EL CSIC estudia cómo beneficia el pastoreo a Sierra Nevada
La desaparición del pastoreo tradicional podría causar serias alteraciones en Sierra Nevada
Aunque el ganado doméstico mal gestionado puede convertirse en una seria amenaza para algunos espacios naturales particularmente frágiles, el pastoreo tradicional, respetuoso con el entorno, es un elemento indispensable en algunas comarcas. Sin embargo, los viejos pastores están desapareciendo, como ocurre en Sierra Nevada, donde especialistas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas están analizando la relación de esta actividad con el mantenimiento de algunos de los recursos más valiosos de este parque nacional.
La hija de José Luis González, investigador de la Estación Experimental del Zaidín (Granada), tiene siete años y suele pintar, como cualquier otro niño de su edad, prados salpicados de vaquitas. Ésa es la imagen tradicional del pastoreo, y como explica González, 'a nadie se le ocurriría pintar vacas que se comen unas a otras'. Y, sin embargo, el manejo intensivo de este recurso ha llevado a esa sinrazón que, finalmente, desembocó en la crisis de las vacas locas. 'Una sociedad que ha olvidado cosas que un niño de siete años ya sabe', lamenta González, 'asume consecuencias muy graves con respecto a lo que pueda venir'.
José Luis González y Ana Belén Robles, expertos en pastoralismo mediterráneo y adscritos al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, llevan más de una década estudiando las características del manejo ganadero que se lleva a cabo en Sierra Nevada, y en la actualidad asesoran a los responsables de este parque nacional sobre la mejor manera de gestionar este recurso.
Su trabajo trata, en gran medida, de desmontar, con argumentos científicos, algunos de los tópicos y malentendidos que giran en torno a la actividad ganadera en terrenos de gran valor ecológico. Al sobrepastoreo suele achacarse, por ejemplo, un notable impacto en la flora silvestre, pero no siempre se dispone de datos fiables que determinen la carga ganadera que puede soportar una zona, la influencia de otros herbívoros que no son los domésticos o las ventajas ambientales que se derivan del pastoreo tradicional.
Cuando en 1991 llevaron a cabo el primer trabajo de estas características en el sector oriental de la sierra, ya en la provincia de Almería, comprobaron como el fantasma del sobrepastoreo se utilizaba, sin rigor alguno, para limitar la presencia de pastores en la zona, pastores que carecían de tierras y estaban por tanto sometidos al criterio arbitrario de la Administración o de los titulares de los terrenos. 'La presión que ejercía el ganado estaba por debajo de lo que el medio podía tolerar, y nosotros fuimos los primeros en documentarlo', recuerda González. Y aún así, los pastores fueron expulsados de la zona.
Trashumancia
La trashumancia es ya historia en Sierra Nevada. Demasiadas barreras impiden hoy esta actividad, que se practicó hasta el pasado año. Los viejos pastores están desapareciendo, y con ellos una forma de manejar este recurso adaptada a las condiciones del medio. 'Cuando este oficio, que no se aprende en ninguna escuela, desaparezca, tendremos que reinventarlo', asegura González, 'porque las consecuencias de este fenómeno serán trascendentales'.
La biodiversidad es mayor en áreas con pastoreo moderado que en aquellas otras zonas con pocos animales o con exceso de carga ganadera. Los efectos de un excesivo número de animales son de sobra conocidos, pero es que el pastoreo leve o la ausencia del mismo, señala Fernando García, profesor de Biología Animal de la Universidad de Almería, 'hace que el territorio tienda a ser invadido por arbustos, se hace impenetrable, pierde riqueza específica y diversidad, aumenta la probabilidad y la intensidad de los incendios, y termina convirtiéndose en un desierto verde'.
Los paisajes de Sierra Nevada, advierten estos expertos, han evolucionado con una carga de herbívoros muy alta, y el pastor tradicional actuaba, en cierta medida, como un depredador capaz de controlar la presión ganadera. Al desaparecer esta figura se elimina el factor de equilibrio y es entonces cuando pueden manifestarse impactos ambientales de cierta gravedad. Algo así han provocado las subvenciones que se conceden en función del número de cabezas, fórmula que sí ha originado problemas de sobrepastoreo en algunas zonas. Se ha impuesto el volumen por encima de la calidad, lo que ha llegado a provocar la aparición de 'falsos pastores', que reúnen más cabezas de las que pueden manejar y terminan por encerrar a los rebaños para alimentarlos con pienso.
José Luis González y Ana Belén Robles han iniciado este año un ambicioso trabajo con el que tratarán de establecer el efecto del ganado sobre la cubierta vegetal de Sierra Nevada, de manera que los responsables de este parque nacional puedan tomar decisiones basadas en datos científicos. Una labor que les ocupará entre tres y cinco años.
El problema no es una excesiva carga ganadera. El hecho de que sobren o no animales en una determinada zona lo resuelve el estudio de la capacidad de carga que tienen esos terrenos. Las posibilidades de explotación de este recurso, en un espacio tan valioso como Sierra Nevada, fluctúan cada año. Pero eso, insiste José Luis González, investigador de la Estación Experimental del Zaidín (Granada), 'es algo que se puede cuantificar y planificar, pero lo que no podemos inventar es a un pastor'.
Ésta es una profesión poco conocida y mal valorada, a pesar de que exige una alta cualificación y un profundo conocimiento del medio. Un oficio que suele transmitirse de padres a hijos, y que cada vez resulta menos atractivo para los jóvenes serranos. Su valor suele apreciarse cuando se visitan territorios en los que no existe esta figura, y el ganado se explota de una manera irracional.
Cuestión de oficio
Aunque en algunas comunidades autónomas se han puesto en marcha las denominadas Escuelas de Pastores, y aun admitiendo que la Administración andaluza se muestra sensible a este problema, González considera que 'no hay solución y los pastores, desgraciadamente, terminarán por desaparecer'. Y ellos son pieza clave de un puzzle que comienza a desmoronarse. Lo que está en juego no es sólo un oficio tradicional, es un patrimonio en el que se incluyen valores naturales, historia y formas de vida. Se trata, en definitiva, de una cultura en peligro de extinción, tan ligada al paisaje y los ecosistemas que su desaparición comprometería los propios valores del medio natural. Un proceso en el que también sucumben los viejos caminos rurales, los cultivos en terraza, los sistemas de riego tradicionales, los cercados de piedra o las clásicas cortijadas.
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