Ana María Matute afirma que la literatura es protesta

Habla cuando le preguntan y nunca de lo que no sabe. Ana María Matute (Barcelona, 1925) conserva su voz tierna y su espíritu de lucha. Hoy recibe la medalla de oro de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en el acto público de los martes literarios. 'La literatura es una forma de protesta, puede ser social y política, pero también contra uno mismo', afirmó ayer en el palacio de la Magdalena, donde esta semana participa en el curso Literatura escrita por mujeres.

Llegó apoyada en un bastón, con su media melena blanca, los ojos brillantes, bondadosos, y advirtiendo a los presentes sobre sus carencias. 'Habla más alto, hija mía, que no es que sea dura de oído, ¡es que estoy sorda!', empezó diciendo. La escritora, académica y premio Príncipe de Asturias de las Letras, negó que la literatura sea cosa de sexos. 'Hay escritoras, mujeres que escriben, escritores y hombres que escriben. Eso está al margen de la literatura. Se nace para ello, no hay masculinos ni femeninos'.

Puede que no escuche bien, pero mantiene firme el discurso y no pasa por alto el verdadero objeto de su obra: 'El de siempre, el ser humano, y más concretamente el sufrimiento, sus lágrimas'. 'Todavía tenemos que luchar por el débil y en contra del más fuerte, contra la apisonadora y a favor de la florecilla de la esquina', dijo. 'Hemos logrado muchas cosas, pero faltan más, existen las mujeres talibán, protestemos'.

Ella piensa seguir ejerciendo su derecho al pataleo desde los libros con alguna novedad. 'Preparo una nueva novela; empieza en la España de los años treinta y llega hasta la época actual'. No le importa desvelar el título, pero se calla el argumento pese a que lo tiene muy claro. 'Se llama Paraíso inhabitado y tiene algo de ese umbral que separa el paraíso del mundo y que está vacío porque nadie lo logra cruzar. Nos quedamos siempre en la puerta', adelanta. 'Nunca me siento a escribir sin saber perfectamente todo lo que va a pasar'.

Sí puede que lleven sus páginas la visión pesimista que tiene Matute sobre el ser humano. 'Es malísimo. No me siento nada orgullosa de pertenecer a él. Cuando veo a mis perros pienso en la lección constante que nos dan'. Eso que ve excepciones. 'Encuentro por ahí personas maravillosas, pero no son las que rigen el mundo. El hecho en sí me reconforta, pienso que no todo está perdido', dice. Y comenta sus creencias vigentes: 'Ya sólo creo en el Rey Arturo, o mejor, no en él ni en los caballeros de la tabla redonda, sino en el Grial'.