'Después de lo ocurrido en Manhattan, la gente pensará que todo es posible'
Frederick Forsyth (Ashford, Kent, 1938) barajó en una ocasión la posibilidad de construir una novela en torno a la destrucción de un edificio con un avión secuestrado por criminales suicidas. Descartó la idea, convencido de que el lector occidental nunca creería semejante historia. La realidad se ha demostrado indudablemente más osada que la ficción. El triple ataque contra los rascacielos de Manhattan y parte del Pentágono, que se cobró la vida de más de 6.000 personas, amplía el horizonte de la verosimilitud para autores como Forsyth, especializados en los thrillers y novelas de espionaje. 'Hemos descubierto una mina de oro, pero es una mina mala', protesta el autor.
'No se puede negociar con Bin Laden. No pide nada ni quiere nada. Matarle es la única alternativa'
Respuesta. Esto llegará en mi próxima novela. En El veterano entro de refilón en el género, con cinco historias distintas, en países y épocas históricas diversas y personajes variados. La sorpresa al final de cada capítulo es el único aspecto que une esta colección de relatos.
P. Achacó el alejamiento de su género por excelencia a la falta de un gran tema global, a la ausencia de una nueva amenaza que mantenga en vilo al mundo entero. ¿El ataque contra Estados Unidos abre una nueva veta en la literatura popular?
R. Sí, pero el problema es que al menos 50 autores estarán trabajando en este instante sobre la misma temática. No estoy dispuesto a ser el número 51, así que para mí llega demasiado tarde.
P. Usted ya identificó al 'fanático preparado para morir' como el perfecto asesino en Chacal, el gran éxito de su juventud. ¿Se adelantó a los acontecimientos?
R. Antes de 1970, cuando escribí mi primera novela, Chacal, el asesino suicida era prácticamente desconocido. No recuerdo ningún caso anterior a esa fecha, y, de todos los asesinatos políticos, tan sólo escapó a la muerte o a la cárcel el asesino del presidente Kennedy. Ahora nos enfrentamos a otra dimensión de agentes suicidas, hay una larga cola de voluntarios.
P. Imaginó el personaje en el pasado y, como desarrolla en un relato de El veterano, un avión comercial es una buena localización para la literatura de suspense. ¿Nunca pensó en fusionar ambos ingredientes en una novela?
R. Pensé en la idea hace 18 años, pero nunca la utilicé. Me pregunté qué pasaría si un suicida secuestra un avión y lo lanza contra un edificio. La descarté. Pensé que al lector le parecería una exageración, algo imposible de creer. Y, en el supuesto de que alguien la considerara factible, me di cuenta de que era una acción demasiado fácil de llevar a cabo. Nadie podría detener el ataque, no hay defensa posible.
P. ¿Qué aspectos no aceptaría el lector?
R. Aprender a pilotar los aviones. Esto es lo más díficil de conseguir y arduo de creer, porque se necesitan cuatro años para saber manejar un avión. Además, debes contar con al menos cinco personas preparadas para suicidarse: el piloto, el copiloto y tres individuos para controlar a la tripulación y a los pasajeros. El lector occidental reaccionaría diciendo que es una trama imposible. El 90% de mis lectores está en Occidente, y en su mentalidad no entra la ecuación de que yo pueda encontrar a diez personas dispuestas a suicidarse. Para nosotros, el concepto de suicidio es muy extraño y sólo se da en gente que se siente profundamente deseperada o sufre una depresión masiva. Hemos comprobado que era factible y, es más, se estima ahora que planeaban secuestrar hasta diez aparatos esa jornada. Un estratega como Osama Bin Laden probablemente tuvo en cuenta que un 50% de su plan fallaría, porque, siento decirlo, en la vida las cosas siempre salen mal.
P. ¿Qué consecuencias acarreará el ataque en el mundo de la ficción?.
R. La ficción avanza en paralelo a la realidad. Ahora se puede proponer cualquier idea, porque, después de lo ocurrido en Manhattan, la gente pensará que todo es posible. Atentados con gérmenes o gases mortíferos en los que ya no morirán 5.000 personas, sino 50.000.
P. ¿Ante un individuo como Bin Laden, qué alternativas están en la mano de un novelista?
R. Estamos en la segunda guerra fría. Sin la URSS ni el KGB, pero con Bin Laden y su organización Al Qaeda. A diferencia de secuestros anteriores, no se puede negociar con Bin Laden. No pide nada ni quiere nada. Matarle es la única alternativa, debes asesinarle.
P. ¿Enviando un Chacal?
R. No, ese personaje era un asesino secreto disparando contra una figura pública. Con Bin Laden deben operar fuerzas oficiales gubernamentales para matar a una figura muy privada. Tarde o temprano sucederá. Bin Laden no llegará a viejo. Tampoco le preocupa.
P. ¿A qué tipo de guerra nos enfrentamos?
R. A una nueva guerra fría. Y, como la anterior, se luchará en varios frentes separados: político, económico, propaganda, espionaje y medidas activas. Medidas activas es una forma elegante de llamar al asesinato de ciertas personas, en secreto, sin ruido, ocasionalmente. Al día siguiente, los periódicos informarán de que tal o cual individuo sufrió un ataque de corazón.
P. ¿En qué camino marcha su próximo thriller?
R. Una idea me ronda la cabeza desde hace un año. Creo que estoy ante algo nuevo, de temática diferente, original y que nadie ha abordado hasta la fecha. Casualmente, hay una figura en el libro, no un protagonista, sino alguien a quien otros personajes mencionan, que se llama Osama Bin Laden. Ante los recientes acontecimientos, me siento suspendido en el aire, porque quién sabe si Bin Laden vivirá el año próximo. Deberé cambiar su nombre y tal vez todo el entramado. Aún no he comenzado a investigar en el terreno y, hasta que no sepamos qué sucederá con Bin Laden, estará todo en el aire.
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