El editor italiano Franco Maria Ricci defiende el valor del libro como fetiche
El XVII Encuentro sobre la Edición resalta las buenas expectativas del ensayo
El aristócrata y editor italiano sostuvo que el deber de un libro no es sólo 'comunicar un asunto literario'; además, debe transmitir 'dignidad'. Asegura que sin ella es mejor no editar. Respecto al prohibitivo precio que tienen los libros dignos para la gran mayoría de lectores, Ricci afirma que 'es mejor editar una obra bella para 3.000 lectores que un libro feo para cuatro millones'. 'Ése es mi sentido social', ironiza, por si queda alguna duda.
Apasionado bibliófilo, coleccionista de ediciones de lujo y devoto de Bodonni, Ricci sólo edita obras 'bonitas y elegantes'. 'Lo mío es hacer libros de gran calidad; caros, por supuesto'. Hasta siete veces más de lo normal cuestan los libros de Ricci. A veces alcanzan el medio millón de pesetas. Pese a ello, dice que siempre vende sus tiradas completas, que rara vez superan los 3.000 ejemplares.
Uno de sus éxitos ha sido vender en Francia e Italia las 5.000 copias que editó, tras 10 años de trabajo, de la Enciclopedia de Diderot y D'Alambert, en 18 volúmenes. Costaba 1,2 millones de pesetas.
Contra lo trivial Ricci se ve a sí mismo 'más como un diseñador de libros o como un arquitecto del papel que como un editor'. En su charla, contó las dos normas que rigen la edición de FMR desde su creación, hace 20 años: 'Jamás he publicado fotografías de rostros humanos y jamás he aceptado publicidad, sería como perder la virginidad'. Sus libros de arte, fabricados a mano, también cumplen un dogma: 'Enseñar cosas no triviales y poco estudiadas como el arte popular o el arte desconocido'.
El amor que siente Ricci por sus creaciones le lleva a no distribuir sus libros más que a través de peticiones o en sus propias librerías (tiene 12 en Italia, dos en París y una en México, y dice que le gustaría abrir una en Madrid y otra en Barcelona). De este modo, se asegura que no le devuelvan deteriorados los libros no vendidos.
La visión elitista del libro y la edición de Ricci encontró ayer su contrapunto en Jaume Vallcorba, editor de Quaderns crema y El Acantilado. Vallcorba explicó que los libros deben aspirar a ser 'invisibles'. Puso de ejemplo la pantalla de cine, la cual permite disfrutar de las imágenes que se proyectan en ella y al mismo tiempo pasa inadvertida.
Para Vallcorba, 'los libros son básicamente un vehículo de transmisión, un médium entre el escritor y el lector'. Admite que por este motivo merecen ser tratados con dignidad, pero insiste en que su modelo ideal sería 'un libro que fuera silencioso, sobre todo en un momento en que los escaparates nos quieren llamar la atención con el ruido de los libros nuevos'.
El futuro del ensayo La jornada de ayer dedicó también una sesión, A favor del ensayo, que sirvió para que varios editores relacionados con el género coincidieran en valorar las buenas expectativas que tiene el ensayo ante el estancamiento, de mercado y creativo, que caracteriza a la narrativa actual.
El director del encuentro, Jorge Herralde, comentó al respecto que el ensayo permite a los pequeños editores competir por hallar autores y títulos de éxito con las grandes editoriales, que acaparan los éxitos en narrativa.
Enric Folch, de Paidós Ibérica, una de las editoriales más importantes en el terreno del ensayo, contó que para ser un buen editor no es tan importante contar con grandes estudios como 'tener buen gusto'. Además, alertó sobre 'el grave problema de la distancia con Latinoamérica'. 'Hay editores que piensan en español y luego quieren vender en Latinoamérica', se lamentó.
El XVII Encuentro sobre la Edición, que este año lleva por título Pasión y oficio de editar (La edición con editores), concluirá mañana con una sesión dedicada a los nuevos editores ante el futuro.
Babelia
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