Altura o profundidad
Contaba Carlos Luis Álvarez Cándido cómo apenas recién llegado a la redacción del Abc al comienzo de los años 50 le llamó Luis Calvo, el director, y después de hacerle varias preguntas para confirmar las intenciones de ser escritor que se le atribuían le encomendó, cual si se tratara de la tarea preparatoria más afín, la corrección de los textos que para la sección de sucesos aportaba el veterano Carlitos Carpentier. Un día, Cándido reclamó aclaraciones a Carpentier de quién había titulado una noticia escribiendo: 'Muere al caer a un pozo de siete metros de altura'. 'Carlitos, habrás querido decir de profundidad', indicó Cándido. 'No, Carlos Luis, yo he puesto de altura porque siempre escribo desde el punto de vista del muerto'.
Así que por inducción podríamos colegir que los asuntos resultarán ser de altura o de profundidad según el punto de vista que se adopte. Lo mismo sucede también a la hora de enjuiciar las actitudes de los líderes políticos en cuestiones como la de Gescartera, que parece ir adquiriendo caracteres indelebles pese a todas las maniobras de diversión intentadas. Porque, hora es ya de preguntarnos cómo andarán las cosas para que se haya escrito, y además en el diario donde Moncloa tuvo puestas todas sus complacencias, 'que ni siquiera demostrando las inversiones de Viriato, pastor lusitano, en Gescartera, se conseguiría reducir un ápice la importancia del caso ni sus caracteres de fenomenal escándalo político, el más importante de la era Aznar'. O si se prefiere, qué Administración de la mayoría absoluta se estará haciendo para que los afines de ayer se adelanten a denunciar que se constriñe la libertad de expresión, que se amenaza la competencia y que poniendo a los amigos al frente de los antiguos monopolios públicos Aznar ha constituido el mayor grupo de poder que jamás hubo en España.
Discuten los autores si, por ejemplo, el líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, anda todavía buscando con sus pronunciamientos del género exquisito quedar a la altura más favorecedora o es que se encuentra desorientado y sumido en no se sabe qué oscuras profundidades. Pero, en todo caso se impone, además, la tarea de despejar la impresión maliciosa a la que algunos parecen afiliados según la cual Zapatero estaría ofreciendo sus silencios, buenos modales y eufemismos como contención obligada para seguir compensando los desmanes de quienes, antecesores suyos, quedaron en el fondo de otros pozos del pasado con asuntos pendientes de aclararse ante los tribunales de justicia como el inminente de los fondos reservados. Sea de ello lo que fuere, los últimos expertos demoscópicos consultados abren impacientes una sospecha a propósito de la divergencia sostenida entre las calificaciones sobresalientes que de modo invariable merece Zapatero en las encuestas y la ventaja sin erosiones que le sigue sacando el PP a los socialistas en cuantos sondeos miden el voto declarado y la intención de voto. Mientras, asistimos a un juego desconcertante de admiraciones cruzadas entre el PP y el PSOE que en algún momento convendrá analizar con detenimiento para darles consueling recordándoles la vigencia en el ámbito político de lo que anticipó Clausewitz para el estratégico. A saber: que las doctrinas militares tienen que ser producidas por el ejército que va a usarlas porque la copia indiscriminada resulta siempre un grave error.
Mientras tanto, todos los viajeros llegados de Génova, de Moncloa y de Cernobio (Italia) coinciden en describir un Aznar montado en la indignación y el cabreo cósmico. Aseguran que está quejoso de la actitud que durante el mes de agosto han mantenido los ministros Rato y Montoro empeñados en cerrar filas con sus subordinados y de la resistencia de los responsables del partido a dar la cara. Es asombroso que el presidente pueda verse sorprendido o defraudado por el comportamiento que observan quienes en el Gobierno o en Génova él mismo ha escogido sin condicionamiento interno ni externo alguno. ¿Ahora que todos han perfeccionado las reglas de la sumisión que les llevaron a sus actuales puestos van a resultar inútiles? El presidente, una vez que ha conseguido atemorizarles a todos, imbuirles del sentimiento de precariedad permanente y hacerles proferir votos de adhesión inquebrantable, echa de menos que tengan criterio propio y sentido de la iniciativa. Vale.
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