetar el trabajo, sea cual sea, porque es lo más importante de la vida. El mundo sigue igual sin ti.
P. Parece que se está reconciliando últimamente con su país.
R. No, sigo igual. No me gusta nada el patriotismo. Me enviaron a la guerra en nombre de la Patria, y el patriotismo sólo provoca autoritarismos, guerras. En nombre de los grandes sustantivos abstractos, como honor y patria, se han cometido barbaridades. Sólo siento que vivo en Portugal cuando estoy en lugares que no me gustan. Me encanta la lengua, el clima, la gente, las viejas bodegas... Pero no me gustan nada los patriotismos. Me sorprende que la gente se vuelva loca con la victoria de su selección nacional. Yo me cago en eso. En ese sentido, mi patria es el Benfica. El país es una cosa demasiado abstracta.
P. Es un especialista en describir emociones, pero nunca ha descrito una escena de sexo.
R. Nunca. Eso lo aprendí de Orson Welles. Él dijo que nunca filmaría a un hombre haciendo el acto sexual. Es muy difícil escribir sobre eso y es muy raro que esté bien escrito. Sólo hay dos escenas de sexo excepcionales en la literatura. Una de Jackie Collins, por extraño que parezca. El libro es una mierda, pero esa descripción es magnífica. La segunda es de El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez. Esa delicadeza... No lo sé, no lo he intentado, no me interesa. Leyendo ya se sabe que ocurrió o va a ocurrir... Bueno, es así.
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