Ting Ting vuelve a empezar
Talleres especiales en los institutos para los jóvenes inmigrantes que desconocen completamente el idioma
'E-l-s x-i-c-l-e-t-s, a l-a p-a-p-e-r-e-r-a', indica Elisabet. Son las 8.30 y los alumnos, adormilados, se miran y ríen sin comprender. Elisabet repite la indicación, esta vez acompañada de gestos casi cómicos. Por fin, dos chavales de 14 años se levantan tímidamente del pupitre y obedecen a la profesora, que en ese momento empieza a pasar lista: Mohamed, Xio Lei Jiang Zhang, Ting Ting... hasta los 22 alumnos que acuden al taller de adaptación escolar (TAE) del instituto Ventura Gassol, de Badalona. El 43% son marroquíes y el 14% chinos. Todos viven en Badalona, donde el 2,4% de la población es de origen inmigrante.
'Los talleres están destinados a los inmigrantes en edad de secundaria recién llegados, para que aprendan el catalán y así puedan introducirse al sistema escolar', explica Dolors, la pedagoga del curso. Los 22 alumnos asisten toda la mañana al taller, mientras que por la tarde acuden a las clases de ESO en sus respectivos institutos.
'En los talleres es primordial el aprendizaje de la lengua catalana para adaptarse al sistema escolar', insiste Joaquim Arenes, responsable del servicio de enseñanza del catalán, del que dependen los TAE. Sobre la enseñanza del castellano, Arenes advierte de la dificultad de inculcar dos idiomas a la vez, y señala que estos alumnos 'van aprendiendo el castellano en las clases habituales del instituto y también en la calle, en sus propios barrios, donde hay muchos castellanohablantes'.
'El TAE es también un curso de inmersión cultural acelerado, además de dar clases de ciencias sociales, naturales y matemáticas, para que tengan las herramientas necesarias para adaptarse a nuestro sistema educativo'. Los talleres fomentan la participación en el entorno al facilitar información sobre asociaciones juveniles, clubes deportivos, corales, bibliotecas o actividades extraescolares ofrecidas por el municipio.
De momento, estos alumnos no hablan catalán ni castellano; muchos desconocen el alfabeto latino y alguno jamás se ha enfrentado a una hoja en blanco. Son chicos y chicas chinos, marroquíes y paquistaníes de 12 a 16 años, que acaban de aterrizar ante un paisaje del que nada sabían hasta entonces. Vuelven a empezar. Hoy empiezan el día con una clase de Ciencias Naturales sobre el cuerpo humano. 'A ver, Ting Ting, ¿qué es esto?' inquiere parsimoniosamente la profesora señalando su boca. 'Narisss', responde la adolescente. 'No', le corrige la profesora agarrándose ostentosamente la nariz. Oreja es una palabra dificil: larga y complicada, y Chau Li duda.
'Los primeros días casi no se atreven a moverse de la silla: miran todo con ojos temerorosos, porque no pueden entender nada', explica Dolors. 'Son niños de edades variadas con un bagaje muy diferenciado entre sí', añade. Unos llegan al instituto con los documentos adecuados para convalidar sus estudios, pero otros no han tenido oportunidad de aprender cómo se coge un lápiz. Averiguar su pasado es a veces complicado. Pueden proceder de ambientes urbanos o rurales, de un poblado de alta montaña o de un campo de refugiados.
'Yo estoy entusiasmada', asegura Elisabet. 'A pesar de las dificultades iniciales del idioma es un trabajo muy agradecido, porque en muy poco tiempo compruebas lo que aprenden en las clases'. Esta lingüista daba antes clases de inglés a alumnos autóctonos. 'Era un constante esfuerzo, parecía que a los chicos les daba todo igual, y nunca veías el resultado'. En los talleres, en cambio, 'tras la parálisis de los primeros días, los alumnos están verdaderamente motivados, y van locos por aprender a hablar, a comunicarse. Son puntualísimos y nunca faltan a clase'.
Pesa mucho la necesidad familiar. 'Los niños saben que sólo ellos pueden ayudar a sus padres', explica; 'tareas tan elementales como hacer la compra, acudir al médico o realizar las gestiones administrativas más simples pueden convertirse en un suplicio si desconoces el idioma'.
Estos talleres funcionan en Cataluña desde hace cuatro años. Cada curso, con una media de 22 alumnos con 2 profesores, dura nueve meses, 'por regla general, es suficiente para seguir los estudios, aunque con dificultades', según Dolors. En la actualidad hay un total de 36 talleres y 792 plazas repartidas por toda Cataluña: nueve en el área metropolitana de Barcelona, siete en la ciudad, seis en la provincia de Tarragona, cinco en la de Girona, cinco en el Baix Llobregat-Anoia, y dos en la provincia de Lleida, así como en el Vallès Occidental. El presupuesto por taller es de 13 millones de pesetas, entre los salarios de profesores y asesores y material didáctico.
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