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Rusia logra el negocio del petróleo

La guerra de Afganistán ha inclinado la balanza a favor del oleoducto ruso

Pilar Bonet

La guerra en Afganistán y los focos de inestabilidad en el Cáucaso están favoreciendo los intereses de Rusia en el dilema de los países ex soviéticos productores de petróleo, que han fluctuado entre la integración al complejo petrolero ruso y la búsqueda de alternativas independientes, que pasen por otra zonas. El clima de cooperación entre Moscú y Washington contribuye, de momento, a fortalecer la posición rusa. Pero el Kremlin tendrá que convivir con nuevos actores, dispuestos a quedarse en las regiones que formaron parte de la URSS. La apuesta a favor de Rusia se plasmó simbólicamente el lunes, cuando los responsables del Consorcio del Oleoducto del Caspio (CPC) anunciaron en Moscú la entrada en funcionamiento del oleoducto para transportar petróleo de Kazajstán a Occidente a través de Rusia.

Se trata del proyecto de mayor envergadura realizado en el espacio postsoviético en la pasada década. El oleoducto, en el que se han invertido 2.600 millones de dólares, tiene una longitud de 1.580 kilómetros y une los yacimientos de Tengiz, en la costa kazaja del mar Caspio, con una terminal en Novorossisk, en la costa rusa del mar Negro. El oleoducto podrá transportar 67 millones de toneladas de crudo anuales, aunque inicialmente su capacidad es de 28,2 millones de toneladas. Una empresa norteamericana, Chevron, lidera el consorcio internacional. Rusia participa con un 24%; Kazajstán, con un 19% y Omán, con un 7%. El 50% restante se reparte entre un conglomerado de empresas norteamericanas, británicas, kazajas y otras.

'El CPC manda al mundo un mensaje importante, a saber que EE UU, Rusia y Asia Central cooperan para crear prosperidad y estabilidad en esta parte del mundo', ha dicho el secretario de comercio norteamericano, Don Evans, en la inauguración del oleoducto en Moscú.

Desde hace diez años, el petróleo del Caspio ha sido el centro de múltiples discusiones sobre la nueva configuración de los intereses estratégicos norteamericanos y rusos en relación a los países ribereños de este mar (Azerbayán, Irán, Turkmenistán y Kazajstán).

Los Estados occidentales deben evitar el 'chantaje energético' y para ello deben recurrir a la creación de reservas y a la duplicación de canales, señalaba el ex primer ministro de Kazajstán, el economista Akezhan Kazhegeldin. La coyuntura favorable a Rusia existente hoy en las rutas de transporte de crudo no implica que hayan desaparecido los problemas, ni las alternativas que EE UU potenció durante el mandato de Clinton.

De las cuatro grandes vías posibles para exportar el petróleo del Caspio, Kazhegeldin favorece la ruta a través de Rusia, con posibilidades de bifurcación hacia el mar Negro y hacia el Báltico y salida a los Balcanes y Europa Occidental. El segundo camino es por el Cáucaso hasta el puerto turco de Ceyhan en el Mediterráneo. El tercero, por Irán, hasta el golfo Pérsico, y el cuarto, por China, hasta el sureste asiático. En contra de los proyectos por el Cáucaso pesa la inestabilidad de la región. Además del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán por el enclave de Nagorno-Krabaj, vuelve a recrudecerse el conflicto entre Georgia y la región secesionista de Abjasia, sin hablar de Chechenia.

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Para Kazhegeldin, la apuesta por Rusia 'asegura una profunda integración entre Rusia, Asia Central y la UE, y al mismo tiempo implica a Europa con Rusia en la misión política de asegurar la independencia energética de los países industrializados'. 'Rusia, Kazajstán, Azerbayán y Turkmenistán pueden unirse con los Estados productores de petróleo del mar del Norte, crear una alternativa seria a la OPEC y obtener un sustancial beneficio político', señalaba Kazhegedin. Además de la UE, los proyectos de integración euroasiática deben incluir también, en opinión de Kazhegeldin, a empresas de EE UU, Canadá y Japón.

La ruta del sur

La guerra en Afganistán y la hostilidad de la Administración norteamericana hacia Irán e Irak no han hecho desaparecer las alternativas a la ruta del norte, pero congela su desarrollo. Todos los países asiáticos postsoviéticos han soñado con una salida por el sur, independiente de Rusia. Nursultán Nazarbáyev, presidente de Kazajstán, lamentaba en abril que las secuelas de la guerra de la URSS en Afganistán impidieran desarrollar el transporte de energía hasta el puerto de Karachi en el Índico. 'Estoy absolutamente convencido de que si los talibanes llegan a controlar todo el territorio de Afganistán, no traspasarán la frontera del país. No habrá una expansión de la revolución islámica', decía entonces el presidente kazajo. Kazajstán, Turkmenistán y Uzbekistán, país este último que no tiene ninguna salida al mar, han considerado la ruta de transporte de hidrocarburos a través de Afganistán. Esto explica por qué los tres países asiáticos ex soviéticos han acariciado hasta hace poco la idea de un modus vivendi con los talibanes. Si la situación en Afganistán se estabiliza, las perspectivas ahora frustradas volverán a abrirse de nuevo, y, con ello, la alternativa a la ruta del norte, a través de Rusia.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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