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Columna
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Guerra

Miquel Alberola

En realidad la guerra empezó el mismo 11 de septiembre, mientras algunos tipos tensaban el arco zigomático para luego ponerse serios y enfundarse el envoltorio del pacifismo ante la inminente reacción. La guerra, en cierto modo, era esto: identificación, localización y detención de células durmientes, bloqueo de cuentas bancarias, estrangulamiento de tapaderas empresariales, regeneración de los servicios secretos, asedio a madrigueras, diseño de nuevas medidas de seguridad, cambio de mentalidades... En definitiva, se trata de la incorporación de John Le Carré a la primera línea de fuego: guerra caliente laminada en frío. Hasta el punto de que no pocas cadenas televisivas ya han considerado el regreso de los equipos desplazados a Islamabad, puesto que ésta no es la Guerra del Golfo y la tormenta de hierro no empieza a la hora señalada. Si el ataque suicida a Nueva York y Washington ha marcado una tendencia inédita para el terrorismo, la respuesta dada hasta el momento, tras las primeras vacilaciones, ha sido absolutamente simétrica en cuanto a innovación. La lógica de la guerra ha quedado desfasada, aun librándose sobre el tradicional esquema compartido por la comunicación y la violencia (emisor, receptor, canal y código). Éste es un choque de complejidades. La complejidad de un agresor en apariencia muy primario, pero que ha tejido una red tan intrincada como los vínculos familiares urdidos por sus dirigentes (la hija del comandante de Al Qaeda, Mohamed Atef, está casada con el hijo de Bin Laden, quien está casado con una hija del Príncipe de los Creyentes, el talibán Mohamed Omar, que a su vez está casado con una hija de Bin Laden) para convertir en una misma papilla familia y causa, se contrapone a la complejidad social del agredido, cuya primera batalla ha consistido en aplicar una bolsa de hielo sobre su orgullo herido. Lejos de responder con una masacre, provocando la extensión del conflicto -otra guerra santa medieval- que era el objetivo de la acción suicida, la reacción -este nuevo concepto de guerra- se está administrando de modo tan quirúrgico y pacífico, que ha pillado con el paso cambiado a más de cuatro. Y eso hay que decirlo.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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