Comercio, solidaridad y 'swing'
La asociación de comerciantes Céntrico Sevilla organiza un mercadillo solidario para promover el comercio no masivo
Sin llegar a ser espectacular ni a romper el pausado ritmo veraniego que inunda la ciudad, la afluencia de paseantes a la zona del centro de Sevilla que limitan la calle Alemanes y la Plaza del Salvador, y atraviesa la calle Francos, era ayer intensa. Atendiendo a la jornada de comercio al aire libre convocada por la asociación Céntrico Sevilla, muchas tiendas del lugar habían sacado su mercancía a la calle, donde sobre moquetas amarillas podían encontrarse géneros dispares, de modestos artículos de mercería a trajes de noche con aspiraciones, de ropa interior de saldo a viejos aparadores o vajillas con solera.
La jornada había sido planteada con un doble objetivo. Por un lado, una parte de los ingresos del día se destinaría a Nuevo Futuro, una asociación de asistencia a niños que carecen de hogar que lleva actuando en Sevilla desde 1986. La organización cuenta ya con siete centros en la capital, con capacidad total para 49 niños, y con otro establecimiento donde se acoge a paresas con hijos menores de tres años. La otra intención era comenzar a potenciar una zona clásica en el comercio sevillano, donde las artes del mercadeo se llevan a cabo todavía a escala reducida y ofrecen su cara más amable y personal.
'No es que las grandes superficies nos quiten mercado, porque lo nuestro es otra cosa, un comercio clásico, elegante y tradicional', comentaba Pedro Peinado, de la tienda de antiüedades Breché, que se mostraba ilusionado con la iniciativa. 'Estas calles están llenas de comerciantes y de los comerciantes depende que sean un lugar activo o no', afirmaba. Tanto él como otros miembros del gremio resaltaban, sin embargo, que se necesita la colaboración municipal para mejorar los pavimentos, el alumbrado o la limpieza de la zona. 'Ahora mismo es un caos', decía Peinado mirando en torno.
Pero no faltaron las divergencias. Un 30% de los establecimientos no se sumó a la convocatoria y continuó con su actividad normal. 'Estas asociaciones no ayudan al comercio a crecer, sólo te piden dinero por todo. Son siempre los mismos con nombre distinto', se quejaba Silvia Quero, que regenta un diminuta mercería fundada por su abuelo hace más de un siglo. 'Yo no veo soluciones concretas. Faltan transportes públicos y aparcamientos en el centro, y así la gente termina marchándose al Pryca'.
Tampoco estaba claro cuál sería el porcentaje de las ganancias que se cedería gentilmente a la causa humanitaria. La cifra se había dejado al albedrío de los comerciantes y a su mayor o menor grado de generosidad. En cuanto a la posibilidad de repetir la experiencia de modo periódico, las voces que se oían eran opuestas. 'Debería hacerse cada semana, es una iniciativa muy positiva', comentaban las encargadas del restaurante Robles en la calle Placentines. El responsable de una tienda cercana discrepaba: 'Si le das un caramelo a un niño le hace ilusión. Si se lo das todos los días se aburre'.
Ajenos a su categoría de niños embobados con un caramelo, los visitantes se detenían en los puestos, se agenciaban alguna ganga y seguían con atención los números de la Banda de la María, que recorría las calles incansable, instrumentos de viento y percusión en ristre, ejecutando ráfagas de swing que fueron, acaso, lo más refrescante de la mañana. Y así, estruendosos y vitales, descendieron por la calle Francos y fueron a toparse de bruces con el alcalde, que llegaba con una banda menos animada, un cortejo de concejales, empresarios, y cámaras, a impartir por las tiendas su bendición.
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