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Columna
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El tercer 'rambolíder'

Italia ha sido, durante la segunda mitad del siglo XX, el espacio privilegiado de la experimentación social en Europa. Creaciones económicas, procesos sociales de base, transformaciones políticas, renovación de las prácticas criminales, iniciativas cívicas, procesos alternativos, rupturas institucionales, innovaciones ciudadanas. En el laboratorio italiano se han concebido y ensayado, para bien y para mal, todos los inventos sociales con mayor capacidad de cambio de nuestra contemporaneidad. La prodigiosa recuperación económica de los años cincuenta con el primer milagro económico de las economías europeas en la posguerra; una inquieta estructura multipartidaria compatible con una eficaz mayoría gubernamental, siempre distinta y siempre la misma; la emergencia de una poderosa sociedad civil; la primera cancelación del comunismo estalinista por obra del eurocomunismo; la gestación de una prestigiosa economía social, sobre todo, de base cooperativa; la persistencia parlamentaria del fascismo y su consagración en la Alianza Nacional; la duración y funcionalidad de la economía sumergida; la revolución de las radios libres y la explosión / implosión de las televisiones privadas; la generalización de las mafias y del complejo mafioso como trama sistémica de la sociedad; la alternativa extraparlamentaria de las fuerzas de extrema izquierda y su teorización por la intelligentsia italiana; la lucha judicial contra la corrupción política, promovida y ejecutada por el grupo de magistrados de mani pulite; la muerte y resurrección del régimen parlamentario de partidos en menos de cinco años; el lanzamiento de las grandes ciudades y de sus alcaldes emblemáticos como expresión del otro poder. Sin olvidar el terrorismo como práctica, en sus versiones negra-militarfascista y roja, y como doctrina de la violencia revolucionaria y purificadora. Todas esas experiencias nos ha ofrecido la portentosa Italia, verificando nuestras posibilidades y sus límites, y curándonos de falsas esperanzas, de nostalgias perversas.

La última aportación es Silvio Berlusconi. Sus hazañas han sido materia de numerosos libros, algunos laudatorios por encargo, la mayoría exploratorios y críticos. La misteriosa ascensión que transforma a un joven Berlusconi de 1961, apenas licenciado en Derecho a sus 25 años, en el big boss de un emporio hecho de negocios inmobiliarios, de deporte profesional y de un impresionante imperio mediático, inquieta y desazona. Sus puntos más oscuros son: la financiación anónima de origen suizo que le permitió edificar Milano 2; sus relaciones con la Banca Rasini y lo que se ha llamado la mafia de los cuellos blancos; su pertenencia y actividades, apoyándose en la logia masónica P2, en la que el triunvirato formado por el maestro Gelli, Craxi y Berlusconi lanza sus iniciativas de conquista del poder. Este último por medio de Fininvest, cuyos titulares efectivos son aún hoy imposibles de determinar a causa del entramado de los 38 holdings de que consta su estructura empresarial, pero sobre todo sus prácticas corruptas y sus relaciones con la mafia. Los interesados por adentrarse en tan proceloso mar pueden leer Berlusconi, encuesta sobre el señor TV, de Giovanni Ruggeri y Mario Guarino (Kaos Edizioni). Una vida tan llena de aventuras y secretos no podía menos que dejar rastro. Y lo ha dejado, aunque levísimo. Hasta ahora seis condenas, todas amnistiadas o prescritas y siete procesos pendientes -sin contar Telecinco-, cinco por corrupción y dos por falsificación de balance. El libro que acaban de publicar Elio Veltri y Marco Travaglio, El olor de los cuartos (Editori Reuniti 200) aparte de dar cuenta detallada de cada una de ellas, reproduce los documentos originales en los que se apoyan los diversos procesos judiciales.

Claro que las dos leyes que acaba de aprobar su mayoría -sobre despenalización de la falsedad contable y sobre la hiperformalización de las comisiones rogatorias en el extranjero para alargar los plazos y apoyar la prescripción- favorecerán su impunidad. Ahora, Il Cavaliere ha querido superar su récord de méritos lanzando una cruzada pro Italia para defenderse de los ataques que, según él, se le hacen desde la Unión Europea, e incorporándose al club de los rambolíderes, añadiendo una tercera B a las dos (Bush y Blair) ya existentes. ¿Cabe más ?

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