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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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Genes negros en el Mediterráneo

El anuncio de la terminación del análisis del genoma humano, aparte de no ser totalmente cierto, ha dejado pendiente el proyecto de variabilidad del genoma humano. Una prestigiosa revista en un 'póster' da por zanjado el asunto diciendo que la variabilidad entre humanos es menor del 0.1%, basándose en unos marcadores inadecuados (SNPs) de los que de muchos no se sabe en qué parte exacta del genoma se encuentran, ni su significación biológica, ni si tienen estructura poblacional. Por ello, otros autores están activamente estudiando la variabilidad humana con genes más controlados, muy variables y transmitidos por vía materna, paterna o por ambas.

Así se ha ido remodelando la genómica histórica, que ha conseguido conclusiones sorprendentes y que chocan abiertamente con los postulados históricos, que han de revisarse, ante datos objetivos. Se ha visto cómo la salida de África del hombre primitivo pudo ser por el cuerno de África, el Mar Rojo, y la Península Arábica hacia la India y no por Oriente Medio. El estudio de los muy variables genes HLA y otros han puesto de manifiesto cómo los turcos son mediterráneos antiguos, a los que les fue impuesta una lengua de centro Asia y una cultura por una minoría de mayor capacidad militar y cultural. Posteriormente, una temprana imposición de la religión musulmana y más recientemente la destrucción de su relativamente tolerante imperio por las potencias occidentales, han dado lugar al rechazo de la turca como cultura occidental. Sus ancestros, hititas y hurritas, entre otros, han sido sin embargo fundadores importantes de la misma junto con egipcios y mesopotámicos.

Mucho antes, tanto en las épocas glaciales como interglaciales los contactos circum-mediterráneos han sido constantes. Se construyó una comunidad de flujo genético y cultural importante, de la que fueron entonces, protagonistas los nortea-fricanos que vivían en un fértil Sáhara (antes 3.000 años a. de C.) y de los que ahora quedan los bereberes. Estos pueblos protobereberes han dejado la huella artística y cultural en los miles de pinturas rupestres a lo largo del Sáhara y en su lengua, la bereber o tamazight, que se habla hoy en Argelia por un 25% y en Marruecos por un 36% de la población. Los protobereberes tuvieron que abandonar el Sáhara al establecerse las condiciones hiperáridas (3.000-4.000 a. de C.) y probablemente fueron muy importantes en la fundación de la cultura egipcia, mesopotámica, anatólica e ibérica.

Pues bien, siendo estos los orígenes de la cultura y ancestro genético mediterráneo, con contribuciones alternantes o simultáneas de muchos pueblos, ¿cómo se ha llegado a considerar a bereberes y turcos como extraños a él? La respuesta está en la fabricación del mito griego por Inglaterra y Alemania, y otros países occidentales. Según el mito griego, la cultura clásica y por tanto la occidental nacen en Grecia, sin matices. Nunca se contó con las repetidas opiniones de Herodoto y otros clásicos de que la cultura griega y algunas de sus gentes procedían de África (Egipto). La invasión del sur de Grecia por las mujeres negras, Danaides, (procedentes de Egipto) fue descartada como fantasiosa a pesar de que tanto Esquilo como Herodoto nos dan fe de su existencia.

Pues bien, ahora, nuestros propios estudios genéticos y los de tres grupos griegos diferentes nos dicen que en el único pueblo del Mediterráneo donde se detecta una masiva afluencia de genes negros sub-saharianos es en el griego. Esto apoya que, por motivos inciertos, sí que hubo un flujo de gentes egipcias negras faraónicas desde Egipto a lo que hoy son Grecia continental y sus islas del Egeo; esta afluencia pudo ocurrir antes, desde el ya cuasi-desierto sahariano. ¿Quiénes son pues los padres de la cultura clásica occidental? La genética y la lingüística nos dicen que todos los mediterráneos son responsables del ancestro cultural y genético clásico. Los ancestros de los actuales bereberes, turcos (hititas) y sus parientes próximos los kurdos (hurritas), judíos y palestinos (canaanitas, ambos muy cercanos genéticamente), los iraníes e iraquíes, los caucásicos (armenios de Urartu), los etruscos y los iberos y por supuesto los griegos, que aparecieron relativamente tarde en el Mediterráneo, pero que sufrieron quizá una seminal mezcla genética y cultural del Egipto faraónico. Finalmente, esto nos obliga a aceptar también lo ya propuesto por muchos: la existencia de faraones negros y de un origen egipcio en las raíces del África negra del Alto Nilo.

Antonio Arnaiz-Villena es catedrático de la Universidad Complutense.

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