La defensa es el mejor ataque
El mercado prima a las empresas ligadas a los sectores de defensa y seguridad por el actual clima prebélico
El ataque terrorista del pasado día 11 de septiembre a Nueva York y Washington ha cambiado muchas cosas, muchas sensibilidades. Y también ha modificado las prioridades del Pentágono, una gigantesca máquina inversora, con un presupuesto de 345.000 millones de dólares para este año, que favorece a aquellas empresas ligadas al sector de la defensa. Desde una perspectiva más individual, las firmas especializadas en seguridad también se están viendo favorecidas por los nuevos aires prebélicos. Pero no son las únicas.
La Fuerza Aérea ha encargado a Boeing el desarrollo de una bomba inteligente, un proyecto en el que compite con Lockheed
La seguridad va a cambiar tanto en nuestra sociedad como los incidentes de 1972 en Múnich la modificaron en las Olimpiadas
George Bush anunció ante el Congreso que Estados Unidos se enfrenta a 'una larga campaña, muy distinta a lo que hasta ahora hemos conocido' en la lucha contra lo que llamó 'terrorismo global'. Los norteamericanos recibieron con espíritu sombrío y ánimo decidido las palabras del presidente, que incluían el propósito de hacer justicia con los responsables de los ataques del 11 de septiembre contra Nueva York y Washington. El país se ha puesto en pie de guerra y la economía civil, ya muy débil antes de aquellas matanzas, está bajo mínimos, pendiente de los efectos de un plan de estímulos monetarios, fiscales y de inversión pública de más de 100.000 millones de dólares que difícilmente van a evitar la recesión. En una atmósfera deprimida, el ambiente prebélico ha disparado las expectativas económicas de los sectores relacionados con la defensa y la seguridad.
Grande entre los grandes
A mediados de semana, la cotización de Boeing subía como la espuma en Wall Street. El primer fabricante mundial de aviones había sufrido en fechas previas estruendosas pérdidas como consecuencia de la crisis de las compañías aéreas, que luchan por sobrevivir y lo último en que piensan es en renovar la flota. Boeing va a despedir a 30.000 trabajadores, pero la cuarta parte de su negocio lo hace con el sector militar, y ahí el viento sopla de cola. Esta misma semana, la Fuerza Aérea de Estados Unidos le ha encomendado el desarrollo de una bomba inteligente de algo más de 100 kilos de peso, proyecto en el que compite con Lockheed Martin, un adelanto de lo que está por venir.
Boeing no sólo es el fabricante del Air Force One, la Casa Blanca volante, sino que coloca en el aire a los cazas F-18 junto a aviones nodriza, reactores de transporte y cohetes y es el principal agente en los planes de Bush de construir un escudo antimisiles que haga inviolable a Estados Unidos. El Pentágono va a contar este año con un presupuesto de 345.000 millones de dólares y los fabricantes de armamento y tecnología de defensa están eufóricos, tras varios ejercicios de reducción en los gastos. Donald Rumsfeld, el jefe del Pentágono, ha pedido más aviones de reconocimiento para la busca y captura de Osama Ben Laden, a quien Washington responsabiliza de los atentados, y Boeing está dispuesto a acelerar la fabricación de sus C-9, equipados con la más avanzada tecnología.
Boeing saca provecho de su condición de grande entre los grandes. Pero la situación es magnífica para todas las empresas del sector. L-3 Communications, una firma relativamente pequeña, especializada en sistemas de comunicaciones blindados, control de satélites y aviónica, ha tocado techo esta semana, con la cotización más alta de los últimos 12 meses. Frank C. Lanza, su máximo responsable, contaba hace unos días cómo recibió una llamada del Pentágono: 'Nos preguntaron, '¿pueden hacer esto y esto?, ¿cuánto tiempo les llevará?'. Están en el proceso de planificación y necesitan saber qué capacidad tenemos de entregar determinados productos'.
