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Columna
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Incorruptos

Con gran despliegue de irritación y tomando Quintanilla de Onésimo por la ciudad suiza de Davos, el presidente del Gobierno, José María Aznar, ha querido dejar las cosas claras proclamando que el PP es incompatible con la corrupción. Sucede que con distintas modulaciones eso mismo lo han dicho todos sus antecesores en el cargo, incluso antes de que tuviera su actual denominación. La experiencia demuestra que sólo hay una pieza entre nosotros que haya dado pruebas de esa incompatibilidad: el brazo incorrupto de Santa Teresa por el que tanta devoción tuvo quien todos sabemos.

En resumen, la reciente afirmación de Aznar cuando se hizo presente en la patria chica del líder de los remolacheros de Valladolid parece excesiva. Todos, salvo los gases nobles, somos atacables por los ácidos, oxidables y susceptibles a los agentes de la intemperie en alguna proporción. Lo decisivo, lo que diferencia la honradez de la corrupción es la proporción, ínfima en el primer caso y con crecimiento geométrico en el segundo. Como recuerda Primo Levi en su libro El sistema periódico, primorosamente traducido por Carmen Martín Gaite, los gases nobles son tan inertes y están tan pagados de sí mismos que no interfieren en reacción química alguna ni se combinan con ningún otro elemento y precisamente por eso han pasado inadvertidos durante siglos. Pero salta a la vista que la condición humana es muy distinta de los inertes y más aún la condición de los políticos capaces de alcanzar el poder.

Primo Levi se sirve del repaso a la tabla periódica de elementos para trazar su autobiografía y dedica el primer capítulo a sus antepasados con el recurso al gas Argón, en el que se apoya para decir que, como sucedía con sus antiguos parientes, se podría discutir si todos los nobles realmente son inertes y si todos los inertes son nobles. Así que volviendo a la partida de dominó de Quintanilla nadie discute a estas alturas de la estación que los políticos y cuantos están en la vida pública son por lo común harina en absoluto inerte, de otro muy diferente costal, que para llegar a la cumbre han debido entrar en muchas reacciones químicas y estar presentes en otras muchas sirviendo de catalizadores para que se lleven a cabo. Es muy excepcional que alguien llegue arriba ileso o conservando una mirada ingenua sobre los demás.

Aceptemos que la oxidación de los políticos forma parte de un proceso frente al que la ciudadanía debe reaccionar sin fatalismos para reducir su coeficiente. Y sospechemos de la grandilocuencia de quienes se proclaman por encima de cualquier erosión. Que ahora los del PP se digan sorprendidos, al advertir en sus filas a estafadores y otros amigos de lo ajeno, es incompatible con la llegada al uso de razón requerido a los comulgantes. Es además lo mismo que escuchábamos de los socialistas cuando los casos de corrupción iban disparándose. No estábamos preparados, aseguraban, para encontrar corruptos en nuestras filas. Es inaceptable caerse así del guindo cuando es de conocimiento general que corruptos los hay también en el Sacro Colegio Cardenalicio.

Llegados aquí, hablemos de Gescartera. Un caso significativo por sus dimensiones, por la naturaleza de los beneficiarios y damnificados, síntesis de la España de cerrado y sacristía, lanzada a la modernidad de los paraísos fiscales después de siglos de entrenamiento en la evasión fiscal, en operaciones donde juegan los apellidos, la respetabilidad y la cara dura en dosis muy ajustadas. Pero Gescartera es sobre todo un caso muy revelador de un cambio climático. Porque, por primera vez en casi seis años, el público y los medios de comunicación parecen ahora dispuestos a pedir responsabilidades al PP. Recordemos cómo durante los primeros años de Gobierno socialista los éxitos se magnificaban y los errores se volatilizaban sin apenas dejar rastro mientras en la última época sucedió al revés, los aciertos pasaban inadvertidos y los abusos resonaban sin cesar. Por eso se recomienda escuchar al poeta José Ángel Valente cuando advierte: 'Lo peor es creer/ que se tiene razón/ por haberla tenido'

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