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EE UU recorta los tipos un 0,25% en su séptimo intento por evitar la crisis

Greenspan alerta de que la desaceleración se extiende al resto del mundo

Enric González

El recorte del 0,25% en el tipo básico (el interbancario a 24 horas) se daba por descontado. Desde enero, los tipos se han reducido del 6,5% al 3,5%. Pero algunos exigían más, medio punto. Jerry Jasinowski, presidente de la Asociación Nacional de Manufactureros, la principal agrupación de empresas industriales, escribió al presidente de la Fed, Alan Greenspan, para pedirle que abaratara los créditos un 0,50% como mínimo. Jasinowski recordaba en su carta que la industria estadounidense se contrae ininterrumpidamente desde hace 12 meses y está sumida en una recesión grave; que el sector ha perdido 708.000 empleos desde enero, y que 'el súbito e inesperado deterioro' de la coyuntura económica en el extranjero amenazaba con provocar 'una recesión global'.

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El presidente Greenspan y sus nueve colegas del Comité Federal del Mercado Abierto, el órgano ejecutivo de la Reserva Federal, subrayaron también los problemas internacionales en el comunicado explicativo de su decisión: 'El consumo de los hogares resiste, pero los beneficios empresariales y la inversión siguen debilitándose y el crecimiento en el extranjero está frenándose, lo que pesa en la economía de EE UU'.

Dificultades exteriores

Por primera vez desde que, en enero, la Fed comenzó a reducir tipos y dio por concluida la larga fase de prosperidad, el banco central de Washington se refirió a las dificultades exteriores, es decir, en la Unión Europea y Japón, para justificar la necesidad de seguir aplicando estímulos monetarios. Hay que remontarse 19 años atrás, hasta 1982, para encontrar una caída tan brusca en el precio de los créditos en EE UU. El resultado, sin embargo, es inapreciable. El crecimiento del PIB sigue en declive. Tras un primer trimestre de debilidad, con un aumento del 1,3%, las cosas empeoraron en el segundo trimestre. El Gobierno cifró de forma provisional en un exiguo 0,7% el crecimiento en el segundo trimestre (abril-junio), pero ese cálculo será revisado a la baja en los próximos días. Algunos economistas pronostican que el dígito definitivo estará en terreno negativo. La Fed repitió ayer la frase que ha caracterizado todos sus textos desde enero: la inflación permanece bajo control y el mayor peligro radica en la debilidad económica. Esa indicación deja la puerta abierta a un nuevo recorte en la próxima reunión del Comité Federal del Mercado Abierto, prevista para el 2 de octubre.

Greenspan y la mayoría de los gobernadores de la Fed siguen apostando, de forma más o menos clara, por una recuperación que debería comenzar a finales de año y extenderse a 2002. 'Somos cautamente optimistas y creemos que la presente situación económica mejorará conforme se acerque 2002, y esa tendencia continuará el próximo año', dijo hace dos semanas Michael Moskow, presidente de la Reserva Federal de Chicago y miembro del comité de la Reserva Federal de Washington. 'Los consumidores no han dejado de gastar. Creo que el gasto doméstico se mantendrá a niveles respetables y que la inversión empezará a cobrar fuerza', dijo por su parte Jack Guynn, presidente de la Reserva de Atlanta.

Pero el moderado optimismo de los responsables de la política monetaria no oculta que han desplazado ligeramente sus referencias. Cuando la economía estadounidense empezó a frenarse, después del pasado verano, fijaban el inicio de la recuperación en otoño de este año. Ya estamos casi ahí, y no hay señales de bonanza en el horizonte. Ahora hay que esperar a 'finales de año' y a 2002.

Los mercados financieros han dejado de esperar la inflexión para un futuro inmediato y tienden al pesimismo. El anuncio de la Fed fue acogido con frialdad, incluso con bajadas, en las bolsas de Wall Street y Chicago.

Los beneficios empresariales bajaron un 16,8% en el segundo trimestre y siguen cayendo. Más significativo aún es que el proceso de liquidación de inventarios (el inicio de la crisis se caracterizó por la sobreproducción) está casi concluido, las empresas han adaptado su ritmo a un mercado apático, y, sin embargo, no hay repunte. El propio Greenspan auguraba, hasta junio, que cuando las empresas lograran vaciar sus almacenes se registraría una mejora perceptible de la situación. Ahora ya no lo dice.

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