Lanza no dijo más. Su empresa también fabrica equipos para detectar, filtrar y analizar ingentes cantidades de datos de voz y electrónicos, el material que justamente se necesita en la guerra de nueva planta que ha declarado Bush. El silencio de Lanza era un adelanto del contenido de la carta que Pete Aldridge, subsecretario de Defensa para adquisiciones, ha enviado a los responsables de compañías que trabajan con el Pentágono pidiéndoles 'discreción en las declaraciones públicas y comunicados de prensa' porque 'incluso inocua información industrial puede ser muy elocuente sobre actividades militares e intenciones para el espía preparado'.
De récord en récord
Esa carta ha llegado a una docena de compañías, entre ellas General Dynamics (fabricante de carros de combate, vehículos de asalto, artillería, destructores, submarinos y misiles de crucero), Honeywell (aviónica, radares, motores para reactores), Raytheon (óptica de combate y misiles, entre ellos los Stinger portátiles que tanto juego dieron en Afganistán contra los cazas soviéticos), Lockheed Martin (cazas, aviones de transporte, sistema de misiles y antimisiles) y Northrop Grumman (bombarderos B-2, radar, misiles, cruceros y destructores), otra sociedad que esta semana ha ido de récord en récord en Wall Street ante la perspectiva de que sus servicios sean contratados para incrementar la capacidad de las comunicaciones y sistemas de armamento del Pentágono.
Las empresas de seguridad, que mueven 100.000 millones de dólares al año en Estados Unidos, con 1,5 millones de guardas, 2,5 veces el número de policías norteamericanos, son otras de las grandes beneficiarias de la crisis. La American Society for Industrial Security, con 32.000 miembros, ha celebrado esta semana en San Antonio (Tejas) su congreso anual, en cuyo programa se introdujo a última hora una jornada de conferencias dedicadas exclusivamente a tratar del terrorismo, con énfasis en el de origen islámico. Allí, William Cohen, antiguo secretario de Defensa de Bill Clinton, dio la razón a los que se angustian con la amenaza bioquímica y dijo que los servicios secretos tienen pruebas desde hace tiempo que Bin Laden ha tratado de hacerse con armas químicas y biológicas. No debería descartarse un ataque con ántrax o viruela, advirtió el antiguo jefe del Pentágono. Jim McNulty, vicepresidente en Chicago de Securitas, el gigante sueco de la seguridad privada, dice que su compañía no puede responder a la demanda de servicios en algunas ciudades, en especial Nueva York, que se han incrementado entre el 10% y el 20% desde el pasado 11 de septiembre.
La feria de San Antonio ha sido el lugar ideal para presentar desde productos tan elementales como películas que se pegan en los cristales de las ventanas para evitar que salten hecho añicos en caso de explosión -'la demanda se ha disparado', decía el responsable de una firma especializada en esa aplicación- a lo último en tecnología de identificación biométrica. Las empresas de seguridad reciben ahora, además de peticiones de personal que vigile de un modo clásico, solicitudes para instalar sistemas de control basados en tecnologías de reconocimiento de características orgánicas intransferibles, como el rostro o las huellas digitales.
Christopher Tomes, presidente de Veritel, una firma nacida hace ocho años en Chicago y especializada en tecnología de reconocimiento de voz, dice haber recibido numerosas llamadas de potenciales clientes y de posibles inversores. Antes del ataque a las Torres Gemelas, las perspectivas eran poco halagüeñas debido a la contracción económica. La empresa recortó su reducida plantilla. Todo cambió aquel día. 'Nos ha puesto un año por delante y, desde luego, ahora vamos a avanzar mucho más rápido y lo vamos a hacer a escala global', apunta Tomes.
Cambio de mentalidad
Los ataques del 11 de septiembre 'van a cambiar por completo el modo de pensar en la seguridad', señala Bill Rathburn, que fue responsable policial en Los Ángeles y que tuvo a su cargo la seguridad en los Juegos Olímpicos de Atlanta, en 1996. 'La seguridad va a cambiar tanto en nuestra sociedad como los incidentes de 1972 en Múnich cambiaron la seguridad en las olimpiadas'. En aquel año, el secuestro por un comando palestino de un grupo de atletas israelíes concluyó con la muerte de 11 deportistas, cinco secuestradores y un policía.
