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Columna
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El eclipse de la Unión Europea

Ante la agresión terrorista sufrida por Estados Unidos, Europa ha respondido al unísono con una 'solidaridad ilimitada', para decirlo con palabras del canciller Schröder. Nada de particular en países amigos y aliados que además deben a Estados Unidos que en 1918 pusiese término a una guerra civil interminable -las guerras entre europeos son guerras civiles- y que en 1945 hubiese contribuido decisivamente a la derrota de un régimen totalitario que a punto estuvo de esclavizarnos. A los estadounidenses debemos los europeos la libertad y más de medio siglo de paz.

Los españoles nos encontramos entre las pocas excepciones -la victoria aliada no nos liberó del régimen, al contrario, Estados Unidos lo protegió hasta la muerte del dictador- aunque sí les tengamos que agradecer la pax americana que también hemos disfrutado. Ello explica que los españoles en mayor medida que el resto de los europeos compartamos el antiamericanismo propio de Iberoamérica y del mundo islámico, justamente, las dos regiones que nos resultan más cercanas. Si queremos servir de puente con América Latina y con nuestros vecinos de la otra ribera del Mediterráneo, tenemos que prestar mucha atención a este tema. En suma, nada sorprende la respuesta de los europeos, como no sea el afán de cada país de mostrarse el más amigo y solidario de Estados Unidos. En tener las mejores relaciones con EE UU es en lo que de verdad competimos los europeos.

Terminada la guerra fría, la OTAN, instrumento básico de la supremacía estadounidense en Europa, en vez de desaparecer, se amplió hacia el este, dejando sin resolver las relaciones con Rusia. Comprensible que después de la agresión exterior del 11 de septiembre, por vez primera en la historia de la organización los europeos pusieran en marcha el artículo 5 del Tratado, que supone la respuesta conjunta al ataque a uno de sus miembros. Los norteamericanos agradecieron el gesto, pero prefieren actuar sin apoyo ni control institucional. Con lo que hemos aprendido no poco sobre el carácter de la OTAN. Los europeos la necesitamos para nuestra defensa, pero Estados Unidos prefiere resolver los conflictos en los que se ve involucrado al margen de la organización, sin recurrir tampoco a Naciones Unidas, pese a que en esta ocasión ha contado con el apoyo pleno del Consejo de Seguridad.

Estados Unidos renuncia a actuar dentro de las organizaciones a las que pertenece, OTAN y Naciones Unidas -lo que no contribuye a su fortalecimiento- mientras acepta la oferta de Rusia, sin cuya colaboración no hubieran sido posibles las operaciones militares en Afganistán, y se valora en lo que vale la actitud de China, que da un paso adelante en la larga marcha hacia su integración en el hemisferio norte. Porque éste es el hecho capital que se está perfilando: Occidente abarca ya todo el hemisferio norte, desde Norteamérica, pasando por Europa, Rusia y China, hasta Japón.

Decíamos que los europeos compiten en sus ofertas de colaboración con EE UU, poniendo así de relieve la mayor debilidad de la Unión Europea: que los países miembros valoren más las relaciones particulares con EE UU que las que mantienen entre sí. Berlusconi ha dejado en este punto las cosas claras, pero no es el único. Un conflicto serio entre EE UU y la Unión Europea resulta así impensable, porque no pocos de los países comunitarios se pondrían de parte de EE UU. El que las relaciones que de verdad importan sean las bilaterales con la potencia hegemónica explica que las instituciones europeas tras el 11 de septiembre hayan quedado por completo eclipsadas. El coordinador de la política exterior y de defensa de la Unión, el cargo existe, nada tiene que decir ni lleva vela en este entierro. Dentro de la Unión, EE UU ha elegido como aliados privilegiados, además de la siempre fiel Gran Bretaña, a Francia y Alemania, y fuera, a Rusia y Pakistán. Con lo que se ha reconstruido la antigua alianza de la segunda guerra mundial, Inglaterra, Francia y Rusia, pero con la novedad de que Alemania logra un puesto entre los aliados. La Alemania unida y soberana consigue al fin, al lado de EE UU, la anhelada dimensión internacional, compitiendo incluso con el Reino Unido por la amistad 'inquebrantable e ilimitada' con la potencia hegemónica.

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