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"El gran desafío de la izquierda es unirse a la antiglobalización"

Ken Loach (Nuneaton, Reino Unido, 1936) se presenta en la entrevista vestido con la simplicidad de uno de los personajes de su último filme, The navigators (Los navegantes), con una camisa clara y unos tejanos grises, y, contra todo pronóstico, con un teléfono móvil en la mano que se confiesa incapaz de manejar. Su madre está muy delicada y el cineasta quiere mantenerse en contacto con Inglaterra en todo momento.

A los 65 años cumplidos y con un largo currículo de comedias más bien amargas y películas de denuncia a las espaldas, Loach no renuncia a ser la voz de la clase obrera, una clase que el capitalismo en su actual fase de desarrollo ha transformado completamente, hasta el punto de que podría decirse que está en vías de extinción. 'Francamente, el futuro de los trabajadores no lo veo con optimismo. La situación es muy delicada. El desafío que tenemos planteado es enorme y complicado. No sé lo que puede ocurrir. Creo que si las nuevas alianzas entre la izquierda y el movimiento antiglobalización llegaran a converger habría una esperanza. Porque el gran desafio de la izquierda es unirse a este movimiento, que es claramente político, para poder hacer frente conjuntamente a las multinacionales'.

Blair ha seguido desmantelando el Estado de bienestar. Está privatizando la sanidad, la educación y todos los servicios sociales
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La historia de estos navegantes (un término coloquial que se usaba en el Reino Unido para referirse a los trabajadores del servicio de mantenimiento de los míticos ferrocarriles británicos), obligados por las privatizaciones llevadas a cabo en el Reino Unido en 1995 a aceptar despidos incentivados para terminar trabajando a salto de mata, contratados temporalmente, la obtuvo Loach del escritor y sindicalista Rob Dawber, que en 1996 le envió una carta pidiéndole que hiciera una película sobre la privatización de la empresa estatal en la que había trabajado por espacio de 18 años, British Rail.

Al director le gustó la idea y Dawber escribió el guión en unas cuantas semanas. Antes de que la película estuviera terminada supo, sin embargo, que había contraído un cáncer debido al contacto con el amianto. Llevó a juicio a los ferrocarriles y ganó una jugosa indemnización, pero no pudo vencer al cáncer y murió en febrero pasado con la película apenas terminada.

Dawber habría disfrutado viendo la acogida entusiasta que ha tenido The navigators en Venecia. La crítica y el selecto público la han interpretado como una parábola de la situación laboral en una Europa que sigue, según Loach, cada vez más decididamente el camino de Estados Unidos. 'Es el final de la socialdemocracia, el proceso ha terminado. Los partidos de izquierda forman parte ya de las grandes corporaciones, les hacen el juego', dice en voz baja. 'Por eso hay un vacío enorme a la izquierda. Si la gente no hace nada es porque está engañada por la propaganda. En mi país no hay un solo gran periódico que cuente la verdad, ni tampoco las televisiones. Somos una sociedad enormemente manipulada; sería romántico pensar que la gente pueda volver a las barricadas para luchar contra esta situación'.

La esperanza no está, al parecer, tampoco en las urnas. 'Los ferrocarriles los privatizó John Major , pero Blair ha seguido desmantelando el Estado de bienestar. Está privatizando la sanidad, la educación y todos los servicios sociales, que están siendo troceados y entregados a diferentes empresas privadas'.

Se supone que el objetivo de estas ventas era lograr servicios más eficaces, 'pero no es cierto', dice el director: 'Desde que se iniciaron las privatizaciones de los ferrocarriles británicos han aumentado los accidentes y todo ha ido a peor. Hay menos trenes y más lentos. Y tiene una explicación. Cuando se inició el proceso de venta, un montón de trabajadores especializados se fueron y durante años el sistema siguió deteriorándose porque no había gente que supiera de qué iba ese trabajo'.

Loach tiene claro que los únicos beneficiarios de la nueva situación son 'los grandes accionistas y las instituciones bancarias'.

En The navigators aflora una tímida crítica a los excesos del pasado. Los ferroviarios usan algún pequeño truco para fichar a la hora justa aunque lleguen algo tarde al trabajo, y nadie les controla la hora de salida. Poca cosa. El director lamenta más bien la pérdida de fuerza del movimiento sindical (él mismo forma parte del sindicato de directores cinematográficos desde 1963) y considera esta debilidad una de las razones de la derrota reciente de la clase obrera. ¿No será que ha cambiado el perfil del trabajador, al tiempo que aumenta el número de personas con acciones en Bolsa? 'Es cierto, pero los beneficios se los quedan las grandes corporaciones, porque la mayoría de las acciones están concentradas en pocas manos'.

Loach reconoce los peligros de rodar una película de estas características, que puede quedar reducida a un documental panfletario. 'Lo que he tratado de hacer es introducir el conflicto en las vidas cotidianas de los personajes. Por ejemplo, se ve el efecto de la privatización, del nuevo trabajo flexible, en la evolución de las relaciones entre los trabajadores. Al principio de la película forman un equipo compacto, que gasta bromas, que tiene sus costumbres, típicas de las personas que trabajan juntas. A lo largo de la cinta, las relaciones se van haciendo ásperas y más complicadas'.

Lenguaje devaluado

En The navigators, el lenguaje marca las fronteras entre el viejo estilo de los ferroviarios y el léxico ejecutivo de los nuevos propietarios de los ferrocarriles.

'El lenguaje en el cine es esencial. Por desgracia, está devaluado en la mayoría de las películas. Pero para mí es muy importante, porque cada palabra es un eufemismo. Cuando hablamos de flexibilidad, por ejemplo, el término suena bien, pero lo que significa es la destrucción de una forma de vida. Lo cierto es que los matices del idioma, el humor que lo impregna, dicen mucho sobre las situaciones y sobre las personas. Por eso he incluido en el filme el vídeo de promoción de la nueva sociedad ferroviaria, porque usa una terminología completamente diferente al lenguaje de los trabajadores. Son clichés que quieren decir algo, no son gratuitos, y éste es un elemento esencial en las grandes sociedades'.

Al contrario que Pan y rosas, la anterior película del director británico, que también abordaba la situación precaria de unos trabajadores, The navigators termina mal. ¿Es hoy más pesimista sobre el futuro? 'No, creo que son dos historias que coexisten perfectamente entre sí. Lo que pasa es que son diferentes. No siempre hay alguien que llega a sacarte las castañas del fuego, eso ocurre unas veces y otras no, son dos relatos distintos, eso es todo'.

El cineasta Ken Loach, en Venecia.
El cineasta Ken Loach, en Venecia.AP
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