Las medidas de seguridad, la prevención sobre los aviones y las restricciones presupuestarias de una economía en recesión han dado alas temporalmente a una industria con una década de vida. 'Desde la tragedia, nuestro negocio se ha duplicado', comentaba a finales del mes pasado Bob Kaphan, presidente de Proximity Video Conferencing, una compañía de servicios de telecomunicación que ofrece videoconferencias.
Este sistema pone en contacto visual y sonoro a participantes separados por cientos o miles de kilómetros, con el consiguiente ahorro de tiempo y dinero al evitarse los viajes. WebEx, con 4.000 clientes, ha visto subir más del 50% su valor bursátil en las tres últimas semanas. Sus responsables no se dejan deslumbrar. Dicen que hoy por hoy sólo el 2% de las empresas están preparadas para aceptar la nueva tecnología, que con el tiempo se acabará consolidando como un instrumento más de comunicación sin llegar a sustituir al viaje. Pero eso será cuando vuelva la ansiada normalidad.
El acicate comercial de la soledad y el miedo
'He vivido sola toda mi vida. No tengo con quién compartir mi tristeza', decía el domingo pasado Cathy Hughes, una psicoterapeuta de 49 años que había acudido al Gran Park de Chicago a un concierto en memoria de las víctimas de los ataques del 11 de septiembre. Las notas del sutil Requiem de Gabriel Fauré, escuchado por unas 4.000 personas, ablandaban aún más un espíritu ya decaído. 'Por eso he venido aquí, para estar con la gente. Pero creo que necesito más'. 'En tiempos de crisis, la gente no quiere estar sola', explica Joyce Brothers, una veterana y popular psicóloga. 'Hay una necesidad de encontrar pareja'. En Nueva York, teórico paraíso del triunfo personal y de la soltería, personas satisfechas en lo profesional y con una intensa vida social se han encontrado de repente con un vacío. 'Me he dado cuenta, por primera vez, de que estaba sola', confesaba Claire Smithers a The New York Times. 'Siempre me ha gustado vivir sola, pero durante esta crisis lo he lamentado'. Otros han intentado combatir la angustiosa soledad con ayuda de las agencias que buscan pareja, previo pago de una cuota. La compañía It's Just Lunch, por ejemplo, asegura que la demanda de sus servicios se ha disparado. La agencia de contacto por Internet uDate.com ha visto subir entre un 15% y un 20% el número de consultas y cifras semejantes ofrecen otras compañías. 'En el momento que la gente se encuentra segura tras una tragedia como un huracán o un avión que se estrella, siente la necesidad hacer el amor', dice la psicóloga Brothers. 'Está en nuestro código genético'. Es una pulsión también para solitarios. En los días posteriores a la tragedia, las consultas sobre sexo en la Red, el eterno favorito de los internautas, cayeron hasta el lugar 17. Gradualmente han vuelto a recuperar la cabeza. Junto a la necesidad de contacto humano se da la de conocer qué ha ocurrido o puede ocurrir y por qué, necesidad que las editoriales se han precipitado a satisfacer. Volúmenes dedicados a geopolítica, historia y a la guerra convencional y biológica ocupan lugares bien visibles en librerías y en la lista de superventas de Amazon. Libros sobre Osama Bin Laden, Afganistán y el terrorismo con vertiente islámica compiten con otros titulados Antrax o Germs. Biological weapons ans America's secret war (Gérmenes. Armas biológicas y la guerra secreta de EE UU). A survivalist ghuide to nuclear war and other major disasters (Vida después del día del juicio. Una guía para sobrevivir a una guerra nuclear y otros grandes desastres) tiene entre tres y cinco semanas de espera en Amazon.
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