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Oscuros negocios en la Barcelona del franquismo

Julio Muñoz Ramonet vivió el fin de sus días maldiciendo la fecha en la que su destino se cruzó fatalmente con magistrados y fiscales. Murió en 1991, en Saint-Gallen (Suiza), donde el financiero había fijado su residencia secreta tras eludir a la justicia española. Baltasar Garzón, entonces juez instructor, había dictado sobre Muñoz la última orden de busca y captura.

Muñoz Ramonet levantó una gran fortuna en los primeros años de la década de 1950 gracias a la importación de cupos de algodón y a los negocios especulativos con inmuebles. Sus problemas con la justicia empezaron más tarde con la quiebra fraudulenta de Internacional de Seguros. Entonces trabó relación con Antonio Garrigues Díaz-Cañabate -padre de Joaquín y Antonio Garrigues Walker-, ex embajador en el Vaticano, ministro de Justicia de Franco y catedrático de Derecho. En una ocasión, Muñoz recibió a Garrigues en una de sus residencias, el Palau Robert, en el paseo de Gràcia de Barcelona, y al observar las solapas algo gastadas del terno del abogado, exclamó: 'Que venga mi sastre y que le hagan varios trajes de seda al señor letrado'. La anécdota acabó con el portazo de Garrigues y puso fin a la única baza que tenía el financiero para salvar su suerte.

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Otro de los que trataron a Muñoz fue Manuel Ortínez, que fue secretario técnico del Consorcio Algodonero y director del extinto Instituto Español de Moneda. Ortínez cuenta en sus memorias -Una vida entre burgesos (Edicions 62)- que Julio Muñoz había entrado en Barcelona en 1939 con las tropas nacionales. 'Era un hombre sin cultura, más bien gris, pero con aquella fuerza que daba llegar de la mano de los vencedores', escribe Ortínez.

El hermano de Julio Muñoz, Álvaro, fue, en calidad de testaferro, el propietario del hotel Ritz. Julio Muñoz completó su periplo casándose con Carmen Villalonga, hija de Ignacio Villalonga, el entonces presidente del Banco Central, que como gobernador general de Cataluña desempeñó la vergonzante presidencia de la Generalidad auspiciada desde Madrid después del fracasado intento independentista de Lluís Companys el 6 de octubre de 1934.

Las hijas de Villalonga, Carmen y Marita, pertenecían al círculo de los Salisachs, Godia, Juncadella, Bertrand y Burés, entre otros apellidos que marcaron el esplendor de la Barcelona industrial.

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Julio Muñoz fue empresario textil y llegó a tener 45.000 empleados. Cimentó su emporio en los almacenes El Águila, cuyo logotipo se convirtió en el símbolo de su grupo. Creó Internacional de Seguros y otras empresas de renombre, como Sociedad de Navegación Muñoz, Comar y Compañía Internacional del Corcho. Más tarde, concentró su actividad financiera en los bancos suizos Spard und Kredit y Genevoise de Comerce et Crédit.

En sus mejores años, Muñoz tuvo como socio a Rafael Leónidas Trujillo, el ex dictador de la República Dominicana. El financiero recordó en alguna ocasión las juergas nocturnas de Trujillo y del amigo del dictador, el playboy Porfirio Rubirosa, famoso por el tamaño de su verga, según cuenta Vargas Llosa en La fiesta del chivo. En 1981, el edificio de El Águila sufrió un incendio que junto con el de Almacenes Torrens en la Gran Via sepultó una imagen singular de la Barcelona del medio siglo.

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