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Tribuna
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El impacto económico del martes trágico

La crisis abierta tras los atentados a EE UU activará medidas que permitirán afrontar el riesgo de recesión mundial, aunque la incógnita es aún el alcance de la respuesta bélica que se prepara.

Más de 5.000 muertos, reclamos de seguros que podrían ascender a 70.000 millones de dólares, quiebras anunciadas de varias compañías aéreas y caídas abruptas en las bolsas de valores son algunas de las consecuencias de los recientes atentados en Nueva York y Washington. Estos efectos inmediatos tendrán implicaciones económicas que se sentirán en el mundo entero.

El efecto adverso más importante será el debilitamiento de la confianza de los consumidores en Estados Unidos, cuya resistencia había evitado hasta ahora la recesión. Estados Unidos no podrá mantener siquiera el 0,2% de crecimiento económico del segundo trimestre, cuando cerca de la mitad de los consumidores están convencidos de que la economía tendrá un deterioro importante como resultado de los ataques terroristas. Lo que seguirá será una actitud de cautela, que llevará a reducir el consumo de bienes duraderos y la compra de viviendas.

Una devaluación brusca del dólar aumentaría la inestabilidad económica y profundizaría la recesión mundial
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El clima de inseguridad física y económica también tendrá efectos adicionales sobre la ya deprimida inversión. Puesto que Japón y gran parte de Asia están en recesión, y Europa ha perdido dinamismo, habrá una fuerte desaceleración del comercio mundial y caídas de los precios de las materias primas, con consecuencias muy adversas para los países en desarrollo, en particular los latinoamericanos.

Sin embargo, no está claro qué ocurrirá con el precio del petróleo. La reacción inmediata fue un aumento de tres dólares en el precio por barril, pero varios de los grandes países productores anunciaron que estarían dispuestos a compensar cualquier reducción en la oferta. En adición, el lento crecimiento económico mundial tenderá a deprimir las cotizaciones. Sin embargo, un conflicto generalizado haría que se dispararan.

A pesar de sus efectos negativos, la tragedia podría producir el efecto benéfico de propiciar un esfuerzo concertado entre los países desarrollados para estimular la economía mundial. De hecho, la Reserva Federal y los bancos centrales de Europa y Japón pusieron en circulación no menos de 190.000 millones de dólares en los tres días siguientes a la tragedia y unos días más tarde fue reducida de 3,5% a 3% la tasa de interés de la Reserva Federal y de 4,25% a 3,75% la del Banco Central Europeo.

También se ha abierto un espacio para que Estados Unidos aplique una política fiscal más expansiva, opción que había quedado cerrada por los compromisos adquiridos al negociarse el paquete de reducción de impuestos de Bush. En efecto, el Congreso ya aprobó un aumento del gasto de 40.000 millones de dólares, y se están empezando a discutir nuevas iniciativas de gastos de defensa.

Puesto que estas medidas de expansión monetaria y fiscal tardarán en mostrar sus efectos, no evitarán la desaceleración mundial, pero sí recortarán su duración. Las menores tasas de interés serán además un alivio para los países fuertemente endeudados, como es el caso de Argentina, Brasil y otros latinoamericanos.

En un ambiente de abundante liquidez internacional e incertidumbre sobre la seguridad y rentabilidad de las inversiones en Estados Unidos, los tipos de cambios de las principales monedas mundiales podrían entrar en un periodo de mayor inestabilidad. Es improbable, aunque podría ocurrir, que el renovado interés por la coordinación de políticas lleve a medidas efectivas de estabilización de los tipos de cambio de las principales monedas. Sin embargo, lo más factible es que el dólar tienda a devaluarse. Una caída moderada frente al euro y el yen podría ayudar a reanimar la economía de Estados Unidos y a moderar su desequilibrio externo, y sería muy beneficiosa para América Latina. Pero puede haber un escenario en que las bajas tasas de interés, la recesión y el clima de inseguridad en Estados Unidos desalienten el ingreso de capitales de cartera y de inversión directa, produciendo una devaluación brusca del dólar, que aumentaría la inestabilidad económica y profundizaría la recesión mundial.

Aunque puede haber algunas circunstancias para una mayor volatilidad financiera internacional, el nuevo escenario geopolítico exigirá que EEUU adquiera mayor compromiso con sus países aliados, y en particular Argentina, de la cual depende en este momento la estabilidad económica de toda la región. También es de esperar que Estados Unidos dé un mayor impulso a las negociaciones de libre comercio con sus socios latinoamericanos. El Congreso se verá inclinado a otorgar mayores concesiones al Gobierno de Bush para adelantar las discusiones comerciales con Chile y otros países.

La variable que introduce la mayor incertidumbre a todos los pronósticos económicos es, obviamente, la respuesta bélica de Estados Unidos, y las reacciones que habrá de generar en el mundo musulmán. Los anuncios iniciales de los miembros de la OTAN sugerían la posibilidad de una respuesta en bloque del mundo occidental, pero las declaraciones posteriores de varios líderes de gobiernos europeos indican que se limitarían a dar apoyo de inteligencia. Pero una escalada de nuevos actos terroristas desataría conflictos más generalizados con grupos musulmanes y podría llevar a un escenario más complejo, similar al previsto por Samuel Huntington en El choque de civilizaciones. En sus palabras, 'una guerra global (...) involucraría posiblemente a los musulmanes a un lado y los no musulmanes al otro. La escalada sería más probable si los Estados musulmanes que aspiran al liderazgo compiten para dar apoyo a sus correligionarios envueltos en el conflicto'. Según Huntington, éste era un escenario 'altamente improbable pero no imposible' hace cinco años. No sabemos qué diría hoy día.

Eduardo Lora es el asesor principal de investigación del Banco Interamericano de Desarrollo. Sin embargo, esta columna representa solamente su opinión personal

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