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Columna
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El Cojo Manteca

Algo huele a podrido en la antiglobalización. La forma en que están evolucionando los acontecimientos conduce a sospechar que hay quien trata de manipular el movimiento para que degenere sobre sus planteamientos iniciales. En la madrugada del pasado miércoles, tres actos vandálicos sacudían Vallecas con una violencia inusitada. Bajo la excusa de dar una respuesta 'al asesinato en Génova del activista Carlos Giuliani', tal y como rezaba un panfleto encontrado en el lugar de los hechos, supuestos grupos antiglobalización destrozaron dos sucursales bancarias y una de la Fiat. Allí lanzaron sendos cócteles mólotov y colocaron una bomba de fabricación casera cuya tornillería provocó, además, destrozos en varios coches que se encontraban aparcados.

Este lamentable proceder no recuerda para nada la génesis de este movimiento nucleado en torno a grupos de carácter pacífico y organizaciones no gubernamentales que arrimaban el hombro en proyectos de ayuda y cooperación a los países del Tercer Mundo. Un perfil muy alejado también del que presentan las bandas de encapuchados que intentaron el asalto a las murallas del Palazzo Ducale convertido en fortaleza del G-8. Allí se dieron cita los Monos Blancos de Lucca Casarini junto a los galos de la Liga Comunista Revolucionaria, griegos de la extrema izquierda y, cómo no, los vascos de la Kale Borroka. Ellos con sus piedras , sus palos y sus cócteles mólotov acapararon todo el protagonismo de una protesta que trata de contrapesar las terribles injusticias que los poderosos pretenden mantener con absoluto descaro en el siglo XXI. Eclipsados por los radicales marcharon miles de manifestantes que no comparten sus consignas, sus actitudes violentas ni, probablemente, sus motivaciones. Saben que la fuerza bruta es inútil contra quienes disponen de medios ilimitados para reprimirla y constituye, además, un elemento de impopularidad capaz de conducir la causa al fracaso.

Tanto es así que hay quien cree ver entre los violentos agentes infiltrados por los Gobiernos occidentales para provocar incidentes y desprestigiar el movimiento antiglobalización. Una posición parecida a la expresada ante los sucesos de Vallecas por el Movimiento de Resistencia Global que aglutina a los colectivos antimundialización de toda España. Un portavoz del MRG negó que su organización tuviera nada que ver con lo ocurrido, recalcando que jamás se les hubiera pasado por la cabeza poner bombas. Este mismo portavoz declaró que detrás de los incidentes violentos hay una mano negra y que tiene la impresión de que los poderes públicos están jugando sucio. Personalmente, no imagino al ministro Rajoy ni a ningún otro miembro del Gobierno pagando a provocadores para perjudicar a su causa, pero no cabe duda de que algunos individuos actúan como auténticos reventadores. Al margen de los posibles instigadores que puedan responder a intereses oscuros están los que practican la violencia por puro deporte. Elementos marginales que se suman a cualquier movida donde puedan experimentar emociones fuertes y el inmenso placer de romper cristales, pegar fuego a un autobús o lanzar piedras contra la policía. Son los mismos descerebrados que se sumaron de forma entusiasta a las manifestaciones convocadas en la década de los ochenta por el Sindicato de Estudiantes provocando auténticas batallas campales en el centro de Madrid. La imagen que pervive de aquella revuelta es la del Cojo Manteca rompiendo a muletazos una cabina telefónica junto al Banco de España. Aquel tipo no se sentaba en un pupitre desde hacía años y carecía de interés ni relación alguna con las demandas que los bachilleres planteaban en materia de enseñanza. Otro tanto sucedió con los incidentes que tuvieron lugar después en Malasaña y en los que se pudo comprobar la participación de miembros de Jarrai que bajaron del País Vasco para exportar la juerga a Madrid.

Desprovista generalmente de motivación social o ideológica, esta gentuza busca cualquier causa ajena que les pueda servir para practicar la violencia como puro divertimento. Si el Movimiento Antiglobalización quiere ser escuchado, hará bien en desmarcarse de parásitos indeseables que puedan arruinar su crédito ante la opinión pública mundial. El Cojo Manteca nunca convenció a nadie.

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