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Reportaje:Los avatares de una generación de oro

Guardiola busca su sitio

El ex capitán del Barcelona afronta a sus 30 años un futuro delicado tras sus negociaciones frustradas con los grandes clubes europeos

Ramon Besa

Desde que en abril pasado anunció que en junio dejaría al Barcelona, a Pep Guardiola, de 30 años, le cuesta encontrar su sitio en el fútbol. Puesto que nunca se le encuadró en la normalidad, los factores que agrandaron su figura son hoy los mismos que le empequeñecen ante una opinión pública que demanda respuestas a un enigma de difícil compresión: ¿Por qué uno de los jugadores más cotizados en el marco azulgrana está sin equipo, como desvalorizado, desde que se puso en venta? Referente de una manera de jugar, medio centro por excelencia del fútbol español y símbolo del barcelonismo que defiende la singularidad, se presenta ahora, a sus 30 años, tal que fuera un jugador descolocado.

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En tanto que único, la crítica conviene en que sólo tenía sentido en el Barça que ideó Johan Cruyff y como abanderado de un estilo caduco hasta en Holanda. Así, su partida habría sido una consecuencia de las leyes naturales del fútbol. Una tesis opuesta a la que le sitúa como un futbolista excepcional, clarividente, respetado, inteligente, culé, depositario de tanta gente y tantas cosas que a su alrededor se creó una aura de jugador símbolo y de catalán universal.

Más que conocerle, la gente se lo imagina. De ahí, tanta controversia. Guardiola guarda silencio, como si diera la razón a los neutrales, que le creen un jugador que explotó al máximo sus condiciones. Dice que no tiene que responder ante nadie de nada porque se pertenece a sí mismo, y a su mística, como dicen quienes mal le quieren, los mismos que le instaban a irse y ahora le reprochan que si le pasa lo que le pasa es por la manera en que se fue. El asunto es que, de momento, no juega porque los equipos en los que le habría gustado jugar han jugado con él y él ha jugado con los equipos en los que prefería no jugar. Ofertas tiene, pero sigue pidiendo cartas, empeñado en ligar no se sabe qué juego.

La Juventus, destino soñado

A Guardiola no le ha hecho ningún bien que una corte de aduladores le diera bola para después negarle el trabajo. Parecía que con el boca a boca habría suficiente y que no tendría necesidad de mercadear, sino de decidir en la abundancia. No. Una concatenación de circunstancias le ha llevado a una situación tan delicada que más parece un entrenador que un jugador: debe aceptar la mejor propuesta entre las que nunca había reparado o aguardar a que alguno de los clubes hoy servidos se desespere antes que él en diciembre, pues nunca pensó en jubilarse, ni retornar al Barça, ni resguardarse en la Liga española. Guardiola es, en cualquiera de los casos, un mal parado, un trabajador que se fue sin contar con la empresa y que, sometido a las normas del mercado, se expone a tener un valor relativo, porque, al fin y al cabo, son los clubes los que tasan a los futbolistas, les ponen las cláusulas y asumen el pago de las comisiones. 'Me he tirado a la piscina sin saber si había agua', proclamó Guardiola tras comunicar que no renovaría. A los barcelonistas desconfiados les entró un ataque de risa: le suponían un contrato con otro club. Otra mentira. En marzo, por ejemplo, no quiso negociar con el Inter porque aún no había anunciado su partida del Barça.

Guardiola entendía que corría un riesgo, pero no pensó que cometiera un error de cálculo. Estaba convencido de que valía la pena aventurarse, sobre todo porque el Barça no podía ofrecerle nada para quedarse. Futbolista comprometido, notó que sus vínculos con él se destensaban y se dejó ir en una historia que tiene algo que ver con la de Zinedine Zidane. A Zizou le seducía tanto el Madrid y el fútbol español que no dudó en dejar un calcio del que se sentía prisionero. Y a Guardiola le apetecía tanto el Juventus y el fútbol italiano que, a la que tuvo constancia de que la Vecchia Signora le aguardaba, se entregó. La Juve le sonó a gloria bendita. Desde que, siendo niño, su padre le regaló una foto de Platini, era bianconero y la estima aumentó cuando el club de Turín fichó a su ídolo: Zidane. Si el Barça era la esposa, la Juve se presentaba como la amante. Ningún otro club le permitiría experimentar mejor lo que pretendía encontrar dejando el Camp Nou: el calcio concentrado en el club con más glamour de Italia. Así que, cuando Josep Maria Orobitg, su agente, le dijo que el Juventus estaba en el ajo, le instó a cerrar la operación con preferencia sobre cualquiera de los otros equipos que le había escrito en un papel como posibles destinos. A saber: Inter, Lazio, Parma, Milan, Arsenal, Liverpool y Manchester United. Su deseo era jugar uno o dos años en la Liga italiana, en la Liga de Campeones, para después disputar la Premier League inglesa.

La Juve era un equipo que ni pintado. Orobitg cerró de palabra la operación en una entrevista con los Moggi, padre e hijo, los hombres fuertes del Juventus, celebrada durante un partido en Italia. No había nada escrito, pero cada vez que recibía una propuesta el agente telefoneaba a Turín para confirmar el compromiso. Hubo varias llamadas, entre ellas del Inter, el Parma y el Liverpool, pero Orobitg les daba largas de buenas maneras sabiendo que la Juve se mantenía firme. Hasta que un día sonó su móvil para comunicarle que la Vecchia Signora cambiaba de plan.

