_
_
_
_
ASTE NAGUSIA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sin banderas al viento

Lo que más me ha gustado de la guerra de banderas en esta Aste Nagusia del año 2001 es que prácticamente no ha existido: ni guerra, ni banderas, ni madre que las parió. Personalmente alabo el gusto del alcalde: cumplir la legalidad con absoluta diligencia (cosa que, supongo, nadie podrá reprocharle) y retirar los trapos ya. Como suele decir mi madre, 'quitar el cuidado'.

Quizás la escasa repercusión que ha tenido el conflicto sea menos imputable a su levedad que a nuestra falta de memoria. Deberíamos estar contentos por tanta normalidad. En Bilbao, el día grande de la Aste Nagusia venía marcado por una batalla montaraz, donde los botes de humo, las cargas policiales y las movilizaciones de Batasuna (cuando su nombre era más largo) formaban parte ineludible del programa de fiestas. El cisco, en efecto, era más propio de los turbulentos días de mayo del 68 que de una fiesta agosteña. Incluso, durante algunos años, Bilbao se convirtió en lugar de cita para cierto turismo de mala estofa: entonces, tras la febril guerra de las banderas anual, resultaban detenidos radicales italianos (o aragoneses), así como delincuentes habituales venidos del cinturón industrial de Madrid. Uno no entendía tanta obcecación anti-roja-y-gualda en ciudadanos de dudoso rh, venidos de tan lejos como Parla o Milán. Fueron unos años tristes.

Afortunadamente, el asunto de las banderas ha perdido fuerza durante los últimos años, hasta el punto de pasar desapercibido para el común de los (esta vez sí) vecinos de la villa. Si hay algo que nos puede llenar de esperanza es la certidumbre de que las conductas maximalistas cada vez reúnen menos voluntades.

Y eso recordando que estas opiniones no son el ejercicio de un escepticismo total. En cuestión de trapos, uno, como las modelos más cotizadas, también tiene sus preferencias, pero supeditar la fiesta a estas cosas era una demostración de estupidez. No son tantos los días no laborables como para dilapidarlos en la discusión sobre qué trapos deben engalanar la fachada municipal. Y si hay un Gobierno central que practica un fascismo blando (modelo Berlusconi) e impone toda una reglamentación simbólica para el día grande de las fiestas (ya sean en Bilbao o en Quintanilla de Onésimo), cumplir sin rechistar. Bastantes problemas acucian al paisito como para meternos en éstas. Ahí me las den todas. Ahí, y no donde duela más.

La guerra de las banderas agoniza y no podría haber mejor noticia para una ciudad como la nuestra, que se había convertido en un centro del turismo antisistema hasta que el movimiento antiglobalización buscó a sus integrantes mejor trabajo. Por mi parte, mandaría todas las banderas a la lavandería. Aunque me gustaría que estuvieran tan limpias que quizás nunca saldrían de allí.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_