Contra la sed que mata en el desierto
Grupos religiosos y asociaciones de derechos humanos de EE UU instalan depósitos de agua en Arizona para ayudar a los 'espaldas mojadas'
Bajo un sol de justicia en el desierto de Arizona, un grupo de religiosos de mediana edad lleva bidones de veinte litros de vida, a esta tierra de piedras y espinas. 'Esto es simplemente algo que necesito hacer', comenta Tracy Carroll, una voluntaria, mientras se abre paso a través de las rocas ardientes.
Lo que hacen Tracy y un grupo de compañeros es un acto de protesta política contra el Gobierno Federal estadounidense. El agua que estos buenos samaritanos distribuyen sirve para dar de beber a los inmigrantes ilegales que atraviesan uno de los lugares más traicioneros del planeta. Algunos mueren en él. 'Estamos mostrando un espejo a la sociedad en el que pueda mirarse', explica el reverendo Robin Hoover, líder de Human Borders, una federación de voluntarios religiosos y de asociaciones de derechos humanos que han decidido colocar bidones de agua en el desierto de Arizona. 'Lo que queremos decir es que todos somos responsables de lo que está pasando aquí', añade Hoover.
David Aguilar, el jefe de la patrulla fronteriza del condado de Tucson, en la que trabajan actualmente 1.600 agentes, afirma que aplaude la labor humanitaria de Human Borders. 'Estamos en el mismo barco', dice Aguilar, 'nuestra misión es salvar vidas'. Pero Aguilar añade que está preocupado por los bidones y sus instaladores. El policía ha advertido a los miembros de Human Borders que serán acusados si cruzan la línea entre la ayuda humanitaria y la asistencia y apoyo a la inmigración ilegal. 'Es bueno y legal ofrecer un trago de agua al inmigrante sediento', explica, 'pero es ilegal llevarle hasta la autopista más cercana'.
Después de localizar en un mapa los lugares dónde se habían producido muertos, John Hunt
er y otros voluntarios decidieron colocar 100 depósitos de agua en el desierto de California y en el futuro esperan instalar otros 300. En cada punto negro clavan un poste de acero con una bandera y colocan en el suelo, una caja de cartón con 12 litros de agua.
La patrulla fronteriza de Tucson captura cada año a cientos de miles de inmigrantes ilegales. Los agentes también han rescatado a 1.245 personas al borde de la muerte el año pasado.
El reverendo Hoover, como otras personas de Human Borders, veteranos de los movimientos de los ochenta que daban cobijo a refugiados centroamericanos, están volviendo a esos tiempos en los que religión y activismo formaban una combinación explosiva. Su objetivo último es impulsar la legalización de la inmigración. ¿El inmediato? 'Si ofrecer un vaso de agua en el nombre de Jesús está prohibido', dice Hoover, 'entonces este país tiene un problema bastante más grande que el de la inmigración'.
© Los Angeles Times / EL PAÍS
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