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MERCÈ 2001

El combo Ojos de Brujo triunfa en la última jornada de un BAM anodino

La última noche de BAM en la estación de França, en la que triunfó el combo barcelonés Ojos de Brujo, volvió a ofrecer un programa variado que lo fue tanto que apenas podía encontrársele algún punto en común. Si en las noches anteriores el pop había dejado paso a la música electrónica, en la de clausura fueron los sonidos mestizos y el hip-hop los que cedieron el testigo a la música de baile, que con sus sones agitó al numeroso público que de nuevo se dio cita en el recito en un BAM que en conjunto ha sido anodino.

La afluencia de personal fue tal que incluso hubo espectadores frente al escenario 2 de la estación, un escenario que hasta el momento parecía dejado de la mano de Dios. Así pues, en lo numérico el BAM cerró sus puertas con la satisfacción de haber cumplido las expectativas pese a que no se repitieron las aglomeraciones del año anterior. Sin duda la lluvia del sábado estropeó unos planes que en el septiembre barcelonés nunca pueden obviar la presencia de los chaparrones.

Y los reyes de la última noche acabaron siendo no los artistas de electrónica, sino el combo bacelonés Ojos de Brujo, una formación que pese a haber actuado en cuantiosas ocasiones no deja de llamar la atención del público. En la estación de França los Ojos de Brujo se marcaron un buen concierto, que funcionó especialmente cuando la banda se puso rumbera o cuando tiró de soleás, demostrado que si el repertorio entra por las canciones el resultado es convincente.

Menos convincente resultó el combo barcelonés cuando se fue por los cerros de Úbeda bien mediante largos e innecesarios solos o bien dejándose llevar por un cierto espíritu progresivo que en realidad nada aportan a la formación. En cualquier caso se llevaron la palma.

Luego, prosiguiendo con el buen rollito sound fueron Sargento García los que, con una banda de campanillas, se lió la manta a la cabeza para entrar por los senderos del reggae y de los sonidos de raíz latina por medio de un concierto que nada descubrió y que hizo pensar qué papel tenía una banda así en el BAM.

El resto de la noche se consumió entre el pop con resabios del sonido Canterbury a cargo de unos Stereolab que padecieron un sonido bastante deficiente. Luego dieron paso a Llorca, una nueva vuelta de rosca al French touch, a esa forma que tienen los franceses de mezclar house, soul y jazz en un ejercicio formalmente impecable pero bastante escaso de fondo. Cerró la noche Sideral, que protagonizó un set tan ecléctico como resultón y con el que consumieron los últimos bailes aquellos que aún se negaban a despedir un festival que este año ha sembrado muchas incertidumbres sobre su personalidad.

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El BAM de 2001 ha protagonizado una de las ediciones más anodinas del festival, que justo ahora parece que empieza a ser reconocido fuera de Barcelona como original. Casualmente este reconocimiento ha llegado ahora, cuando la programación de la plaza del Rei, uno de los espacios carismáticos del festival, se ha limitado a dos noches. Además, el escenario de la Rambla del Raval busca un sentido que no tiene, y el núcleo del BAM se queda confinado en la estación de França. Se ha pasado así de un festival abierto a una ciudad en la que se desparramaba por sus plazas a un festival en local cerrado, que parece apostar fundamentalmente por una electrónica no precisamente sugestiva.

Y lo que es peor, el BAM está dejando de ser un festival para los descubrimientos y se está convirtiendo en un festival para los descubiertos, para las obviedades. El riesgo y la intención que antes caracterizaba al BAM ha dejado paso a una programación de corto vuelo de la que apenas se pueden retener nombres. Y es que el BAM de este año no ha dado muestras de salud al convertirse en un festival satélite que no parece que vaya a ofrecer a su público las gemas que antes trufaron una programación que hoy es sólo un añorado recuerdo.

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