Cambio de planes

Carlo Ancelotti ya no sería el entrenador. No había sabido mover el banquillo, el Roma había ganado la Liga y la familia Agnelli iba a remover la sociedad. Mal asunto para Guardiola, jugador del agrado de Ancelotti, que ya lo quiso para el Parma en 1997, cuando el ex capitán azulgrana ya estuvo a punto de irse del Barça y el ex presidente Josep Lluís Núñez le retuvo con una pirueta provocada por la espantada de Ronaldo. El trajín en Turín resultó ruidoso: Marcelo Lippi regresaba al banquillo, Zidane se iba al Madrid y llegaba Nedved. Pareció como si Guardiola sólo hubiera tenido sitio si coincidía con Zidane.

A Guardiola y Orobitg se les vino el mundo encima: adiós a la Juve y, con él, a cuantos habían cerrado sus plantillas tras el no del ex azulgrana. Aunque de mala gana, había que ponerse en el mercado, retomar la lista, recuperar el tiempo. La esperanza era que la Juventus provocara un efecto dominó. Podía ser que, después de traspasar a Nedvev, el Lazio estuviera interesado en Guardiola. Prefirió a Mendieta. ¿Y el Inter? ¿No había mostrado tanto interés que le ofrecía 1.000 millones al año? Ya no. Había llegado Cúper y dijo estar servido. ¿A lo mejor al Milan, como vendetta sobre la Juve, le vendría bien? Tampoco. Tenía a Albertini lesionado y aguardó al parte médico. En vano. El medio centro estaría recuperado antes de tiempo. ¿Y los ingleses? El Manchester no quiso volver sobre un asunto que descartó tiempo atrás. El Liverpool se desmarcó a instancias, al parecer, de Houllier. El Arsenal no traspasó a Vieira para hacerle un hueco. Y el Parma, eliminado de la Liga de Campeones, se quedó tieso.

En medio quedaron ofertas millonarias sin considerar: el Olympiakos le ofrecía 1.000 millones por temporada; el Galatasaray le daba cuanto hiciera falta; y tantos otros -ingleses, como el Tottenham; españoles, como el Atlético, o franceses, como el Lyón- se quedaron con la palabra en la boca. ¿Y el Fulham? Agua. Alguien filtró, con precio y todo, que el Fulham quería a Guardiola. No era cierto. Tampoco se sabe del interés del Bayern Múnich. Curiosa situación. Estos dos clubes han sido los únicos que han desmentido una oferta inexistente. Hay la sospecha de que sobre Guardiola se vienen contando muchos cuentos para amargarle como cuando estaba lesionado. ¿No volverá a estarlo? ¿No pedirá demasiado dinero? A Orobitg le llaman clubes cada día ofreciéndole un sitio, y no es eso. El ex capitán aspira a jugar en un club de su elección. Y aún no ha elegido. Él es el jugador y también su manager, así que ya dirá.Los que algo saben son de los suyos, están comprometidos y nada dirán. La piscina, mientras tanto, continúa sin agua y llega el otoño.

Josep Guardiola.
Josep Guardiola.JOAN SÁNCHEZ

Descanso y preparación física

Pep Guardiola no ha descuidado su forma. Aprovechó por vez primera el verano de cabo a rabo y viajó -al Algarve y la Toscana-, almorzó con sus amigos y alquiló en agosto una casa en Mont-ras (Girona), cerca de la Costa Brava. Igual se le veía en el mercado de Palafrugell que en un restaurante, jugando al golf o acercándose al Camp Nou para renovar su abono de socio barcelonista. Tiempo para evadirse, sobre todo con Cris y su hija, María, y también para mantenerse. Guardiola contrató un preparador físico para estar a punto en cuanto decida donde juega. Las sesiones son intensas, de mañana y tarde a veces, y más de un amigo le ha advertido del riesgo que corre si se lesiona justo ahora, cuando no está en la nómina de ningún club, después de cobrar el finiquito del Barça: unos 300 millones de pesetas. Guardiola ha oído tantas cosas, las orejas le silban de tal manera -que si es demasiado honrado; que si a veces se pasa de tozudo; que si le conviene un intermediario avezado en los negocios sucios del fútbol; que a lo mejor se sobrevalora; que no le conviene estar parado en un deporte sin freno; que si patatín, que si patatán- que ya repara en pocas cosas. Guardiola se mantiene fiel a su manera de ser, a su escala de valores, a su gente y a su fútbol. Ninguno le traicionó, de ahí su empeño en salir de ésta como ya resolvió por su cuenta aquella lesión que tampoco tenía respuesta y que le llevó a aguantar otro año de amargura y de dimes y diretes. La situación ha ido empeorando con los días, pero mantiene su propósito de jugar en un buen equipo y acudir al Campeonato del Mundo. Y él decidirá cómo, aunque le duela que sus padres estén angustiados y sus amigos le vean intranquilo.

Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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