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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cultivar la democracia

El mundo ha vivido en el último cuarto del siglo XX una ola democratizadora. Y sin embargo, en los últimos años, con honrosas excepciones, la democratización sufre un reflujo. Es preciso recuperar el ímpetu perdido, para que entren en transición las dictaduras, y se consoliden y perfeccionen las democracias establecidas. No hay que creer que una vez alcanzada, la democracia está asegurada. No sólo es perfeccionable, sino que si no se cuida a diario, se marchita. El 11 de septiembre dejó claro que contra el terrorismo, la respuesta debe ser no sólo su persecución, sino profundizar en los principios democráticos, lo que, en nuestros tiempos, implica una mayor solidaridad global.

Por todas estas razones de la Conferencia de Madrid sobre Transición y Consolidación Democráticas no sólo se derivan enseñanzas para las nuevas democracias, sino para todas. La iniciativa de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE) de España y de la Fundación Gorbachov ha constituido un caso único en que la iniciativa privada ha reunido a un gran plantel internacional, en el que se ha entremezclado el diálogo entre expertos de todo el mundo y políticos. España carece en exceso de sociedad civil y centros de impulso de reflexión e investigación de este género son absolutamente necesarios. No sólo se ha cubierto un hueco, sino que tras este esfuerzo subyace la idea de ayudar al resto del mundo. Aunque Aznar diga que hablar de la transición española resulta ya anacrónico, y que sólo lo hacen unos pocos, ese paso de la dictadura a la democracia es un capital de ejemplo -no de lección-, que España debe cuidar, así como perfeccionar un sistema político de libertades que dista de ser perfecto.

En las reuniones de Madrid se ha hablado mucho de corrupción, de control civil de lo militar, de la conjunción de eficiencia y justicia social, de diseño constitucional y otras materias. Deben potenciarse instituciones internacionales más transparentes, que rindan cuentas y que promuevan la democracia y la justicia social en el mundo. La visión más general la han aportado políticos de la talla de Clinton o de Gorbachov, al plantear la dimensión global. Pues, efectivamente, en nuestros días los problemas son cada vez más globales, pero la política democrática sigue siendo local. Si no se adapta, como indicara Gorbachov, la política corre el riesgo de quedarse atrás.

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El 11 de septiembre, el 'lado oscuro de la interdependencia', como lo ha definido Clinton en Madrid, es también una oportunidad para mejorar el mundo. Si la Administración de Bush actúa con habilidad y sensatez, debería transformar la coalición internacional contra el terrorismo en otra para un orden internacional más justo, más seguro, en el que se impulse la democracia y la justicia. La democracia, como ha afirmado el presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, debe trascender a las religiones y culturas, y convertirse en la forma dominante de gobierno en el mundo del siglo XXI. Así será más seguro.

Debemos recuperar la ayuda exterior, en lamentable declive en los últimos años, hacia los países más pobres, resolver los problemas de Oriente Próximo y combatir pandemias como el sida, o peligros como el recalentamiento del planeta. Así se promoverá una agenda global, que tenga por eje una democratización no impuesta, sino nacida desde las particularidades de cada país. Lo que pide la democracia es oportunidades.

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