_
_
_
_
SEMANA GRANDE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Unas fiestas de globo

Pues sí, aunque casi nadie se lo crea ya están aquí las fiestas. Y no es que la comisión no le haya puesto ganas, pero la mayoría de la gente las da de lado. Son tan sosas, dicen, y se van a la playa. Porque hace bueno, pero si hiciera malo no irían ni a la playa ni a los festejos, porque la lluvia también los desluce ya que están pensados para el aire libre, esa rara sustancia en forma de adjetivo que no puede ser garantizada por ninguna comisión de asuetos ni, a lo que parece, de las otras. En la mayoría de las casas, la Semana Grande sólo se nota porque se come más de fiesta, que es lo que importa. En eso y en que los hijos adolescentes piden permiso para tragarse la madrugada mientras los mayores se tragan los fuegos o tal vez una copa, si es fiesta de víspera de festivo. Pero los ciudadanos no saben que se están perdiendo el programa más globalizado que haya podido salir de unas mentes humanas.

Más información
San Sebastián se vuelca como nunca en el inicio de su Semana Grande
El pop-rock de El Canto del Loco se exhibe en Sagüés

Como si de una cebolleta se tratara, los siete días de regocijo están envueltos por lo más étnico de aquí -pelotaris, dantzaris, txistularis, txirrindularis y zezenzuskos- lo más étnico de allá -batucadas brasileras, tambores africanos, tangos y tortilla de patatas (en concurso)- amén de lo más global, el baloncesto de calle o basket street en su idioma nativo. Además de la pesca, los caballos, los toros, los bailables, los conciertos de esto y de lo otro y la bonita elección de la pareja donostiarra -¡huy, casi digo ñoñostiarra!- que premiará el esfuerzo de quien mejor se crea las fiestas aunque en pareja, por si no fuera ya bastante difícil hacerlo individualmente. Pero que no decaiga. Quien se muestre aún remiso ahí tiene la estupenda concentración de globos mongolfier que, como su nombre indica, será lo que más globalice, aunque nadie debería dejarse cegar por el chiste ya que la literatura nos ha enseñado que nos pueden llevar a dar la vuelta al día en ochenta mundos.

Por no mencionar la calle, esa parte de la fiesta que está siempre del otro lado, inalcanzable como la propia sombra. Ya pueden recorrerla bandas y kalegiras; la gente festiva se las arreglará para subirse a la acera y mirar. Si es que puede, porque las aceras están repletas de saltimbanquis, titiriteros y caricaturistas en otra variante del mirar.

Se dice, de tapadillo, que podrían haber venido los ilusionistas de Gescartera con sus famosos escamoteos de capital, así como el contorsionista y escapista Gil y Gil, que cuando no puede hacer de Houdini haría de Alí Babá y los cuarenta ladrones, pero aunque se hayan creado muchas expectativas puede que sean falsas, con todo, la gente lleva muy agarradas las inversiones y los sumarios judiciales por si las moscas, y, desde que manda que le hagan una caricatura o un retrato de esos tan parecidos que el retratista saca -dejándose las pestañas- de unas fotos de carnet, corre rauda a suscribirles un seguro, no vaya a pasarle lo de la Koplowitz. En fin, que corre el humor a raudales y la gente se mira con cara de decirse globalmente, ánimo que sólo quedan seis días.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_