El muerto
Hubo un niño de tres meses asesinado por unos israelíes y un negro muerto por un británico, pero en ese día corriente de la vida política hubo un primer muerto por la globalización, que también era el primer muerto de Berlusconi: aterró. Ha modificado algo del lenguaje de los siete ricos y Rusia, lo ha percibido el más sensible, Chirac, que propone una revisión de propósitos: o sea, de lenguaje. Tienen que digerir: como han digerido las palabras y los ritos de la democracia, de la libertad, de la igualdad, para transformarlos hasta su escatología. Algo han hecho mal, dicen ellos, para todo esto. No es sólo un suceso. La bala sale de Berlusconi, ordenando mano dura, y termina en esa extremidad del guardia que apunta a la cabeza y dispara dos veces.
Podía no haber pasado, pero hubiera quedado la brutalidad de la represión, la ciudad cercada, los golpes a los indefensos: es una constante en las reuniones de los globalizadores. Quizá las cambien. Aquí, en este país donde se dice cada día que los conceptos de izquierda y derecha son antiguos, donde el pensamiento único domina desde todos los puntos del azimut, de pronto ha saltado, por ese joven muerto, la verdadera oposición izquierda-derecha. Como todos los días: la cuestión es verlo o no verlo, pero está en Sintel, en la inmigración, en el congreso del PSOE, en las capas de barrios de las ciudades, en el desempleo y su hermano gemelo el mal trabajo, de salario sórdido y amenaza continua.
Pero este muerto ha llamado la atención, porque no es fácil callarse ante el cadáver del muchacho asesinado. La derecha de aquí, tan dura y tan fuerte, tan agresiva, ya no defiende la globalización, sino que ataca a los manifestantes: no pueden decir que son comunistas y dicen que son terroristas, que son bestiales y rudos, que les mueven manos ocultas. Les llaman anarquistas, sin saber que es una palabra que ya ha salido del purgatorio; que ellos robaron antes y elogiaron para utilizarla contra el comunismo. Pero vuelve otra vez la idea del anarquista de la bomba redonda y negra con una mecha encendida, como en tiempo de los zares. Son brutales, son falaces, son insultantes, calumniadores.
No cuento a quienes están del lado de la globalización y tratan de explicarla, por difícil que sea para las mentes abiertas. Como los recuerdo de la otra vida, de la de antes.
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