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Reportaje:

La pasión de Picasso por el sexo

Una exposición que se inaugura hoy en Barcelona reúne las 290 obras más eróticas del artista malagueño

Sexo. Éste es el tema. Comprado y suplicado. Disfrutado y observado. Solitario y compartido. Tierno y pasional. Con y sin amor. Obsceno y humorístico. Exhibicionista e, incluso, contorsionista. De todo hay en Picasso erótico, la exposición más amplia y completa sobre el tema -para algunos el 'gran tema' del artista malagueño- que se ha realizado hasta hoy. La exposición, que hasta el 20 de enero de 2002 se presenta en el Museo Picasso de Barcelona, reúne 290 obras entre pinturas, dibujos, grabados, esculturas y cerámicas, que abarcan toda la trayectoria del artista, por lo que paralelamente puede seguirse también su evolución desde 1894, fecha del primer dibujo exhibido -realizado con 12 años-, hasta 1972, un año antes de su muerte.

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'No creo que en Picasso haya pornografía ni perversidad a la hora de mirar el sexo', afirma Domenique Dupuis-Labbé, comisaria científica de la exposición. 'Al contrario, creo que era un espíritu libre, un hombre sano con un gran apetito de vivir y disfrutar. Refleja los diferentes estadios del amor en función de cómo los vivía o sentía en cada momento'. La exposición muestra este constante deseo de vida y de amor que arrebató a Picasso a lo largo de toda su vida y que, añade la comisaria, sitúa al erotismo 'en el centro principal de su obra'. En su opinión, Picasso es erótico incluso cuando pinta bodegones, y por ello, añade, esta exposición podría ser aún más amplia.

Lo cierto es que el erotismo de Picasso era cosa sabida, aunque tal vez desde una perspectiva más centrada en su supuesto papel de devorador de mujeres del que queda reflejado en esta exposición. En sus últimos años de vida se hizo si cabe más explícito en una serie de grabados -especialmente Rafael y la Fornarina (1968) y La Maison Tellier (1971)- que algunos leyeron en su momento como el reflejo obsesivo de su impotencia senil y ahora otros interpretan desde una melancolía más llena de humor que de amargura. También había sexo explícito en sus dibujos de juventud, buena parte de los cuales, los pertenecientes al museo barcelonés, se exhibieron por primera vez en 1979 en el mismo centro con un título homónimo al de la actual exposición y que también se han mostrado en otras ocasiones.

Obras íntimas

Más difíciles de ver han sido los numerosos dibujos y carnets pertenecientes a colecciones privadas o incluso públicas. 'No hay voluntad de provocación porque la mayoría de estos dibujos no los hacía para que fueran exhibidos, sino que los guardaba para él', afirma Dominique Dupuis-Labbé. 'Eran obras muy personales, muy íntimas, que han podido conocerse en la medida en que con el tiempo han ido entrando en colecciones públicas'. Por esto, afirma, no es extraño que hasta ahora no se haya realizado una exposición de esta envergadura sobre el tema.

El promotor de la idea fue el artista y escritor Jean-Jacques Lebel, si bien el proyecto fue asumido rápidamente por el director del Museo Picasso de París, Gerard Régnier, comisario general de la exposición, y por Guy Cogeval, director del Museo de Bellas Artes de Montreal y comisario asociado de la misma junto a la directora del centro barcelonés, María Teresa Ocaña. La exposición ya se ha visto en estas dos ciudades. En París tuvo cerca de 200.000 visitantes y en Montreal la cifra alcanzó los 240.000, en parte debido a la atracción que la exposición tenía para el público estadounidense, privado de poder ver una exhibición de estas características en su país dada la censura que impera en todas las cuestiones de carácter sexual. En este sentido, los comisarios del proyecto destacan que han aprovechado 'el último espacio de libertad, incluso de libertinaje', que todavía se les permite.

En Barcelona, la exposición se inaugura con 10 días de retraso ya que se complicó el traslado de las obras desde Canadá debido a los problemas que los atentados de Estados Unidos ocasionaron en el tráfico aéreo. Finalmente, hoy se inaugura con ligeras variantes respecto a las dos presentaciones anteriores, también distintas entre sí. La manera de mostrar las obras ha ido cambiando y, explica Dupuis- Labbé, enriqueciendo la visión de las obras. Si en Montreal se optó por incorporar elementos escenográficos, como un cuarto que reproducía un burdel de principios de siglo, en Barcelona y antes en París la presentación es estrictamente museográfica.

El montaje se distribuye de forma cronológica y ocupa las dos grandes salas de exposición del Museo Picasso de Barcelona y otra pequeña sala en la planta baja, en la que se presenta una de las últimas series de grabados del pintor, La Maison Tellier, inspirada en los monotipos de Degas y que tiene a este artista como protagonista en su papel de voyeur en un burdel. También hay numerosas escenas de burdeles en sus primeros dibujos y, sin ir más lejos, su cuadro más famoso y el que más influencia ha tenido en la historia del arte del siglo XX tiene como escenario un burdel situado en la calle de Aviñón de Barcelona, que le inspiró sus conocidas Demoiselles d'Avignon. Algunos dibujos preparatorios de este cuadro se muestran en la exposición justo después de la sala dedicada a la obra de juventud, de un erotismo humorístico y caricaturesco protagonizado por sus amigos y conocidos de la Barcelona modernista.

El paso del cubismo; la etapa surrealista de Picasso -en la que los cuerpos y órganos sexuales se mezclan y confunden-; las versiones que realizó de los mitos clásicos; la vuelta al clasicismo con composiciones lineales y serenas; la sensualidad ondulante y alegre de Marie-Therèse -posiblemente la mujer con la que vivió de forma más intensa la reciprocidad del amor erótico, según algunos estudiosos-; la intermitente presencia del personaje de la Celestina o el protagonismo del voyeur en los últimos años de su vida. De todo hay en esta exposición, que permite ver un mismo tema, como el beso o el desnudo, realizado estilísticamente de formas muy diferentes en función de cuál era en cada momento la preocupación estrictamente artística del artista. Es el Picasso virtuosista y transgresor de siempre, pero sorprende y, desde luego, no deja indiferente.

<i>Dora y el minotauro</i> (1936).
Dora y el minotauro (1936).

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