_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Columnas

Hay columnas como pequeñas piezas de orfebrería, con los adjetivos suaves y un perfil de serenidad y sosiego. Otras adquieren la consistencia austera de un bloque punzante, con aristas peligrosas y sintaxis agresiva. Pueden conjugarse en cualquier tiempo verbal, adivinar en cada expresión el rostro de ese lector deseado, al que se quiere emocionar con una mirada nueva a la realidad, y al que no se le oculta la paja y la viga en el ojo ajeno y en el propio. Todas sirven si son capaces de congregar la bondad y comprender los errores cometidos. Parece que encerremos los sentimientos en columnas para estaciones concretas.

En pocos días, todo aquello que indica el regreso a la normalidad recuperará su presencia abrupta entre nosotros. El inicio de la Liga. Los extractos bancarios abandonados en el buzón de la ciudad. Los anuncios de cursos de idiomas de Planeta-Agostini. Las viejas filias y fobias que exigen su portada ordinaria, al amparo de los conflictos sobre el reino, el poder y la gloria. Dentro de poco nos daremos de bruces de nuevo con el retorno, con el saldo del cuaderno de actividades vacío, y sin embargo podemos todavía realizar algún ejercicio urgente, de tal forma que la vida no oscile entre la ligereza de unas pocas estampas estivales y la normalidad de las viejas habitaciones con el aire viciado.

Septiembre es el retorno a los zapatos y a las hormas habituales, pero también puede ser el mes en que comenzar a decir que no. A confesar que somos adictos a Jon Juaristi. El mes ideal para aprender italiano o portugués, preguntarnos cómo no es suficiente el dolor y el llanto de un niño para desvanecer la pesadilla de la basura ideológica de las patrias despiadadas, de las realidades que se pregonan complejas, o para borrar los escenarios de un conflicto para el que los verdugos reclaman según les conviene distancia o cercanía. Por eso una propuesta sencilla es derramar las palabras a partir de septiembre, recuperar la ternura precisa a partir de esas miradas atentas que uno sabe volverán. Y canjear cada columna por una nueva actitud, un nuevo afecto.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_