Feliz cumpleaños, Alhamar
Apenas una treintena de granadinos recuerda la figura del rey que ordenó construir la Alhambra
Cumplió 807 años el pasado jueves, pero lo trataron como si hubiera nacido ayer. Copas de limonada se alzaron en brindis por el recuerdo de Muhammad Ben Al-Hamar, nacido en Arjona en 1194 y muerto en 1275, a los 81 años. Brindaron en su honor pero, eso sí, fueron pocos, muy pocos: apenas una treintena de personas congregada en el Centro Artístico de Granada. Y es que pocos, muy pocos, saben también qué es lo que hizo Alhamar para merecer el recuerdo. ¿Una pista? ¿Bastaría con decir que fue el fundador de la Alhambra, el hombre que ordenó construirla, el rey que la soñó?
Eso fue en 1238, seis años después de haber sido proclamado sultán y de haber instaurado la dinastía nazarí en el Reino de Granada. Muhammad Ben Al-Hamar, recordado hoy simplemente como Alhamar, era un guerrero rudo y llano, que se arreglaba sus propias sandalias y comía frugalmente. Pero que tuvo el sueño, o la intuición, de imaginar el Paraíso en la colina de la Sabika, junto a la Alcazaba militar que defendía la ciudad. Y allí ordenó que se levantara una ciudadela que por fuera parece un transatlántico anclado en un bosque y por dentro es un laberinto de arroyos. Aquella fortaleza ya nunca dejaría de crecer.
Desde hace algún tiempo, un puñado de granadinos concienciados festeja el nacimiento de Alhamar con una pequeña reunión que dista mucho de ser multitudinaria. Hasta el jueves, ironías del destino, solían brindar con cervezas de la marca local, Alhambra, y dejar que alguien, como el fallecido Carlos Cano, glosara su figura. El otro día lo hicieron Celia del Moral, profesora de Literatura Árabe de la Universidad de Granada, y Alberto Egea Fernández-Montesinos, profesor de Literatura Española en la Universidad de Minnesota (Minneapolis, Estados Unidos). Fue un acto íntimo y casi académico.
Ambos descubrieron a un rey desconocido para la mayoría, que entró en Granada por primera vez en un atardecer con la ropa hecha girones por sus enfrentamientos con los almohades y los cristianos, las sandalias rotas y lleno de polvo, pero triunfante. Ganó tantas batallas que sus tropas lo llamaron El Vencedor. Él respondió a ese apelativo con una humilde sentencia que hoy está esculpida por millares en las paredes de la Alhambra: 'No hay más vencedor que Dios (Wa la al-galiba illa Allah)'.
Primer rey nazarí, impulsor del sistema de riego que abastecería de agua a la Alhambra, Alhamar fue el hombre que creó las condiciones para que, en reinados siguientes, la Alhambra comenzara a edificarse lentamente, a llenarse de poemas en sus interiores y de jardines cada vez más sofisticados y exquisitos. Ya durante su mandato tuvo que hacer frente al pago de tributos a los reyes cristianos de Sevilla y ser testigo del principio del fin de la cultura de Al-Ándalus en la península. Pero aún creó las condiciones para que la cultura islámica imperara durante 255 años en el suroeste español.
Entre los asistentes al homenaje de Alhamar, que se realizó en una sala del Centro Artístico tan sobria como el propio sultán, estaban el escritor Andrés Sopeña, autor de El florido pensil y franco defensor de una educación que permita a la gente comprender el refinamiento de Al-Ándalus y su contexto, y Juan Manuel Vigueras, ilustrador y creador de una increíble maqueta de los Palacios Nazaríes que estos días está causando furor en Granada por el lujo de detalles con que ha sido realizada. Alhamar cumplió sus 807 años. Pero pocos lo supieron.
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